Las tres voces de Lluís Homar
El autor destaca el triple papel del actor en la obra Philippe Claudel, coproducida por el Teatre Lluire y Temporada Alta
Me vuelve la triple voz de Lluís Homar en La neta del senyor Linh, una bella y triste fábula basada en la novela de Philippe Claudel. El director belga Guy Cassiers la ha montado en flamenco (con Koen de Sutter), francés (Jérôme Kircher), catalán (Homar), y en mayo en inglés (Jules Werner). Aquí ha sido una coproducción con el Lliure y Temporada Alta, en versión de Sergi Belbel. A mis ojos cuenta la amistad entre dos hombres separados por la lengua y la procedencia, pero unidos por la soledad, el afecto y, quizás, una secreta culpa.
Linh es un anciano que huyó de un país devastado por las bombas. Su hijo y su nuera murieron el mismo día. Solo le queda su nieta de seis semanas, llamada Sang Diû (dulce mañana, en su idioma natal) que se ha convertido en el motor de su vida, y a la que no vemos. Un país lejano, una ciudad de provincias gris y fría. Cielo bajo.
Cada día, Linh se sienta en el banco de un parque y se encuentra con el afable señor Bark, un viudo reciente. Al poco tiempo intercambian regalos: cigarrillos mentolados, un vestido para la nieta. No entienden las palabras respectivas, pero, casi milagrosamente, atrapan gestos, tonos y miradas. Bark es la única persona que escucha lo que cuenta Linh, y viceversa. Sin el otro, tal vez cada uno sería invisible. Homar encarnó a los cuatro protagonistas de Terra baixa, de Guimerá, y aquí tiene tres voces: el narrador, el señor Linh y el señor Bark.
En pantalla se representa el diálogo entre Linh y Bark. Momentos mudos, pero con gran fuerza, que parecían atrapar, en blanco y negro, la esencia soñada de los personajes. Luego, la imagen especular se disolvía y veíamos al actor “dándose la réplica” en tiempo real, por así decirlo. Les escuchaba y pensaba en la sirvienta y el viajante de comercio de El Square, el relato de Marguerite Duras que también fue teatro, porque aquella reunión imprevista estaba llamada a serlo. Homar hablaba y se movía como si le rodeara una niebla irreal cuando era Lihn, y al interpretar a Bark había en él la excitación casi pueril de quien siente que cada mañana es un regalo, y al caer la noche podría aullar como un cachorro atrapado en un cepo.
Cuando narraba, las palabras de Philippe Claudel nos llegaban con suavidad, con las pausas sabiamente medidas. La neta del senyor Linh acaba el domingo en el Lliure pero tiene todavía, me informan en Temporada Alta, una larga vida por delante.
El próximo otoño se estrenará y hará temporada en Madrid, en espacio todavía por determinar. Seguirá a continuación doble gira, con funciones en catalán y castellano. Y en 2020, la sorpresa de una nueva versión “en formato cuarteto” en el Théâtre de la Colline de París, que dirige Wajdi Mouawad, repartiéndose el texto los actores que lo han interpretado hasta entonces (De Sutter, Kircher, Homar y Werner), de nuevo a las órdenes de Guy Cassiers. Buen viaje.
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