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Ojos que hablan: otra forma de institución en Cerezales

La exposición ‘Aquí eran los ojos los que hablaban’, comisariada por Juan Canela en la Fundación Cerezales, sintoniza con el papel revitalizador, respetuoso y sostenible de esta institución privada leonesa

'Dona arbre' (1973), acción de Fina Miralles, en la Fundación Cerezales.
'Dona arbre' (1973), acción de Fina Miralles, en la Fundación Cerezales.JUAN PABLO MURRUGARRA

No quedan sillas. La asistencia a esta inauguración en Cerezales del Condado (León) desborda las previsiones. Fallan las cuentas: hay unos 150 espectadores, cuando el pueblo donde está la sala no cuenta con más de 20 habitantes. No les espera ni un cóctel, ni un vino de honor, y poco saben acerca de las artistas de la muestra, Rita Ponce de León y Fina Miralles. Charlan animadamente con los directores del espacio y se acercan a las obras sin reverencias, sin miedos y sin complejo de inferioridad. Observan las instalaciones artísticas de tú a tú. El secreto está en los ojos.

Rita Ponce de León habla. Agradece a los participantes de un taller que planteó durante la residencia que realizó durante un mes en la casa rural del pueblo. Dice que se ha creado un “víncu­lo profundo y efímero” con ellos. Todos sonríen. Hay una complicidad en sus miradas que expresa mucho más de lo que las palabras de la artista puedan verbalizar. Y así como ese taller en el que Ponce de León guiaba a los vecinos en una coreografía sin guion, intentando que los cuerpos se conectaran con la tierra y con el espacio, el espacio trata de conectarse con la tierra y con los vecinos. Y si los ojos hablaran, dirían que sí. Que lo han conseguido.

La muestra pone en diálogo obras de Fina Miralles y Rita Ponce de León y las conecta con el entorno

La Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) se instaló en 2009 en este pueblo leonés gracias a la generosidad de un oriundo, Antonino Fernández, empresario que hizo fortuna en México a la cabeza de la marca de cervezas Corona. La primera y principal misión fue recuperar las escuelas, comenzando con la que fuera la última aula que pisó Antonino antes de irse del pueblo con 14 años. Hoy es la sede de la Fundación, que ha crecido en espacios y en lineamientos. Cuentan desde 2014 con un edificio múltiple de 2.800 metros cuadrados, diseñado por el estudio de Alejandro Zaera Polo y Maider Llaguno, que alberga salas de taller, sala de exposiciones y un nuevo auditorio que se estrenará a principios del año que viene. Acaba de ganar el I Premio a la Construcción Sostenible, gracias a su dependencia de fuentes de energía renovables: geotermia, biomasa y materiales de cambio de fase.

Los ejes de la FCAYC también son ahora triples: etnoeducación, música y arte contemporáneo. Todo esto, que puede oler a elitismo, cuenta con el apoyo e interacción de los vecinos por un único motivo: se piensa y se hace con y para ellos. Partiendo por la labor de archivo de la memoria de los lugareños, guiado por el realizador Chus Domínguez, hasta el último taller sonoro en una escuela rural cercana. El equipo del FCAYC, compuesto por nueve humanos, dos bueyes, una ternera y una mastina, coordina todas las iniciativas y las vuelca en la población. Desde que se emplazaron en Cerezales, el pueblo ha vuelto a contar con un bar (advertido por una señal de “Coronita”), una empresa de riego, una casa rural y trabajos diversos relacionados con su labor, como la de vigilante de sala y montador ocasional, que cubre Maxi. Lo que hace que esta institución privada sea diferente no es que acudan 150 personas a un opening, sino que, en un área castigada por la despoblación, logre frenar la huida.

'La imagen que esta plana me devuelve' (2018), de Rita Ponce de León.
'La imagen que esta plana me devuelve' (2018), de Rita Ponce de León.JUAN PABLO MURRUGARRA

El vértice más visible del triángulo de acción de la FCAYC es sin duda las exposiciones temporales. Convocan tres al año, dos de ellas relacionadas directamente con el entorno y el paisaje. La exposición Aquí eran los ojos los que hablaban es de las que enraízan con el contexto y lo hace además siguiendo el espíritu de la institución: poniendo en liza otra forma de comisariar. Juan Canela parte de los trabajos que mudan a la naturaleza en humana y a lo humano en naturaleza de Fina Miralles (Sabadell, 1950) para conformar un espacio de meditación. Las fronteras entre lo artificial, lo perteneciente al reino animal y al de las plantas se diluyen en propuestas de velocidad ralentizada y de acción comedida. Los esenciales dibujos y pinturas ganan en un todo que evoca y se aboca al exterior a través de los cristales de la nave. El sentido de la Dona-arbre (mujer-árbol), la imagen de Miralles enterrada en un campo de cultivo, tiene más del Walt Whitman de Hojas de hierba que del Mariano de Amanece, que no es poco, de la filosofía zen y la poesía que también se asoman en sus vídeos de olas rompiendo en el mar, atardeceres anaranjados y nubes en viaje. Una imposible búsqueda de lo fortuito que comparte vocación y protagonistas con las obras de Tacita Dean.

La entidad ha conseguido que los vecinos del pueblo se acerquen al arte sin complejos ni miedos

El comisario invita a otra creadora, Rita Ponce de León (Lima, 1982), a que juegue, refleje y resuene con las obras de Miralles. El reto de la peruana ha sido doble: responder a las sugerencias de la catalana y, a su vez, hacerlo en asociación con el paraje circundante. A pesar de las distancias, la conexión se establece a través de las acertadas réplicas en forma de hojas secas, una lírica que incide en la fusión de la mujer con la naturaleza, y el vídeo del taller antes citado, que, aun siendo una pieza de menor interés para el espectador, desvela la activación del cuerpo frente a estos referentes: la recuperación de nuestro “yo” terrenal y la necesidad de diálogo. Lo que ocurre en la sala es sólido y coherente, generando un tiempo y una atmósfera con capacidad de irradiar al visitante, aunque sea de manera breve. Recuperando las palabras que Rita Ponce de León pronunciaba frente a los vecinos de Cerezales, qué es una exposición sino un vínculo profundo y efímero de una obra de arte con un espectador.

‘Aquí eran los ojos los que hablaban’. Fina Miralles y Rita Ponce de León. Fundación Cerezales (Cerezales del Condado, León). Hasta el 31 de marzo de 2019.

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