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Vivo, emocional y en el momento

Teju Cole propicia en los ensayos de ‘Cosas conocidas y extrañas’ el mismo asombro ante el bagaje intelectual disfrazado de levedad que con su novela ‘Ciudad abierta’

Patricio Pron
Una de las imágenes del libro de Teju Cole.
Una de las imágenes del libro de Teju Cole.Rene Burri (MAGNUM PHOTOS)

A poco de comenzar un ensayo sobre las fotografías de aficionado con drones, Teju Cole (Kalamazoo, Michigan, 1975) admite que “a la mayoría les falta el elemento de provocación formal o de ruptura conceptual del que dependen las imágenes memorables”. El ensayo se encuentra en la segunda parte de su nuevo libro, Cosas vistas, en la que el escritor norteamericano de ascendencia nigeriana se interesa por los vínculos profundos entre fotografía y horror, la fotografía de guerra, la apropiación fotográfica y el tratamiento de imágenes por parte del buscador de Google al tiempo que aborda la obra de los fotógrafos que sí han producido ese tipo de imágenes: Saul Leiter, Gueorgui Pinkhassov, Roy DeCarava, Howard French, Richard Renaldi, Seydou Keïta, Malick Sidibé, etcétera.

Cole es historiador del arte, fotógrafo y autor de dos novelas, Cada día es del ladrón (2007, publicada en español en 2016) y la exitosa (y muy sebaldiana) Ciudad abierta (2012): si la primera narraba un regreso parcialmente frustrado a Nigeria (el autor creció en ese país africano), la segunda constituía un paseo contemplativo por una ciudad (la Nueva York posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001) que, como todas las ciudades, resultaba “un palimpsesto: escrito, borrado, rescrito” por las catástrofes de la historia. Ambas novelas estaban presididas por un raro talento para la observación, así como por algo más decididamente programático y que las vincula estrechamente (también) con los ensayos de Cosas conocidas y extrañas: una mezcla de ficción y experiencia autobiográfica que constituye el sello de su autor, no importa que este aborde una representación del Julio César de William Shakespeare a cargo de actores negros, esté hablando de Rojo de Krzysztof Kieślowski, escribiendo sobre los vínculos entre sueño y terror o narrando una visita a Jerusalén.

“Las personas están atrapadas en la historia y la historia está atrapada en ellas”, recuerda citando a James Baldwin. Se trata del tipo de certezas que atraviesa la totalidad de los ensayos de este libro. Cole es un crítico literario solvente y sus lecturas de autores como W. G. Sebald, Tomas Tranströmer, André Aciman, John Berger, Derek Walcott o Ivan Vladislavić resultan persuasivas y seductoras de la forma en que lo es siempre la inteligencia. Pero lo que las singulariza es la forma en que su autor consigue hacer confluir en ellas el carácter personal de su lectura (el aspecto deliberadamente autobiográfico de su trabajo) con las demandas urgentes de los acontecimientos políticos y la inscripción del sujeto en los acontecimientos históricos; así, Cole concluye su texto sobre Baldwin con la constatación de que “la noticia del día (una vieja noticia, pero lacerante como una herida abierta) es que la vida de los negros en Estados Unidos es desechable desde el punto de vista de la policía, la justicia, la política. […] Baldwin escribió Stranger in the Village hace más de sesenta años”: el movimiento Black Lives Matter y la violencia contra los afroamericanos no son nunca mencionados en el texto (sí en otros de este libro), pero están “atrapados” en él como la historia está atrapada en el sujeto y este, en la historia.

A raíz de esto último, la distribución de los textos en tres grandes secciones temáticas, correspondientes a los ensayos literarios (‘Cosas leídas’), la escritura sobre fotografía y los viajes (‘Estar allí’) es el aspecto menos convincente de Cosas conocidas y extrañas. La obra de Teju Cole se inscribe en la tradición de la literatura del flâneur cuyos autores más destacados fueron Charles Baudelaire, Walter Benjamin, Robert Walser, Franz Hessel, Peter Handke y W.G. Sebald; la especificidad de esa literatura es la profunda imbricación de los actos de observar y pensar, de la deriva intelectual y la espacial, de la disolución de la identidad individual en la colectiva. Cole lleva a cabo todos estos cruces con una facilidad que propicia la fascinación, el asombro ante el bagaje intelectual disfrazado de improvisación y levedad, que caracterizaba Ciudad abierta y la convirtió en una de las novelas de la década. Es como si Teju Cole fuese un V. S. Naipaul que todavía observa y se observa observando, sin la preferencia del estilo sobre la verdad que caracteriza la obra tardía del premio Nobel. La suya no es una literatura de la “provocación formal” (Cole tiene la claridad y cierta fingida transparencia que distinguen la tradición del ensayismo anglosajón), pero sí de la “ruptura conceptual” que el autor asociaba en la pieza sobre la fotografía aérea con la producción de “imágenes memorables”. Las cosas “conocidas y extrañas” del título son sólo una, familiar y desconcertante al mismo tiempo cuando es sometida a la mirada de alguien como el autor, y resumen la experiencia de estar vivo emocional e intelectualmente en este momento histórico. El nuevo libro de Cole está imbuido por completo de esa experiencia y reúne algunas de las “imágenes memorables” más importantes del último año.

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Autor: Teju Cole (traducción de Miguel Temprano García).


Editorial: Acantilado (2018).


Formato: tapa blanda (400 páginas).


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