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MESTIZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una revista sobre el Siglo de Oro

Julieta Soria recrea un encuentro improbable entre Francisca Pizarro Yupanqui, hija del conquistador y la princesa inca Quispe Sisa, y un jovencísimo Tirso de Molina

Javier Vallejo
Julián Ortega y Gloria Muñoz, en 'Mestiza'.
Julián Ortega y Gloria Muñoz, en 'Mestiza'.DAVID RUIZ

Liberar del demonio a los “indios orientales”: tal fue la labor emprendida por los mercedarios en el Perú. Los Reyes Católicos les encomendaron evangelizar América (junto a dominicos, franciscanos y agustinos) dada su experiencia dilatada en el trato con infieles: esta orden religiosa se fundó para liberar cristianos cautivos de los mahometanos en el norte de África. Tirso de Molina, historiador oficial de la orden, fue profesor de Teología durante tres años en la Universidad de Santo Domingo, pero la labor de los mercedarios se hizo notar especialmente en el Perú, donde fueron testigos de las guerras civiles entre Francisco Pizarro, Diego de Almagro y sus partidarios respectivos. El autor de Don Gil de las calzas verdes glosó las figuras de los tres hermanos Pizarro en una trilogía escrita en Trujillo a instancias de la familia, cuando era ya autor consagrado.

Mestiza, comedia hagiográfica de Julieta Soria, pasa revista a la figura de Francisca Pizarro Yupanqui, hija del conquistador y de la princesa inca Quispe Sisa. Mujer que aunaba educación y belleza, tras la muerte de su padre fue traída a España, donde hubo de casarse con su tío Hernando, con quien tuvo cinco hijos. Como Jean-Claude Brisville en La cena y Marco Antonio de la Parra en La secreta obscenidad de cada día, Soria especula con un encuentro improbable entre dos personajes históricos (Francisca entrada ya en años y un jovencísimo Tirso de Molina), que le sirve de pretexto para hablar de la figura de Francisco Pizarro, el trato dispensado a los indígenas, la condición femenina en el Siglo de Oro, etcétera.

Profesora de lengua y literatura, autora de documentadas y ágiles guías didácticas para las compañías Nacional de Teatro Clásico y Ron Lalá, Soria pinta en su opera prima un fresco plausible de la época, conduce los diálogos con humor e ironía y escribe letras de canciones de factura popular: parecen de tradición oral. Su texto, entreverado de citas reconocibles (de Lope, de Alonso de Ercilla… incluso una de Shakespeare), anda pegado en todo momento a hechos documentados y datos fehacientes. Tanto es así que el perfil de su protagonista se nos queda romo, falto de mordiente dramática. Para que un personaje histórico del cual tenemos conocimiento limitado levantase vuelo escénico mayor, mejor sería fantasear sobre él libremente, cosa esta tan lícita o más que inventar el encuentro entre el joven sacerdote en ciernes y la princesa que sirve de pretexto a la pieza: cuando Tirso escribió La trilogía de los Pizarros era ya autor maduro y su anfitriona llevaba fallecida un puñado de años.

Si Francisca nos parece fuerte pero tierna, asertiva sin dejar de ser cálida, apacible y a la vez incisiva es por la humanidad que le imprime Gloria Muñoz, su intérprete, que porta la palabra de la autora con el compromiso, la exactitud y la presteza con la que los mensajeros llevan las noticias en la tragedia griega.

Julián Ortega, hijo de la actriz, representa con eficacia el papel del cura literato. Silvina Tabbush, intérprete de las canciones, tiene una voz grande, vigorosa y acariciadora. En ocasiones, la actriz o el actor doblan su voz con oficio, tal y como Los Gemelos hacían con la de María Dolores Pradera.. Manuel Lavandera les acompaña a la guitarra con un toque fluido y apacible, cual agua del curso bajo del río Marañón. Yayo Cáceres dirige la función con alegría.

La escenografía de Carolina González, una vela tendida de lado a lado, como en los pasos de Lope de Rueda, es equivalente aurisecular del espacio vacío peterbrookiano. El público de fin de semana del Teatro Fernán Gómez, tan bullicioso y presto a divertirse como el habitual del Teatro de La Zarzuela, celebró sin reservas la representación: obligó a los artistas a salir a saludar cinco veces. Lo propio hubiera sido redondear la velada con una canción de propina.

Posdata: Tan largo me lo fiáis parece hoy a todas luces obra de Andrés de Claramonte, luego el chiste que se hace sobre cómo a Tirso se le ocurrió el verso que da título a esa comedia abunda en confusión tanto tiempo sostenida.

Mestiza. Autora: Julieta Soria. Intérpretes: Gloria Muñoz, Julián Ortega. Cantante: Silvina Tabbush. Músico: Manuel Lavandera. Vestuario: Tatiana de Sarabia. Escenografía: Carolina González. Luz: Miguel Ángel Camacho. Asesor de dramaturgia: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres. Madrid. Teatro Fernán Gómez, hasta el 3 de febrero.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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