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Crítica | El Grinch
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entre el hombre del saco y Papá Noel

Los colores hipnotizan y las texturas sorprenden, pero algo parece haberse perdido en la traducción. Algo del carácter y del toque Seuss

Fotograma de 'El Grinch'.
Fotograma de 'El Grinch'.

A Theodore Seuss Geisel, más conocido como el Dr. Seuss, la mercantilización de las celebraciones navideñas le sacaba de quicio desde la más temprana juventud. Durante las Navidades de 1930 –siete años antes de debutar como autor de libros infantiles ilustrados-, escribió una pieza con diversas propuestas para hacer más interesante la festividad: entre ellas, la de fusionar las identidades del Hombre del Saco y Papá Noel. Resulta inevitable ver ahí el germen de su libro Cómo el Grinch robó la Navidad, publicado en 1957, año en el que otros autores de literatura infantil coincidieron en preguntarse qué ocurriría si la Nochebuena no tuviese lugar, como Phyllis McGinley con The Year Without a Santa Claus o el poeta Ogden Nash con The Christmas That Almost Wasn’t. Solo el trabajo del Dr. Seuss, que puso mucho de sí mismo en la caracterización de su contrariado Grinch, alcanzó la perdurabilidad de los clásicos imbatibles, como demuestra la mera existencia del Jack Skellington de Pesadilla antes de Navidad (1993), síntesis del Hombre del Saco y Papá Noel por otros medios.

EL GRINCH

Dirección: Yarrow Cheney y Scott Mosier.

Animación.

Género: comedia. Estados Unidos, 2018.

Duración: 86 minutos.

El estudio Illumination, que ya se había acercado al universo del Dr. Seuss con Lorax: En busca de la trúfula perdida (2012), ha tenido que lidiar, a la hora de dar nueva vida, animada y digital, al personaje, con el recuerdo de la versión firmada por Chuck Jones, el mejor director de actores dibujados del estudio Warner, en 1966. Yarrow Cheney y el que fuera productor y maño derecha de Kevin Smith Scott Mosier afrontan esta nueva lectura con la diligencia del empleado corporativo y no con el mimo del artesano: los colores hipnotizan y las texturas (el vello facial de los Quién, el pelo del Grinch) sorprenden, pero algo parece haberse perdido en la traducción. Algo del carácter y del toque Seuss.

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