Secundarios
'Justo antes de Cristo' es una comedia coral en la que el buen hacer de quienes en ella intervienen permiten comprobar esa constante calidad interpretativa de los coprotagonistas
Buñuel lo demostró en Viridiana. Luego Luis García Berlanga lo mostró en casi todas sus películas de una forma indiscutible: los llamados <MC>“secundarios” del cine español han sido y son una formidable cantera de intérpretes. La televisión no se quedó atrás. Series como Los ladrones van a la oficina, Los Serrano, Cuéntame o Aquí no hay quien viva permitieron ratificar lo que Buñuel y Berlanga ya habían demostrado. Ahora llega una nueva prueba, Justo antes de Cristo (Movistar +), una comedia en la que el buen hacer de quienes en ella intervienen permiten comprobar esa constante calidad interpretativa que va desde una última cena de mendigos hasta un desastroso pelotón chiflado de romanos por la sierra madrileña.
Cada espectador se podrá divertir más o menos con esas series, incluso podrá rechazarlas, pero en todas los llamados “secundarios” habrán alcanzado su cometido: el de ser coprotagonistas. La serie creada por Pepón Montero y Juan Maidagán, que ya habían demostrado su ingenio para hacer comedia con dos duros en Camera café, narra las desventuras de un torpe patricio romano y su sensato esclavo, desterrados en la lejana Tracia como pena menor por haber participado en la muerte de un senador. Y es allí donde comienza el delirio al querer recuperar el honor familiar perdido. Es lo que Santiago Abascal llamaría “el espíritu de Covadonga”.
El problema del patricio Manio Sempronio Galba (Julián López), y probablemente el del propio Abascal, es que no mide las consecuencias de su propósito y desestabiliza con sus diatribas la convivencia tracia, en un caso, y la cordura de las campañas electorales de la derecha, en el otro. En resumen: seis capítulos cortos que se recuerdan con una sonrisa.
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