La extrema derecha contra Picasso
Un libro reconstruye los ataques en 1971 a librerías y galerías de Madrid y Barcelona que celebraban el 90 cumpleaños del pintor
A finales de 1971 una docena de galerías y librerías que exponían obras y retratos de Pablo Picasso como homenaje a su 90º cumpleaños fueron atacadas. Madrid y Barcelona sufrieron una serie de acciones planificadas por la ultraderecha contra la visibilidad del pintor: actos de pequeña intensidad como rotura de cristales y lanzamiento de botes de pintura roja en las librerías Antonio Machado, Visor y Cultart, en Madrid; hasta la destrucción completa de los grabados de la Suite Vollard expuestos en la galería Theo, también de esta ciudad, o el lanzamiento de cócteles molotov que arrasaron la galería Taller de Picasso y la librería Cinc d’Oros, las dos en Barcelona. El libro Picasso en el punto de mira (Memoria Artium), escrito por la investigadora Nadia Hernández, recupera la memoria de estos acontecimientos y los analiza en el contexto de la ola de violencia cultural que se vivió en varias ciudades españolas desde entonces. “Los ataques comenzaron en octubre y noviembre de 1971 contra la figura de Picasso. Luego, cambiaron el foco y los objetivos, hasta 1975; fueron librerías y editoriales en una ola anticultural que afectó a más de un centenar de establecimientos”, destaca esta historiadora del arte especializada en coleccionismo.
Desde que abrazó al Partido Comunista en 1944, Picasso fue visto por el régimen como un agente de propaganda del comunismo internacional y su obra más célebre, el Guernica, la imagen de la lucha contra el franquismo, ganándose el rechazo de las autoridades. “A partir de los cincuenta se comienza a reivindicar al artista, con la idea de proyectar una imagen de apertura al exterior, pero no al hombre y sus ideas”, agrega Hernández. Algo que se prolongó hasta los setenta, momento en el que “la cuestión se radicalizó debido a acontecimientos políticos que acabaron activando la violencia contra Picasso”, explica la historiadora, que ha consultado para su libro la prensa oficial y la clandestina; documentación inédita como el archivo personal de Josep Maria de Porcioles, alcalde de Barcelona de 1957 a 1973, depositada en el Arxiu Nacional de Catalunya, y entrevistado a personajes tan dispares como el ultraderechista Blas Piñar y la hija del pintor Maya Picasso.
El libro repasa la creación del Museo Picasso de Barcelona, inaugurado en 1963, una operación compleja en la que la ciudad acabó siendo un vínculo entre el régimen y el pintor. "En la documentación de Porcioles aparece como hizo de intermediario entre Picasso y el ministerio de Fraga Iribarne, y cómo consiguió inaugurar el museo y se esforzó por ampliarlo y conseguir más donaciones del artista". Como la de 1970 de más de 900 obras de juventud, entre ellas la serie completa de Las Meninas, "algo que aumentó su popularidad y su visibilidad".
“En su 90º cumpleaños se puso en evidencia lo insólito de que se le homenajeaba en toda Europa y en España era como si no existiera. Por eso, el Gobierno español, con Manuel Fraga Iribarne a la cabeza, elaboró una estrategia de recuperación para dar una imagen positiva fuera”, según la experta. Pero la extrema derecha reaccionó, sobre todo por la acción de Blas Piñar —creador en 1966 de Fuerza Nueva Editorial S.A. y en 1976 del partido radical Fuerza Nueva—, que no soportaba a Picasso desde que cayó en sus manos una edición alemana de Sueño y mentira de Franco, las pequeñas imágenes que Picasso creó en 1937 para acompañar a su Guernica en el pabellón español de París. En una de sus 18 viñetas puede verse al dictador con un pene enorme copulando con una cerda. “Los ataques parten de un error. Cuando Piñar se entera de que se exponen los grabados de la Suite Vollard en la galería Theo, cree que son los mismos dibujos de Sueño y mentira de Franco. He escuchado todos sus discursos y casi siempre ataca a Picasso. Y cada vez se sucede un ataque a una librería o galería que lo homenajean”, defiende Hernández. En Theo destruyeron las 24 obras que se exponían. Entraron, amordazaron a la secretaria y a un estudiante que había en la sala, rompieron los cristales y arrojaron ácido y pintura. Piñar fue acusado de ser el instigador.
El ultraderechista mantuvo el error toda su vida. “En sus memorias, escritas 40 años después, dedica un capítulo a hablar del tema y dice, otra vez, que las obras expuestas son las de las viñetas y justifica sus acciones diciendo que eran copias”.
En Barcelona, el 21 de noviembre varios cócteles molotov destruyen la sala Taller de Picasso, a los dos días la librería Cinc d’Oros es también destruida. El Museo Picasso y la sala Gaspar se salvaron después de que los responsables de Theo los avisaran desde Madrid. “El Ayuntamiento reforzó la vigilancia apostando a la Guardia Civil en la puerta”, explica Hernández, que recuerda que Joan Ainaud de Lasarte, responsable de los museos de la ciudad, pidió “que cada visitante sea un vigilante”. Para Hernández no hay duda de la conexión de todos estos actos violentos: “En octubre de 1971 hubo un encuentro de los diferentes grupos que participaron en ellos en una masía de Olot (Girona), donde fueron entrenados por miembros de la ultraderecha italiana”.
El origen de esta investigación está en una colección de casi un centenar de obras creadas sobre unos tapetes de algodón. “En 1972, los dueños de Taller de Picasso enviaron, después del atentado, casi un centenar de sobres con estas piezas de tela a artistas y creadores para que hicieran una dedicatoria de desagravio a Picasso para una exposición en Vallauris, donde el pintor vivió”. Y todo el mundo respondió enviando auténticas obras de arte en estos lienzos de 40 por 60, con puntilla de 5 centímetros hecha a mano.
“Devolvieron por correo los tapetes doblados saltándose la censura del momento. El conjunto es un corte transversal del panorama pictórico de 1971”. Entre los artistas, Alexander Calder, Wilfredo Lam, Benjamín Palencia, Antoni Clavé, Josep Maria Subirachs, Manolo Millares, Joan-Josep Tharrats, Antoni Tàpies, Modest Cuixart, Equipo Crónica, Joan Miró, Arranz-Bravo, Joan Pon, Juan Genovés. Pero también Pau Casals, Camilo José Cela, Fernando Fernán Gómez y Rafael Alberti, que pintó seis; entre ellos, Una paloma para Picasso, que su amigo malagueño no llegó a ver nunca porque falleció en 1973. “Era un momento de efervescencia, menos mercantilista y más solidario. Ahora sería diferente”, remacha la autora.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.