El tío Vania
Liliana Porter deja claro en todas sus propuestas que el esfuerzo forma parte de su poética más sólida
Hace ahora 50 años, en 1968, algunos decidían buscar la playa bajo los adoquines. Era una tarea ardua -seguro-, pero merecía la pena no permitir que el tiempo se escapase sin intentarlo. Por esos mismos años, el belga Raoul Vaneigem escribía Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones y aparecía La sociedad del espectáculo, de Guy Debord. En el texto de Vaneigem se proponían cambios imprescindibles frente al aburrimiento y la pasividad generados por la sociedad del espectáculo: "Un mundo de placeres para ganar y nada que perder salvo el aburrimiento". Una vida de "desorientaciones", en suma, donde las cosas dejaran de tener un valor cerrado.
Ese año 1968, Liliana Porter proponía otra forma de buscar las playas más radical si cabe. En su tríptico fotográfico Arno -al fondo, una imagen del río florentino-, la mano entrometida de la artista se colaba desde el segundo fotograma y acababa por destrozar la imagen por completo: la rasgaba como quien arranca un preconcepto. Era su manera de buscar la playa bajo los adoquines; de entresacar lo "siniestro" freudiano bajo la imagen bucólica que gobierna y homogeneiza; la que nos hace olvidar cómo la mirada implica un trabajo.
Apenas un año después, en 1969, Porter presentaba en el Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires sus Sombras, una obra sutil que lleva a dimensiones reales ese trampantojo que domina como nadie: en las paredes pintaba unas sombras que creaban la sensación de verosimilitud y que, ocurre en la muestra del Museo del Barrio de Nueva York, han ido variando dependiendo del lugar.
Porque si las situaciones se nos imponen, debemos proponer otras que las desvíen. Es lo que hace Liliana Porter en sus planteamientos, aunque bien visto no sé si le gustará ser definida como un poco situacionista, incluso teniendo en cuenta que algunas de sus obras toman ese apelativo para hablar de cierta opción narrativa: dar la vuelta a la narración, desplazar, desquiciar. Es la opción más difícil, pero no importa: Porter deja claro en todas sus propuestas que el esfuerzo -el trabajo- forma parte de su poética más sólida. Forma incluso parte de la poética de sus personajes, pues bien visto todos llevan a cabo acciones trabajosas. En algunos casos -situaciones- se trata de un esfuerzo sin final concreto ni feliz -a las tejedoras les acabará por devorar su propia persistencia-. En otros es un esfuerzo reiterado para llevar a buen puerto cierto diálogo imposible.
Incluso cuando los personajes maravillosos y variopintos de Porter posan -los que la artista ha acumulado con enorme trabajo a lo largo de los años y que viven sobre la estantería de su estudio, esperando a ser llamados para posar en la fotografía o actuar en el vídeo-, deben hacer el esfuerzo de permanecer quietos y juntos -otra forma de esfuerzo bajo la apariencia estática-.
Con motivo de la exposición en Nueva York, Porter, junto a Ana Tiscornia, con la cual lleva años colaborando, ha presentado una pieza teatral. Es una invitación a reflexionar sobre el trabajo que se agazapa en cada una de las obras burbujeantes de Porter. Vuelvo a fijar la mirada en la tejedora cuyo acto reiterado ha dado lugar a una tela rosa que acabará por tragarla y regresa a mi memoria Tío Vania, de Chéjov. Han pasado tantas cosas, se han confesado tantos secretos, tanto ha cambiado en la percepción de la vida y de los propios protagonistas del relato y, no obstante, Vania y su sobrina se sientan y siguen trabajando, tratan de continuar con sus existencias como fueran antes de la llegada de los forasteros. "A trabajar, a trabajar", dicen, como Vania, los personajes de Porter cada mañana, cuando un rayo tímido de luz entra en el estudio.
Liliana Porter. Other Situations. Museo del Barrio. Nueva York. Hasta el 27 de enero de 2019.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.