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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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El regreso de Atticus Finch

Aaron Sorkin bate récords en Broadway con su adaptación de 'Matar a un ruiseñor'

Marcos Ordóñez
Gregory Peck en su papel de Atticus Finch en 'Matar a un ruiseñor' (1962).
Gregory Peck en su papel de Atticus Finch en 'Matar a un ruiseñor' (1962). AP

Dos buenas noticias: Aaron Sorkin ha vuelto a Broadway y ha batido récords de taquilla. La última semana de diciembre, su adaptación de Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird), la novela de Harper Lee, despegó superando la recaudación del millón y medio de dólares (1,3 millones de euros), todo un récord en el apartado de piezas dramáticas. Me apetecía celebrarlo porque rompe el paradigma de que allí solo funcionan los musicales, y porque adoro a Aaron Sorkin y le echaba de menos tras su silencio televisivo. El teatro le dio a conocer: Algunos hombres buenos hizo muy buena taquilla en 1989 (500 sesiones en el Music Box) y fue guión tres años más tarde, bajo la supervisión de William Goldman. En 2005 se presentó en el Haymarket de Londres, con Rob Lowe como protagonista. En 2008, Sorkin estrenó The Farnsworth Invention, de nuevo en el Music Box de Broadway, pero solo estuvo tres meses en cartel por una huelga de técnicos.

Cuando me enteré de que Jeff Daniels iba a interpretar a Atticus Finch, el abogado viudo que defiende a un hombre negro falsamente acusado de violación en la Alabama de los años treinta, pensé que el destino hacía carambola, porque Daniels estuvo espléndido a las órdenes de Sorkin en la serie The Newsroom (2012/14) y porque su último trabajo en escena había sido el turbio protagonista de Blackbird, de David Harrower: el personaje de Atticus le iba muchísimo mejor.

Harper Lee, la autora de Matar a un ruiseñor, había dado vía libre a Sorkin para la adaptación, aunque tras su muerte los abogados acusaron al guionista de traicionar el espíritu del libro. Los rifirrafes legales duraron varios meses. No llegó la sangre al río, pero estuvo a punto. El personaje de Atticus tiene tantas imágenes como lectores y espectadores: la novela fue un best seller instantáneo en 1960, y se convirtió en leyenda cuando se llevó al cine en 1962. Tampoco fue fácil armar la versión, hasta que el productor Scott Rudin cayó en la cuenta de que el relato de Lee no estaba lejos de un género tan clásico como el melodrama con juicio en su centro (sí, como Algunos hombres buenos), y Sorkin se replanteó el formato. La narración (fragmentaria, impresionista) se la reparten, tiempo después de los hechos, Scout y Jem, los hijos de Atticus, y Dill, el crío brillante y excéntrico (inspirado en Truman Capote, amigo de Harper Lee), a cargo de intérpretes adultos. Y se alternan las historias de infancia con las escenas del tribunal. Al parecer, los personajes negros (Tom y Calpurnia) tienen más papel que en la novela, y su relación con Atticus es más honda. La crítica ha aplaudido la soberbia puesta en escena de Bartlett Sher y el trabajo de los 25 intérpretes. Un teatro tan grande como el Shubert de la calle 44, con un aforo 1.765 butacas, está llenando cada noche. La butaca “normal” está a 199 dólares (unos 176 euros): de ahí el taquillazo. De momento la obra estará en cartel hasta diciembre, pero la venta anticipada hace suponer que durará mucho más.

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