Los cómicos lloricas del anuncio de embutidos del que usted me habla
A Bob Pop hay que escucharle, porque, al contrario que los anuncios de embutido, nunca dice tonterías ni obviedades
En su última intervención en el programa de Buenafuente, Late Motiv (Movistar +), Roberto Enríquez (Bob Pop, nombre con el que también firma sus libros) salió al plató con una loncha de chope en la solapa, aludiendo al famoso anuncio de ídem, y no para solidarizarse con los cómicos damnificados que sacrifican vida y hacienda por un chiste de mariquitas, sino para manifestar su hartura por los “cómicos lloricas”, genial oxímoron. A Bob Pop hay que escucharle, porque, al contrario que los anuncios de embutido, nunca dice tonterías ni obviedades, y traslada al desenfado y al gamberrismo de la televisión nocturna la gravedad y el sosiego de una tertulia intelectual. Como quiere el tópico, es ameno sin ser banal.
Una vez oí decir a Antonio Muñoz Molina que la independencia de criterio y pensamiento se mide no tanto por la capacidad de incomodar a quienes te son contrarios, como a quienes te son favorables. Si alguien de izquierdas solo incomoda a la derecha, y viceversa, es porque difunde consignas ajenas y no mastica ni una idea propia. Cuando Bob Pop carga contra los “cómicos lloricas” está ejerciendo sin aspavientos la valentía de la que otros solo presumen por hacer un chiste malo que ofende a unos cuantos. Está diciendo algo que lo deja en minoría, en un rincón dialéctico donde suele hacer mucho frío y nadie te pone una manta en los hombros.
En cuanto al anuncio de esa marca de embutidos de la que usted me habla, cuando empezaron hace unos años estas campañas castizas, me acordé de una película de un grande del humor, Berlanga, quien nunca fue llorica (tal vez porque ya gastó todo el miedo en Rusia durante la II Guerra Mundial). En Moros y cristianos, el personaje de Fernán Gómez escucha exasperado las ideas de bombero de los jefes de marketing para renovar los turrones de Xixona, hasta que se harta y grita: “¡Señores, el turrón tiene que llevar almendra! ¡Al-men-dra!”. Eso también era pensamiento independiente e incómodo.
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