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TRIBUNA LIBRE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una historia difícil fácilmente contada

En el libro del expresidente colombiano Juan Manuel Santos sobre el tratado de paz con las FARC hay lecciones de pragmatismo, diplomacia y guerra

Santos y Timochenko se saludan tras la firma del primer acuerdo, en septiembre de 2016 en Cartagena de Indias.
Santos y Timochenko se saludan tras la firma del primer acuerdo, en septiembre de 2016 en Cartagena de Indias. john vizcaino / reuters

Mi primera impresión al leer el libro del expresidente Juan Manuel Santos sobre el proceso de paz en Colombia titulado La batalla por la paz es el estilo coloquial y ameno con que traslada las profundas lecciones de política aplicadas para acabar con un conflicto de medio siglo que dejó más de 200.000 muertos y millones de desplazados. Suele afirmarse, con razón, que hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. Partiendo del sentido común pareciera obvio, pero la afirmación que hace el expresidente al decir que “el liderazgo para la guerra es vertical y el liderazgo para la paz es horizontal” facilita entender lo que nos cuenta sobre las alianzas, entendimientos y espacios de participación que exigió llevar adelante el proceso de paz con las FARC.

La ventaja militar del Estado podía interpretarse, como muchos hicieron, en oportunidad para una victoria, pero no era tan fácil

Un proceso de paz no es solo una negociación entre dos enemigos, sino un arriesgado y complicado entramado de negociaciones simultáneas con distintos actores con poder, la mayor parte de ellos en las filas propias. De allí la importancia que el expresidente dio a la selección de quienes negociarían y de lo que era factible negociar. Hay en el libro lecciones de pragmatismo, diplomacia y guerra. Solo haciendo bien la guerra era posible que el proceso de paz avanzara. Por ejemplo, el presidente cuenta en detalle los letales ataques a los mandos de las FARC que se combinaron con la oferta de negociar la paz en La Habana. Resultaba obvio que esa oferta contenía un mensaje subliminal: “Negociar la paz les permite seguir vivos”. En un momento hubo más de 40 dirigentes de la insurgencia en Cuba; de estos, más de la mitad eran de alto nivel. En realidad, las FARC solo podían recuperar la estabilidad y el control sobre sus gentes si firmaban la paz.

Hay muchas lecciones en el libro, voy a referirme con más detalle a una en particular, que el expresidente la llama “Convierta en aliados a sus enemigos”, algo que fue muy controversial. La ventana de oportunidad para la paz no era tan obvia. La ventaja militar del Estado podía más bien interpretarse, como muchos lo hicieron, en oportunidad para una victoria, pero eso no era tan fácil. Luego de haber alejado la amenaza de las FARC sobre los centros de poder, lo que seguía era una guerra, lenta, sangrienta y costosa en la Colombia rural profunda. A las FARC no les importaba el rechazo de la opinión pública, esto lo han aprendido hasta ahora. Por tanto, se requería que fuerzas externas los empujaran a terminar su guerra. Es en ese momento que fue indispensable acercarse a los Gobiernos de izquierda que eran amigos de las FARC. Sin embargo, esto implicó soportar el ataque de los adversarios del proceso. Estos inventaron el término “castrochavismo” y cuestionaron severamente la participación de los Gobiernos de Venezuela, Cuba y Ecuador en las negociaciones.

En estrategia es común nadar a contracorriente. El proceso de paz de Colombia coincidió con la hegemonía de Gobiernos de izquierda en todo el continente; en ese momento Castro y Chávez reinaban en Latinoamérica y esto podía interpretarse como un tiempo de fortaleza para las FARC. Sin embargo, las izquierdas habían logrado llegar al poder mediante elecciones y esto convertía la lucha armada de las FARC y el ELN en un estorbo. Fidel Castro siempre trató de controlar y usar a los grupos guerrilleros latinoamericanos como instrumentos de desestabilización para defender su régimen. Pero si ahora sus amigos estaban gobernando en todas partes, los guerrilleros sobraban. Por otro lado, el chavismo y muchas de las fuerzas de izquierda que estaban gobernando pensaban que se mantendrían en el poder para siempre, que el petróleo llegaría a valer 200 dólares por barril y que nunca perderían elecciones. Esta ignorancia y arrogancia contagió también a la dictadura cubana.

La temporalidad del poder es algo obvio para los políticos normales, pero no para la extrema izquierda. El fracaso del proyecto chavista era predecible y por tanto la oportunidad para que el “castrochavismo” contribuyera a la paz de Colombia tenía fecha de caducidad. Ahora que Maduro es una dictadura abierta luchando por no derrumbarse, ha regresado a la lógica castrista y utiliza el terrorismo del ELN como instrumento de desestabilización regional. La ventana de oportunidad se cerró. Haber convertido a los enemigos en aliados del proceso de paz fue sin duda uno de los más grandes aciertos del expresidente Santos.

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

La batalla por la paz. Juan Manuel Santos. Prólogo de Felipe González. Ediciones Península, 2019. 616 páginas. 22,90 euros.

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