¿Está siendo esta una buena temporada de ‘Juego de tronos’?
La octava tanda de capítulos a falta del episodio final divide a la crítica. ¿Cuál es tu posición al respecto? Vota en nuestra encuesta
Es imposible contentar a todo el mundo y la última temporada de Juego de tronos es un claro ejemplo. La serie está generando encendidos debates entre los defensores y detractores de los derroteros que está tomando la ficción en la recta final. Dos periodistas de EL PAÍS con posiciones enfrentadas respecto a esta temporada comparten sus opiniones tras ver los cinco primeros capítulos (el sexto y último se emite en la noche del domingo 19 de mayo). (Este artículo contiene detalles de la serie hasta el capítulo 8x05).
Se notan las costuras, por Eneko Ruiz Jiménez
Lo fácil era meterse con la última temporada de Juego de tronos. Es inevitable que un final de serie decepcione. Cumplir las expectativas alimentadas durante años en la mente de los seguidores es imposible, y los guionistas no deben ponerse solo a merced siempre de lo que opina el espectador. De hecho, pese a los odios que despiertan, deberíamos apostar más por finales como Perdidos, Twin Peaks y Los Soprano, tan coherentes con su narración como extraños y disruptivos. En ese aspecto, Juego de tronos también ha sido coherente. Coherente con los fallos que sufría desde hace temporadas.
Hay pocas series que calibren su extensión ideal. Empujadas por las ansias económicas de los canales, la mayoría peca de estirar el chicle. Los guionistas David Benioff y D. B. Weiss, sin embargo, buscaban poner pies en polvorosa. Pese a los sueños húmedos de HBO, decidieron cerrar su serie cuanto antes en dos temporadas cortas. Fuera como fuera, en 73 horas debía caber todo.
Esas prisas se han multiplicado en este tercer acto. Ya no solo en el cameo estelar de una taza de café, la oscuridad mal calculada o la confusión a la hora de peinar las trenzas de Daenerys, sino también en el desarrollo acelerado de personajes (ya desde aquel viaje al otro lado del Muro), en las muertes anticlimáticas, en frases que chirrían y en decisiones dramáticas que parecen haber convertido a muchos de los protagonistas en lo más torpe de Poniente (y, si me apuras, de Levante). Se notan las costuras.
Juego de tronos sigue siendo, aun así, todo lo que podíamos pedir a una serie épica y espectacular. Un acontecimiento global como jamás se había visto. Algo que, por una vez, todos hacemos a la vez. Sin olvidar que su quinto capítulo desarrolla lo que mejor narraba George R.R. Martin: la hipocresía y locura de la guerra, los repetitivos ciclos de la humanidad y la división entre las clases gobernantes y el pueblo. Incluso con el acelerón de esta última temporada, y sus vinagreta de momentos ridículos, existe esperanza. Aunque no lo duden: el final de Juego de tronos decepcionará. De ello hablaremos las próximas décadas. El ciclo de odio tuitero, como los reinados de Poniente, volverá a repetirse. Porque, incluso eso, se hace mejor en comunión global.
Cómo dejar con la boca abierta al personal, por Natalia Marcos
Hace tiempo que decidí que a Juego de tronos yo no había venido a sufrir. Aquí hemos venido a pasarlo bien, a evadirnos, a dejarnos llevar por la grandeza de una de las mayores superproducciones televisivas de la historia. El nivel de escrutinio al que se ha sometido la serie en esta última temporada, cualquier acción, gesto, frase, ha sido extremo. Cuando el sobreanálisis entra por la puerta, la diversión sale por la ventana. Si has tomado la decisión (voluntaria y consciente) de perdonar cosas en pos de la suspensión de la incredulidad, tu decisión es tan válida como la de quienes buscan algo más. Como si los guionistas tuvieran que bailar al ritmo que les marcan los espectadores.
En esta temporada ha habido fan service, decisiones cuestionables, incluso gazapos legendarios e imperdonables con una posproducción tan elaborada. Por supuesto. También decisiones militares que no tienen ningún sentido. Sí. Pero también una primera batalla que fue todo un ejemplo de cómo dejar con la boca abierta al personal valiéndose de tensión y de sorpresas constantes (y que era oscura, porque oh, sorpresa, la noche es oscura). Y una segunda batalla que ha mostrado los horrores de la guerra con una dirección sobresaliente. También capítulos más pausados y en los que la acción dejaba paso a los diálogos y las miradas.
Claro que ha tenido sus defectos. Quizá no haya sido la mejor temporada. Pero nadie dijo que Juego de tronos pretendiera ser la mejor historia jamás contada. Es un divertimento lleno de fantasía, de personajes que toman decisiones cuestionables, de héroes imperfectos y villanos carismáticos que tienen todas las de perder, lamentablemente. Una serie que invita a relajarse (o tensarse, según el caso) y, sobre todo, disfrutar. A evadirse de la realidad y viajar a un mundo en el que un dragón puede morir por la clara imprudencia de su madre o en el que un niño paralítico que puede meterse dentro de los seres vivos, en vez de controlar a un dragón elige tomar las riendas de unos cuervos. Un mundo en el que ocurren cosas que nos gustan y que no nos gustan. Pero también, sin ninguna duda, una serie espectacular y muy disfrutable.
Hay quienes ya han decidido que no les va a gustar el final sea cual sea. Que a ellos lo que les va es odiar la serie y decir, muchas veces, que la odian y que los demás no tienen ni idea. Venga, lo que queráis. Es evidente que, con millones de seguidores en todo el mundo, no iba a contentar a todos. Y que es más "guay" hacerse el duro. Pero a los que estamos aquí para disfrutar, dejadnos hacerlo. Eso no quiere decir que no veamos sus problemas. Pero es que el total nos compensa.
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