Escuela Pancho Varona
El músico y compositor pone en marcha un proyecto en el que comparte música e intercambia ideas con artistas de otras generaciones
En el libro El viejo y el mar, el venerable pescador afirma: “La vejez es mi despertador. ¿Por qué los viejos nos despertamos tan temprano? ¿Será para tener un día más largo?”. Es una de las muchas reflexiones que salpican esta fabulosa novelita de Ernest Hemingway que, más allá de contar la historia del anciano que se obsesiona por pescar al gran pez, supone un canto bello y trascendental sobre el valor de la vida, siempre sujeta a vaivenes adversos e inesperados. Como el anciano pescador, me consta que Pancho Varona también madruga, como si quiera tener días más largos, rascando horas donde otros encuentran musarañas. Tal vez por eso haya utilizado el título de este libro imprescindible de la literatura universal para dar nombre a un proyecto que, a través de las canciones, también intenta ser un canto a un oficio, en este caso el de músico, y a una filosofía de vida marcada por la constancia, la lealtad y la lucha contra la contrariedad.
Hace unos días asistí al concierto que Pancho Varona y Ángel Stanich ofrecieron en la sala Galileo Galilei. Fue una colaboración puntual, pero muy meditada y trabajada. Varona se hizo acompañar de Stanich durante una hora y media de actuación en la que se desgranaba cancionero de ambos, compartiendo composiciones a dos voces, pero sobre todo un espíritu común por la música.
El proyecto se llamaba El viejo y el mar y nace de una idea de Varona. Tomando su nombre del título de la célebre novelita de Hemingway, el propósito es unir dos cosmovisiones musicales distintas generacionalmente. Varona era “el viejo”, como él se autodenominó con gracia y salero, y Stanich era “el mar”, todo un océano de posibilidades para que el veterano compositor pudiese reflexionar sobre su propio cancionero, uno de los más importantes del pop español al ser parte indisoluble de la obra de Joaquín Sabina. Pero no solo eso: fue también una oportunidad para que Varona, mano derecha de Sabina, mostrase su calidad como escudero, aunque fuera ante un chaval más joven que él. De eso trataba el asunto: mezclar visiones y sensibilidades entre dos artistas que vivieron orígenes diferentes, poseen cualidades diferentes y tienen tal vez públicos diferentes. La suma es lo que importa, como se encargaron de afirmar ambos compositores mientras uno y otro, entre chupitos de tequila y unas risas, se intercambiaban canciones de cada uno o apoyaban al otro en determinados pasajes.
Músico, productor y compositor, Varona lleva casi 40 años en los escenarios. Ha compuesto, producido y girado con Sabina durante todo este tiempo, pero su trabajo en composición, producción y en el directo le une a Serrat, Luz Casal, Estopa, Ana Belén o Manolo Tena. Artista de segunda línea, al que los fans de Sabina adoran y le reconocen su papel de lugarteniente, el músico madrileño ha puesto en marcha un proyecto necesario. El viejo y el mar es algo más que un divertimento personal. Pasa a entenderse como una escuela, donde un joven compositor se deja alumbrar por la experiencia de un veterano curtido en mil batallas como Varona. Y este a su vez se deja influir por la energía renovada del invitado. Su vejez, como la del protagonista de la novela de Hemingway, le despierta a la hora y de la forma adecuadas.
Durante mucho tiempo la música española ha sufrido de haberse desarrollado como un campo de combate entre estrellas, escenas y generaciones. Durante ese tiempo, también ha pecado de la lucha de egos de muchos músicos destacados. Vivimos una nueva época de esplendor musical en España para el pop-rock y sus múltiples variantes, donde ahora más que antes existen vasos comunicantes y lazos sólidos entre músicos y bandas. Lo vemos casi a diario: se hacen colaboraciones y se comparten en escenarios y proyectos. Todo eso enriquece nuestro espacio creativo.
Ahora, Varona pone en marcha un humilde proyecto que da un paso más en esa efervescencia artística, en ese espíritu compartido donde lo que más importa es la música, la creación, el conocimiento, el intercambio de ideas y sensaciones. Por eso, estaría bien que este deseo llamado El viejo y el mar se consolide como un propósito a largo plazo, periódico, consistente. Me contaba Varona el otro día que el siguiente en sentarse junto a él en esta idea será Guille Galván, compositor y guitarrista de Vetusta Morla. Seguramente, habrá ya unos cuantos más preparándose para ser el mar que acompañe al viejo Pancho. Es la ilusión de su creador. Ellos salen ganando, pero también el público sale ganando.
Tras cuatro décadas de pop español, es un magnífico momento para que se funde una especie de escuela de las ideas del pop, como un ágora sobre un escenario donde los veteranos, los no tan veteranos y los jóvenes inyecten toda su energía al noble arte de la canción. Sería un símbolo de madurez. Sería un triunfo.
Babelia
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