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CASO ALCÀSSER
Columna
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La noche en la que las encontraron

Los periodistas éramos legión y había testimonios para todos. El pueblo se echó a la calle y quería hablar

El cartel que se utilizó para la búsqueda de las tres menores Desirée, Míriam y Antonia, en la pantalla de un ordenador.Vídeo: Carles Francesc
Amelia Castilla

Fue el crimen del año. Tres niñas torturadas, violadas y asesinadas era más de lo que podíamos soportar. Los delincuentes mataban en España como en Estados Unidos y la cobertura que se le dio al caso fue digna de América. Alcàsser, el pueblo valenciano donde vivían las familias de las niñas, se convirtió en un plató la noche en que se identificaron los cadáveres y el dolor se retrasmitía en directo.

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Yo tuve suerte (así hablamos los periodistas cuando pillamos algo gordo). Era 27 de enero de 1993, y hacía varios días que investigaba la desaparición de las niñas. Toñi, Desirée y Miriam llevaban 72 días fuera de casa y en el pueblo se negaban a aceptar lo que parecía evidente. Decían que era un asunto de trata de blancas y esperaban su vuelta con psicólogos y regalos. Una ilusión que se quebró cuando descubrieron los cadáveres. Alcàsser, un pueblo de calles estrechas y casas bajas, situado a 15 kilómetros de Valencia, parecía Twin Peaks. Todos los medios de comunicación, locales y nacionales, enviaron a sus periodistas especializados. Antena 3 mandó a Nieves Herrero, que reunió en un salón a todos los familiares que cabían. Tenía la exclusiva del velatorio. También Paco Lobatón, que había dedicado tantos programas a buscarlas, andaba por allí.

Los periodistas éramos legión y había testimonios para todos. El pueblo se había echado a la calle y quería hablar. Ellos estaban vivos y querían solidarizarse con las niñas. Nosotros también. El chico que salía con Desirée lloraba apoyado en una Mobylette, como la amiga que tenía fiebre y no salió con ellas esa noche, la vecina… Parecía que todos formáramos parte de una película. En cada esquina había retrasmisiones en directo y los bares rebosaban de caras conocidas. Después, Pepe Navarro daría pie a las versiones más descabelladas.

Esa noche hubo sobredosis de drama, especialmente en las televisiones, pero el cóctel de morbo tuvo buena acogida en la audiencia. La violencia y el crimen acompañan al género humano. Los asesinatos de niños suben el share un 40% y ahora, con Internet, casi tocamos el rostro de esa madre que llora desconsolada. Es verdad que aquella noche perdimos la ocasión de parecernos a Truman Capote. Yo tampoco escribí A sangre fría pero en aquel pueblo, donde la gente vivía del cultivo de la naranja y del trabajo que proporcionaban las fábricas cercanas, inventamos la telebasura. Fue el inicio y una buena escuela para lo que vino después. ¿Recuerdan a Rocío Wanninkhof, Sonia Carabantes, Sandra Palo o Marta del Castillo? Con cada nueva víctima, la cobertura ha ido en un in crescendo de manipulación.

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