Roca Rey, un hombro lesionado como atenuante
El diestro peruano no pudo repetir triunfo y Castella cortó una oreja a la noble y sosa corrida de Jandilla
JANDILLA/URDIALES, CASTELLA, ROCA REY
Toros de Jandilla, bien presentados, cornalona y muy astifina, mansos, nobles y sosos; destacó por su calidad el tercero.
Diego Urdiales: pinchazo, estocada atravesada _aviso_ y tres descabellos (ovación); media estocada (silencio).
Sebastián Castella: pinchazo, media tendida y baja _aviso_ y un descabello (silencio); estocada trasera (oreja).
Roca Rey: pinchazo hondo _aviso_ diez descabellos _segundo aviso_ y un descabello (silencio); pinchazo, media estocada y tres descabellos (ovación).
Plaza de Pamplona. 10 de julio. Cuarta corrida de San Fermín. Lleno.
FICHA
Roca Rey es seguro de éxito, y parece que le tiene cogida la medida a los tendidos de sol de Pamplona, que buscan un ídolo tras la retirada de Padilla.
Es seguro de éxito, pero ayer escuchó dos avisos en su primero y dio un mitin con el descabello, aunque el atenuante es que se resintió de una lesión del hombro derecho, de la que aún no está recuperado.
Fue ese toro tercero el mejor de la tarde, al que no permitió que se picara, y acudió a la muleta con codicia, fijeza y humillación. Comenzó Roca de rodillas, para agradar a su público, y de hinojos se colocó en dos ocasiones más, en un molinete posterior, y en un desplante final. Hipnotizó al sol, pero destacó el toro, fijo en la muleta, sobre el torero, más pendiente de agradar a sus seguidores. Si mata bien, pasea las dos orejas, pero era evidente que no tenía fuerza en el brazo derecho. Lo intentó de veras ante el sexto, con ceñidos pases cambiados en el inicio de la faena de muleta, pero el toro no tenía clase alguna, y prefirió abreviar. En fin, que la noticia es que Roca Rey salió andando, y no a hombros, de la plaza por vez primera en su carrera.
Diego Urdiales es sinónimo de torería, y esa cualidad se le notó en las verónicas iniciales a su primero, en las chicuelinas al paso para llevar el toro al caballo y en un quite por delantales. Con la muleta, torería, también, pero menos. Su oponente desarrolló encastada nobleza, pero no era un toro de carril ni tonto. Y eso lo supo Urdiales desde que tomó el engaño; tanto es así que lo citó despegado y desconfiado, y los muletazos con la mano derecha brotaron sin la hondura esperada. Hubo uno, sí, largo y templadísimo, pero solo uno. Y la faena no fue brillante, quizá algún retazo sobre esa misma mano, pero por debajo de las condiciones del animal. Torería siempre, pero con distintos niveles.
El cuarto portaba una cara muy, muy ofensiva, con unos pitones larguísimos y astifinos; si asustaban desde lejos, es fácil imaginar lo que transmitirían en la cercanía. Y Urdiales, entonces, se olvidó de la torería y prefirió estar atento al acechante peligro. Tuvo suerte porque el toro carecía de la mínima calidad exigible, lo cual sirvió de justificación suficiente para la actitud huidiza del torero. Lo mató con rapidez y se ahorró una innecesaria prolongación del sobresalto.
Sebastián Castellla cortó una oreja, pero los cimientos de toda su labor con capote y muleta fue superficial, ventajista y olvidable. Es cierto que su primero fue un toro deslucido y áspero, por lo que pudiera aceptarse que su esfuerzo no fue baldío. Pero se movió el quinto, con nobleza y aceptable recorrido, y no fue capaz Castella, a pesar de su quietud, -meritorios sus dos pases cambiados por la espalda-, de interesar por la hondura de su toreo. Muchos pases, eso sí, pero prácticamente nada para el recuerdo. Pero como mató con eficacia, le concedieron una oreja ¡y le pidieron la segunda!...
La corrida del jueves
Toros de Victoriano del Río para Antonio Ferrera, El Juli y Pablo Aguado.
Babelia
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