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Tres minutos de complicidad

‘On the Mines’ es un documento antropológico de los sistemas de trabajo de una empresa minera y la complejidad de un país como Sudáfrica

Fotografía de la serie 'On the mines', de David Goldblatt.
Fotografía de la serie 'On the mines', de David Goldblatt.

Hay exposiciones que se te caen encima como meteoritos. Me ocurre con las de David Goldblatt (1930-2018), las grandes y las pequeñas, en Documenta o en el MOMA, con sus libros y sus textos. Seguramente porque siempre se ha metido en una gruta difícil de escalar, ese sentido silencioso y ensordecedor de lo ordinario que tanto reconocemos y desconocemos a la vez. Su facilidad para retratar el vacío ha dejado lleno el que él mismo dejó hace unos meses cuando fallecía de cáncer en Johannesburgo. Se había inaugurado ya la gran retrospectiva que este año llenaba las salas del Centre Pompidou, su primera monográfica en Francia, celebrando una de las carreras más aplaudidas del arte reciente.

Goldblatt empezó a hacer fotos pronto, siendo adolescente, aunque no fue hasta los 30, justo cuando vendió el negocio familiar de ropa que había heredado de su padre, cuando empezó a comprometerse con el objetivo de la cámara, las huellas del colonialismo y los claroscuros de una sociedad fragmentada por la desigualdad. No tardó en embarcarse en uno de sus proyectos más ambiciosos: un minucioso estudio fotográfico de las minas de oro de Sudáfrica que, pese a su decadencia en aquellos años sesenta, todavía eran emblema de la riqueza y proporcional desigualdad sobre la que se fundaba el país africano. Desde entonces, On the Mines, así se titula la serie, es muchas cosas. Es un documento antropológico de los sistemas de trabajo de una empresa minera y la complejidad de un país como Sudáfrica. Es un testimonio vital de las condiciones de vida de mineros, comerciantes, administradores y ejecutivos, y un registro de un tejido social convulsionado. Es un capítulo de la historia y el retrato de una época. Es una protesta contras las injusticias sobre las que descansó el sistema del apartheid y un ejercicio de técnica fotográfica inaudito en la época. Una referencia del fotoperiodismo africano. También fue el primer proyecto fotográfico importante de Goldblatt, su primer libro y el título de la exposición que puede verse ahora en la galería Elba Benítez.

Lleva el epígrafe de In Memoriam, aunque la muestra llevaba tiempo programada con la complicidad del propio Goldblatt, artista habitual de este espacio en Madrid. Viajar a 1973, la fecha en que se datan estas fotografías, era un plan pensado a conciencia en esa revisión creciente por parte de museos e instituciones que se expande hasta el Museo de Arte Contemporáneo de Australia, en Sídney, que acoge otra gran retrospectiva. Desempolvar sus primeros trabajos tiene algo de épico y melancólico a la vez: volver al punto de partida para reivindicar ese lugar de origen del que Goldblatt nunca se despegó. Un lugar, el del oro, las minas, Sudáfrica y la violencia, que sigue hoy vigente.

Las fotografías reunidas aquí están llenas de fricciones y tensiones. Recogen una mirada oblicua y transversal que examina las patologías de la violencia desde sus muy diversas escenografías cotidianas. Desde el cómodo despacho de un alto cargo de empresa hasta los pozos subterráneos sin aparente oxígeno. Al hecho de esquivar las cubetas llenas de rocas cuando se hacían las perforaciones, los mineros lo llamaban “digestión de roca”. Así lo recoge Goldblatt en sus diarios. Y es exactamente esa sensación la que se te queda en el estómago.

David Goldblatt. In Memoriam (1930-2018). Galería Elba Benítez. Madrid. Hasta enero de 2019.

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