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Odas a la luz sanadora de Nueva York

Steve Gunn reflexiona sobre la madurez y la pérdida de la figura paterna en ‘The Unseen in Between’, una obra de sonido casi británico y tono muy confesional

Steve Gunn, retratado el pasado noviembre en Madrid.
Steve Gunn, retratado el pasado noviembre en Madrid.SANTI BURGOS

La mañana después de perder a su padre, Steve Gunn sintió una extraña mezcla de soledad, templanza y sosiego. Amaneció un día fresco y radiante en Nueva York, el cielo lucía esplendoroso y él, pese al dolor intenso de la ausencia, cogió la guitarra y acertó a escribir Morning Is Mended; una preciosidad acústica, de corte luminoso y esperanzado, que le marcó el camino de su cuarto disco en solitario, The Unseen in Between (Matador/Everlasting). “Me notaba apaciguado. El sol brillaba de una manera hermosa y la mañana era capaz de transmitirme una paz intensa. Había sido testigo del sufrimiento de mi padre y aquel día después era una reafirmación de la vida”, rememora.

Por esa franja intermedia entre la congoja y la esperanza gravita todo el nuevo trabajo de Gunn (Lansdowne, Pensilvania, 1977), “una búsqueda de la terapia y la catarsis”, en palabras de su propio firmante. El cantautor esta­do­unidense siempre ha sobresalido por su capacidad para retratar vidas ajenas, pero jamás había asumido como hasta ahora la responsabilidad y el vértigo de mirar hacia su interior. “He asumido que era el momento de exponerme, de socializar mis sentimientos”, afirma. “Y no, ni siquiera me he notado desnudo. No tenía nada que perder, porque estas canciones hablan de emociones, no de mi ego”.

Siempre destacó por su capacidad para retratar vidas ajenas, pero jamás había asumido el vértigo de mirar hacia su interior

La conversación transcurre en un céntrico restaurante madrileño, mientras el músico afincado en Brooklyn da buena cuenta de una tabla de quesos y una ensaladilla rusa. Habla con tono reposado y sonríe al recordar sus primeras visitas españolas, aún adolescente, cuando el turismo y los bolos en pequeños locales para arañar unas pesetas cabían en la misma página de la agenda. “Soy un tipo afortunado. Llevo toda la vida haciendo las dos cosas que más me gustan, tocar música y viajar”, resume. “Y no me importa que dos décadas después siga siendo eso que llaman ‘artista de culto’. Vives tranquilo y de vez en cuando te sucede como el otro día en el metro de Nueva York, cuando una fan que iba escuchándome con los auriculares me reconoció y felicitó muy efusivamente. Por episodios así, este oficio merece la pena…”.

Guitarrista virtuoso y finísimo, acostumbrado a las actuaciones en formato muy desnudo al comienzo de su trayectoria, Gunn ya consiguió el aval de un público más amplio y ecléctico con sus dos entregas anteriores, Way Out Weather (2014) y Eyes on the Lines (2016). “Ese reconocimiento anterior me permitió esta vez tomarme más tiempo, reflexionar bien sobre qué deseaba decir. La ventaja de acumular años de experiencia es que ya no tengo que demostrar ni demostrarme nada”. Ahora le divierte que este The Unseen in Between pueda sonar a ratos más británico que yanqui. “No es la primera persona que me lo dice, y tampoco me molesta. He crecido escuchando a Michael Chapman, Davey Graham y, sobre todo, Bert Jansch [fundador de Pentangle]. Me fascinaba su capacidad para indagar en distintas escalas y afinaciones. Toda esa escuela británica consiguió que sus guitarras sonaran de diferente manera cada vez”.

La misma apertura del nuevo álbum, New Moon, puede remitir a Nick Drake o al universo sonoro de Astral Weeks (Van Morrison), lo que acentúa esa conexión entre las dos orillas atlánticas. Y las conexiones con la americana se tornan más evidentes en Stonehurst Cowboy (otra vez sobre la figura paterna) o Vagabond. No es casualidad que el bajista en las sesiones de grabación haya sido Tony Garnier, director musical de Bob Dylan. “En mi condición de fanático dylanita, a veces me comporté con él como un chaval en edad escolar: le preguntaba tantos detalles sobre los discos de Dylan que casi me olvidaba de que estábamos allí para grabar uno mío…”. Tras la experiencia, la devoción de Gunn por el de Duluth no ha hecho sino incrementarse. “Pertenezco a esa línea dura de aficionados que a menudo preferimos las Bootleg Series a los álbumes originales. ¿Ha escuchado More Blood, More ­Tracks? Es más puro y emotivo aún que Blood on the Tracks. ¿No es increíble?”.

El ejemplo del reciente Nobel de Literatura, ajeno siempre al mundanal ruido, sirve de referente a Gunn para cerrar la conversación. Como en Morning Is Mended, el cantante y compositor dice “sentirse en paz con el momento vital”; dispuesto a disfrutar de cada nueva canción y de la presencia de su madre, que ha sobrevivido a Steve Gunn sénior. “Muchos artistas no se muestran ahora tan preocupados por grabar álbumes como por parecer molones y multiplicar sus seguidores en redes. Yo prefiero conectar con las generaciones que me precedieron y ahondar en mi propia satisfacción”.

Producir desde la admiración

Dos semanas después de The Unseen in Between verá la luz en todo el mundo True North, el nuevo disco del venerado icono británico Michael Chap­man, en el que Steve Gunn vuelve a ejercer como productor, igual que en su alabadísimo antecesor, 50 (2017). Chapman, 36 años mayor que Gunn, es uno de los ídolos de juventud de quien hoy, aun produciéndole, sigue sintiendo por él una suerte de reverencia. “La primera vez que me reuní con él, en su casa de campo, de pronto me avisó: ‘Cuida bien ese sofá en el que te encuentras porque justo en él estuvo sentado la última vez Nick Drake…’. Michael es para mí una influencia de primer orden, así que detrás de la mesa de grabación solo procuro que sea él mismo, que suene en el estudio igual que las decenas de veces que le he visto sobre el escenario”. Gunn también ha aportado en True North sus guitarras, pero no así la voz. “Del 1 al 10, como guitarrista me concedería una nota de 7. Bueno, no: de 8. Y como cantante…, dejémoslo en un 6,5”, resume entre risas al despedirse.

PARA SEGUIR ESCUCHANDO

John Fahey

Maestro del guitar soli, sus afinaciones atípicas marcaron un antes y un después. Su música instrumental oscilaba entre el folk y el blues, aunque incorporó influencias clásicas portuguesas y brasileñas.

Robbie Basho

El folk norteamericano de los últimos 40 años le debe mucho por su forma de tocar las 12 cuerdas, que se asemejaba en sus improvisaciones a las ragas del indio Ravi Shankar.

Michael Chapman

El gran ídolo de Steve Gunn protagonizó un debut esplendoroso (Rainmaker, 1969), pero Fully Qualified Survivor, editado un año después, es el mejor retrato de un joven trovador en estado de gracia.

Jack Rose

 Folk, ragtime y blues se combinaban de una forma espléndida en su guitarra acústica. Fue un gran innovador que estaba llamado a coger el testigo de John Fahey. Murió joven en 2009: a los 38 años.

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