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FERIA DE SAN ISIDRO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Inteligente Emilio de Justo

El torero extremeño cortó una oreja de peso a una muy desigual corrida de Victorino Martín

Antonio Lorca
Emilio de Justo, con el sexto toro de la corrida de hoy en Las Ventas.
Emilio de Justo, con el sexto toro de la corrida de hoy en Las Ventas.JuanJo Martín (EFE)

Victorino Martín / Chacón, Luque, De Justo

Toros de Victorino Martín, justos de presentación, de juego muy desigual en los caballos y blandos; peligroso el primero; noble y descastado el segundo; inválido el tercero; noble el cuarto; soso el quinto y encastado el sexto.
Octavio Chacón: estocada (silencio); estocada baja —aviso— (silencio). Daniel Luque: estocada trasera y caída —aviso— (ovación); media —aviso— y tres descabellos (silencio).
Emilio de Justo: dos pinchazos y estocada —aviso— (silencio); estocada muy baja (oreja).
Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Decimosexta corrida de feria. Lleno (22.014 espectadores, según la empresa). Asistió el rey emérito Juan Carlos, a quien los toreros brindaron sus primeros toros.

Lo mejor llegó al final de la mano de Emilio de Justo, que parece dispuesto a sorprender cada día por su inteligencia, su conocimiento, gallardía, arrestos y expresión de torero de una pieza.

La tarde se escapaba de las manos cuando el extremeño dibujó tres verónicas y tres medias sencillamente excelsas, que valieron por todo el festejo. Ese toro sexto se dejó simplemente en el caballo y sin ofrecer un gran juego en banderillas fue la ocasión propicia para que Morenito de Arles colocara dos estupendos pares, excepcional el segundo, le acompañara en buen tono su compañero Pérez Valcarce y Ángel Pérez se luciera con el capote momentos antes, además, de que sufriera una espectacular voltereta de la que salió milagrosamente ileso.

Los tres saludaron por exigencias de un público entregado a su torería.

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Brindó De Justo al respetable y volvió a la plaza el runrún de los momentos especiales. Y así fue. El torero se plantó en los medios y citó de largo con la muleta en la mano izquierda. Y ahí comenzó un recital de firmeza, seguridad y buen toreo con los tendidos entusiasmados. Algunos naturales fueron extraordinarios, henchidos de mando, ante un toro que embestía de manera desigual. Hubo dos tandas más por la derecha —grande, grande la segunda— y unos naturales finales de frente con la plaza volcada, ante la capacidad de un torero en quien están puestas todas las esperanzas.

La estocada final cayó muy baja y se le concedió la oreja por aclamación popular. Ya se sabe que antaño el premio hubiera sido una clamorosa vuelta al ruedo, porque la faena, además, no fue completa de principio a fin, pero sí plena de tensión por el compromiso y la capacidad del torero.

Eso fue lo mejor —poco para lo que se esperaba— el día de la celebración del centenario del encaste de Albaserrada. Cuanta más expectación crea una corrida más son las posibilidades de que el público se sienta decepcionado. Victorino es una marca de prestigio y de sus toros se espera siempre matrícula de honor. Pero los toros, como todo hijo de vecino, no siempre responden a las expectativas de sus criadores.

Los de esta tarde, ciertamente, no aprobaron el exigente examen de encastada nobleza que se les supone a las reses de este afamado hierro; unas, por alimaña, como el primero; otras, por noble sosería, y casi todas por el juego desigual —azul oscuro casi negro— que a nadie satisface y, en primer lugar, a los toreros. Toros que embisten sin gracia, ahora, sí, ahora, no; humillado y con la cara alta a partes iguales, de corto recorrido casi siempre, si bien superaron la prueba el cuarto por su nobleza y el sexto por su casta.

No estuvo bien Octavio Chacón, pero mejor de lo que el público quiso ver. Fue aplaudido el toro primero en el arrastre, una auténtica alimaña, y se silenció la labor del torero, que tragó quina, aguantó miradas indeseables y pasó un mal rato. ¿Era ese toro merecedor de ovación? No, de ninguna manera; ni el torero de la displicencia con la que se le trató. No estuvo fino, es verdad, ante el noble cuarto, muy castigado en varas y que mereció mejor trato en la muleta. Chacón alargó mucho la faena y no encontró el camino que buscaba, quizá por una permanente sosería de su oponente que impidió el lucimiento.

Y aseado se le vio a Daniel Luque, con las ideas más claras que en actuaciones precedentes. Muy dispuesto ante su descastado primero y cumplidor ante el parado quinto.

Conclusión: no es fácil enjuiciar con acierto a los toros de Victorino, variados y desiguales en casi todo, a pesar de que muchos espectadores se consideren más “toreros” que los de luces. Ya se sabe lo bien que se ven los toros desde la barrera. Y no digamos desde el tendido.

La corrida del jueves

Toros de Adolfo Martín para Manuel Escribano, Román y Roca Rey.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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