Querella de realistas y experimentales
Ben Marcus toma la voz por los autores de la literatura experimental y carga con desigual fortuna contra la novela ejemplificada en Jonathan Franzen
Este atípico libro tiene su origen en un artículo de 2002 de Jonathan Franzen, Mr. Difficult, donde el autor de Las correcciones le afeaba a William Gaddis una actitud elitista y premeditadamente oscura que fallaba a unos lectores ávidos de emociones y entretenimiento. Franzen distinguía dos tipos de literatura: del Contrato, una especie de pacto comercial con el lector como cliente con la última palabra; y del Estatus, ejemplificada por el autor de Gótico carpintero y otros “experimentales”, condenada a la irrelevancia de los departamentos universitarios.
En este artículo de 2005, Ben Marcus toma la voz por estos últimos y carga con desigual fortuna contra la novela “realista”. Desigual porque Marcus, cuyo El alfabeto de fuego acaba de traducir Catedral, entraba al trapo aceptando una de las premisas de Franzen: la existencia de dos bandos opuestos, experimentales y realistas. Y si uno hiciera dos filas con los conceptos que Marcus adjudica a cada uno de los frentes, el “bueno” y el “malo”, quedarían así. Literatura experimental: ambiciosa, nueva (nuevas organizaciones, nuevos estilos, nuevos hallazgos), deliciosa, explosiva, mérito artístico, vital, formal, extraña, compleja, difícil y exquisita. Y en la otra fila, la de Franzen y la novela realista: industria, codicia, mercado, convención, aceptada, entretenimiento, sentimentalismo.
Marcus, con poco don para la sátira, apenas alcanza diana cuando le aplica a Franzen sus propios métodos y compara sus novelas con las de Gaddis valiéndose de test de comprensión lectora para estudiantes. Los resultados son claros: Gaddis es más accesible que Franzen.
Pero si este libro merece la pena es por la joya que acompaña al texto de Marcus: ‘Mis pinitos en pedantería’, de Rubén Martín Giráldez, una oportunidad para conocer las referencias de un escritor verdaderamente singular, a la vez una defensa de una escritura encendida que hunde sus raíces en el idioma: en el Siglo de Oro, en Góngora, en Benet… y en la figura tutelar de Sánchez Ferlosio. En el texto del autor de Menos joven (2013) y Magistral (2016) se dan la mano poética y práctica, y se evidencia que no hace falta ser poeta para administrar el don de lo connotativo. Antes bien, es propio de la tradición de la novela derribar ídolos, incluido el del lenguaje realista.
Y Martín Giráldez vuelve las palabras del revés para mostrarles sus limitaciones informativas, a la vez que sus posibles sugerencias. El idioma termina siendo una realidad emancipada con sus propias lógicas, lapsus y clichés: más real que “los hechos” incluso, pues el problema de “lo real” es un problema de lenguaje. Por eso, el autor huye de simplificaciones y no disfraza su propuesta de movimiento literario. Es demasiado consciente de la tradición a la que pertenece (Sterne, Novalis, Gadda) y de su singularidad, más en un momento en el que buena parte de la escritura en prosa publicada promueve “un antiatletismo de la palabra”. Por el contrario, Martín Giráldez posee una escritura material y un pensamiento a saltitos, caprichoso y exacto, que no se deja encasillar por las categorías del mercado ni las claustrofóbicas querellas literarias.
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Autor: Ben Marcus. (traducción de Rubén Martín Giráldez).
Editorial: Jekyll & Jill (2018).
Formato: tapa blanda (160 páginas).
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