Sharon Osbourne, la hija del monstruo
Descendiente del agente Don Arden, es ahora una celebrity que ha eclipsado a su marido Ozzy
El oficio de freelance tiene estas peculiaridades: te pueden plantear entrevistar a alguien que está muy lejos de tu zona de confort. Por ejemplo, Sharon Osbourne. Claro que quizás no sea una figura tan remota. Sabemos que fue la responsable de la rehabilitación de su marido, Ozzy Osbourne, demostrando que tenía aliento creativo fuera del destructor que ayudó a soldar Black Sabbath.
Particularmente, hay otra conexión familiar que aumenta mi interés por Sharon. Es hija de Don Arden, que seguramente ocupa un lugar infamante en el infierno de los mánagers. Incluso en los tiempos en que los representantes se quedaban en la sombra, se sabía que Arden había desplumado a los Small Faces, la más dinámica agrupación surgida del movimiento mod londinense. Les engatusó proporcionándoles un piso céntrico, cuenta abierta en diferentes boutiques y 20 libras semanales por cabeza. Según acumulaban éxitos, los padres de los artistas se preguntaron qué pasaba con sus ingresos y pidieron reunirse con Arden. El hombre puso cara de pena y les informó de que sus chicos se habían convertido en drogadictos.
A su modo, había un gramo de verdad (la marihuana y las anfetaminas circulaban por el universo mod) pero no contestaba a la pregunta original: ¿Dónde está el dinero? Vaya usted a saber. Don dominaba el arte del contrato tramposo, las artimañas del escaqueo a la hora de pagar, las técnicas del alzamiento de bienes. Similares desdichas sufrieron muchos de sus artistas: los Nashville Teens, Amen Corner, la ELO, la vocalista Lynsey de Paul.
¿Qué piensa Sharon Osbourne de semejantes tácticas? Ella ha escrito tres libros autobiográficos (y una novela, pero a tanto no llego). Dado que ejerció como mano derecha de su progenitor, no puede alegar ignorancia ante métodos que incluían la violencia y la tortura contra quien se interponía en su camino. La respuesta: Sharon no muestra la menor empatía hacia los artistas estafados. Prefiere ponerse a la cola de las víctimas y asegurar que firmaba automáticamente documentos que servían para esconder las propiedades de Arden. Con el tiempo, insiste, ella misma tendría que hacer frente a los impuestos y otras deudas paternas.
Posible, pero difícil de creer siendo una chica tan lista, capaz de montar el festival ambulante Ozzyfest y, sobre todo, de rescatar la carrera de su marido. Esa es otra. En ningún momento habla de música, ni siquiera al nivel banal de compartir gustos particulares. En general, evita la expresión heavy metal, prefiriendo referirse al “género de música de Ozzy”. Puede que estos libros estén pensados para el gran público y que Sharon, o la persona que redacta estos tomos, haya decidido que lo que vende es el “porno de ricos”: infinitas páginas dedicadas a la búsqueda de mansiones (en Inglaterra y en California), la decoración de interiores, la adquisición de joyas que ocasionalmente, ay, se extravían en peleas maritales o son robadas por ladrones tan profesionales como Don Arden en lo suyo.
Hoy Sharon es una celebrity que hasta ha eclipsado a Ozzy, que lleva años sin sacar canciones nuevas. Ha reconstruido su cuerpo con la mejor cirugía estética disponible y triunfa en diversos formatos de TV, desde el reality al talent show, pasando por esas tertulias en las que arrasa quien escupe la mayor barbaridad. Resulta que apoyó el Brexit (“hay demasiados extranjeros”), aunque ella misma descienda de judíos rusos que huyeron de las tierras del zar. Por mi parte, he decidido rechazar el dudoso placer de entrevistarla.
Babelia
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