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EL LIBRO DE LA SEMANA

Vida de las mujeres infames

La genialidad de Cristina Morales es manifiesta, así como su intuición para convertir 'Lectura fácil' en un hito de la novela reciente en español

Cristina Morales.
Cristina Morales.alejandro garcía (efe)

Hay cierto acuerdo a la hora de destacar a Cristina Morales (Granada, 1985) como una de las novelistas más potentes de esa generación que hoy ronda los 30 años; la más ambiciosa, también. En sus tres primeras novelas aunaba un insólito dominio de la estructura con la rara capacidad de remover el ánimo del lector: la subversión de Morales iba más allá de la provocación, ese target de una supuesta literatura “joven”. Ya en su primera obra, Los combatientes (2013), Morales prefería situaciones incómodas que obligaran al lector a replantearse los fundamentos de su lectura, es decir, la docilidad con la que uno se acerca a un libro publicitado como político. Así, revitalizaba la novela política alejándola de los apólogos moralizantes en que podía encasillarse el género, paralizado por un “pesimismo de izquierdas”, por decirlo como el filósofo Jacques Rancière. Terroristas modernos (2017), su novela más ambiciosa hasta Lectura fácil, extremaba el giro de lo político hacia un salvaje y carnavalesco “reparto de lo sensible” entre las clases populares (de nuevo con una expresión del pensador francés).

Cristina Morales era ya una escritora imprescindible para entender muchos caminos sin retorno de la novela actual, pero no había escrito aún un libro a la altura de su ambición. Éste es Lectura fácil, con el que ha obtenido el último Premio Herralde de novela. Una obra con las cualidades para convertirse en un hito de la reciente literatura en español; el que señala, en primer lugar, la pérdida de la inocencia de toda literatura con pretensiones emancipadoras.

Morales eleva una novela coral en la Barcelona de la “nueva política” sobre las potentes e hilarantes voces de cuatro mujeres “infames”: infames porque son mujeres, charnegas y discapacitadas de diverso grado. Lo peculiar es que, en este caso, el orden jurídico que impone sus múltiples contradicciones (y una férrea doble moral) a estas cuatro compañeras de piso “en el extrarradio del progreso” no es otra que la Barcelona de Ada Colau y de un ejército de trabajadores sociales “cuperos”.

Lectura fácil se articula en torno a dos tramas cuya complementariedad puede (y debe) pasar inadvertida: por un lado, la resistencia de Marga, de intensa vida sexual, a ser sometida a la esterilización por parte de su tutora, la Generalitat de Cataluña; y, por otra parte, el lento camino hacia la liberación de los centros de “institucionalizados” de estas cuatro mujeres, narrado en WhatsApp por una de ellas, Ángela, siguiendo las normas de un manual de lectura fácil para lectores con “diversidad funcional intelectual y/o del desarrollo”.

La genialidad de Morales es manifiesta desde las primeras páginas, así como su intuición para convertir un material tan difícil (sumemos un incorrecto fanzine y las actas de las asambleas de un grupo anarquista de ocupación) en una hilarante novela beckettiana, divertida pero también tristísima; la obra más emocionante de Morales y, sin duda, una de las más sorprendentes y eficaces novelas realistas (luego matizaremos esta etiqueta) de los últimos años. Porque Morales parece disfrutar saliéndose de los callejones sin salida a los que podría llevarle cualquier arriesgada decisión narrativa. Por ejemplo, estos personajes tienen todos los ingredientes para convertirse en caricaturas o, algo peor, en patéticas víctimas. Pero Morales da una vuelta de tuerca y extrema sus dobleces y la imposibilidad de interpretarlas desde dos polos artificiales: la piedad o la objetividad. Esto se aprecia de manera singular en el personaje de Nati, sobre el que recaen el peso de la intencionalidad política de la novela y muchas de las tesis que seguramente compartirá su autora (y este crítico). Nati es una descubridora de fascismos y machismos cotidianos, de las diversas máscaras con las que se disfraza el poder disciplinario. A la vez se realiza a través del “cuerpo sin órganos”, emancipado, de la danza en una academia de barrio. Un novelista convencional no habría dejado pasar la oportunidad de convertir a Nati en un personaje positivo, una víctima del sistema, una heroína que se realizara a través de un sexo con mucho de eslogan. Pero Morales da otra vuelta de tuerca: Nati es también “la más discapacitada” de las cuatro: una delirante furiosa que exagera la sinrazón de las situaciones más comunes y un gran personaje cínico a la altura de Hiparquia (aquel miembro de la Secta del Perro, menos conocido que sus compañeros varones…). Además, la discapacidad de Nati sobreviene tras su graduación universitaria, y corre paralela a su despertar político. Confiemos en que se perciba la ironía de fondo, porque aún espera otra vuelta de tuerca: Morales no toma partido por ninguna de las protagonistas en particular, trabaja para un cuerpo mayor. La verdad de la novelista no es la de una sola voz, sino la proliferación de planos narrativos que dan cabida a la vez a lo acertado y el disparate, el dolor y el juego. Y en cierto sentido Morales demuestra la vitalidad de un recurso que parecía proscrito en buena parte de la novela política: la ironía. La ironía estructural de la novela como género emancipador de reglas y jerarquías; no confundir con la blandita ironía posmoderna. Y aquí retomamos el problema del realismo: hacía mucho tiempo que no aparecía una obra más realista en su discurso social y menos convencionalmente realista en su escritura. Incluso puede decirse que es la primera novela verdaderamente original de ese prolongado estado de excepción y resistencia llamado con un eufemismo: crisis. Por eso Lectura fácil es un hito de la novela reciente en español.

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Autor: Cristina Morales.


Editorial: Anagrama (2018).


Formato: tapa blanda (424 páginas).


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