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Columna
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Espías

En la muy inquietante serie documental ‘El Mossad’, lo que cuentan, y cómo lo expresan, los dirigentes y los más destacados agentes provoca tanta curiosidad como miedo.

Carlos Boyero
Uno de los agentes que dan su testimonio en 'El Mosad'.
Uno de los agentes que dan su testimonio en 'El Mosad'.

En la serie La voz más alta, Roger Ayles, implacable y cínico director de Fox News, discípulo aventajado de Goebbels, ordena a su equipo que cada vez que hable de Obama no se olvide jamás de referirse a él como Barack Hussein Obama. Sabe que en el subconsciente de su ilustrado público el nombre de Hussein servirá para que le identifiquen con Al Qaeda. Ayles podría ser el modelo para Trump, el fulano más poderoso y siniestro del planeta, con la diferencia de que el primero era listo hasta la náusea, y el segundo representa la burrería arrogante.

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En la última movida de Trump con las cuatro senadoras demócratas que han protestado por las redadas contra inmigrantes, este se ha referido a ellas como antisemitas. Su calificación es tan burda, manipuladora y obscena como lo de llamar Hussein a Obama. Calumnia, por si acaso. Que algo queda, aseguran los profesionales de la infamia.

Hablando de Israel, veo con retraso en Netflix la muy inquietante serie documental El Mossad. Comienza con esta frase de John Le Carré, antiguo espía y magistral creador del Circus: “Los servicios secretos son la medida de la salud política de una nación y la expresión auténtica de su subconsciente”. Lo que cuentan y cómo lo expresan los dirigentes y los más destacados agentes del Mossad (se supone que todos ellos jubilados o en excedencia) provoca tanta curiosidad como miedo. Ninguno trata de caer simpático ni alberga la menor duda moral sobre sus actuaciones en la sagrada misión de la defensa de la patria. Evidentemente, hay preguntas a las que no contestan, temas prohibidos. Lo que me extraña es que se presten a revelar cosas en el asunto más secreto. Y me pregunto quién ha producido El Mossad.

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