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Tres heridos con contusiones y traumatismos en el rapidísimo segundo encierro de San Fermín 2019

Los peligrosos y astifinos toros de Cebada Gago protagonizaron una rápida carrera de dos minutos y veintitrés segundos

Antonio Lorca
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El segundo encierro de San Fermín 2019, en imágenes

Solo tres contusionados que serán dados de alta a lo largo del día (una joven de 19 años con lesiones en la zona dorsal y cervical, y dos varones, de 45 y 61 años, uno con luxación de un brazo y el otro con contusión craneal) es el balance del segundo encierro de los Sanfermines 2019, mucho más leve de lo que se pudiera esperar de los peligrosos y astifinos toros gaditanos de Cebada Gago, que corrían por trigésima primera vez en Pamplona y que a lo largo de su historia han dejado en sus calles 56 corneados. Muchos heridos en la historia personal de la ganadería. Mucho temor ante el nombre mismo de Cebada Gago, y mucha y lógica prevención de los corredores.

Cría fama y échate a dormir… Y así fue. Los toros y cabestros dormían plácidamente en los Corrales de Santo Domingo minutos antes de las ocho de la mañana. Dormían, pero los cabestros sonreían irónicos ante el espectáculo que esperaba a sus compañeros de siesta matinal. Sonó el cohete, se abrió la puerta y todos firmes. Firmes, sí, pero temerosos, también, ante un nuevo sobresalto de los que muchos que han vivido desde que salieron de la finca hace ya nueve días.De hecho, ningún toro se apresuró a presidir la manada y todos prefirieron dejar el paso al cabestro más imponente, ese grandote con pitones largos, y veterano en estas lides.

Ese fue el que se atrevió a dar el empuje final y encabezar la carrera en el inicio de la cuesta primera, atestada de gente. Pronto, otros dos le acompañaron en la apertura, a continuación los seis toros bien resguardados y un cabestro que cerraba el grupo. Una estrategia bien diseñada por los corredores de cuatro patas para afrontar la muchedumbre de humanos variopintos que ya abundaban en los primeros metros.

Así, en grupo, a toda velocidad, llegaron a la plaza consistorial, no sin antes haber dejado atrás varios mozos por el suelo, algunos de ellos de forma inevitable y también inexplicable pues esperaban a los animales en el centro mismo de la calle. La llegada a la curva de Mercadores se produjo sin los sustos de antaño. Primero, los cabestros conocen el camino y se pegan a la acera derecha para evitar la inercia a la entrada a la calle Estafeta, y los toros, atentos a las directrices de sus compañeros y frenados por el antideslizante, pasan por los tablones sin verlos ni tocarlos.

De este modo, todos agrupados, rodeados de corredores y encabezados por cuatro cabestros, enfilaron Estafeta a toda velocidad.Caídas, atropellos, despistes sin mucho sentido entre quienes están en el centro de la carrera, y poco más ha sucedido a lo largo de esos algo más de 300 metros de la interminable calle que desemboca en el callejón que da acceso a la plaza.

Algún toro ha caído en esa zona sin mayores consecuencias. Los cabestros han llegado al ruedo a la cabeza, como lo hicieron desde la salida de los corrales, y entre todos han protagonizado una carrera rápida -dos minutos y veintitrés segundos- sin más incidentes, en principio, que los reseñados en el primer parte médico de urgencia.

Una alegría, sin duda, para el cuerpo, ante los peligrosos toros de Cebada Gago, y con suelo mojado, pues había llovido durante la noche.

Aquí puede consultar un gráfico con el recorrido, menos de un kilómetro de tensión y carreras por las calles de Pamplona.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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