Terreno fértil
Campo Adentro, un proyecto multidisciplinar que vincula arte, territorio y agroecología, abre en Madrid el Centro de Acercamiento a lo Rural
El campo siempre ha sido lo otro. Las élites intelectuales urbanas buscaron siempre distinguirse del campesino tachándolo de bárbaro ya al inicio de la Ilustración, y las vanguardias artísticas fueron también un fenómeno propiciado por la fuga de talentos a las ciudades como espacios privilegiados para la oportunidad, al ritmo del desarrollo de las revoluciones industriales, y de un arte convencional que idealizaba lo campestre. El mito del progreso, también en el arte, pasaba por la urbe, lejos de lo rural y cada vez más ligado a la experiencia de consumo. Un arte global izado basado en la hipermovilidad y una potente industria económica jerarquizada, las palabras que mejor definen la idiosincrasia del mundo del arte.
De esa espiral es tan difícil entrar como salir, aunque hay otras prácticas que buscan hoy nuevas formas de presencia, seguramente como respuesta a la creciente vida virtual y a corrientes de pensamiento como el nuevo materialismo, el poshumanismo, el ecofeminismo o la teoría afectiva. Un arte que responde a un modelo en quiebra con lo político, lo económico y lo ambiental, y que no sólo funciona como fuga, sino como referencia para un cambio. En el contexto artístico se habla ya de lo extitucional, esas prácticas que se sitúan fuera de la institución bajo el deseo y la necesidad de llegar más allá, de abordar una redefinición de los modos, los medios y los objetivos de una posible tercera fase de la crítica institucional, esa que desde los años sesenta cuestiona el museo como territorio en el que trabajar.
Bajo ese prisma hay que leer un proyecto como Campo Adentro. En 2010 nació buscando una nueva sensibilidad artística, un nuevo campo de práctica y referencias. Al frente está Fernando García Dory y una idea de plástica eco-social que, dice, “se resume en un manifiesto de tres términos: arte, territorio y cultivo, y cambio social. Un arte vivo, un entorno que habitamos desde la agroecología y un cambio social en la dirección de las nociones de Murray Bookchin, padre de la ecología social y el municipalismo libertario, y de la cosmovisión andina del sumak kawsay o, lo que es lo mismo, las nuevas teorías del buen vivir”.
El proyecto Campo Adentro aspira a generar una masa crítica creativa para cuestionar las dinémicas de poder
Campo Adentro se basa en la presunción de que el medio rural ofrece un espacio físico y cultural para la generación de diversas formas de vida que difieren del modelo hegemónico. Unas formas de vida que aspiran a generar una suficiente masa crítica creativa como para poner en cuestión dichas dinámicas de poder, así como las relaciones entre centro-periferia. Está cerca de la idea de ecología de Mustarinda en Finlandia, de las técnicas de investigación de Forensic Architecture o del énfasis social de Future Farmers en San Francisco. Aunque en Latinoamérica es donde se concentra la mayor red de proyectos trabajando en su mismo prisma: Beta-Local (Puerto Rico), M7Red (Buenos Aires), Casa do Povo (Brasil), Más Arte Más Acción (Colombia), Cráter Invertido (México) y Universidad de la Tierra (Oaxaca, México).
A lo largo de los años, Campo Adentro ha ido creciendo y mutando. Los tres primeros fueron un esfuerzo de producción, con 22 intervenciones en otros tantos pueblos por toda la Península. Luego bajaron el ritmo creando grupos de estudios con Matadero Madrid y Casco Projects en Utrecht, sobre la relación de arte, territorio y cambio social. De ahí salió una línea editorial con cinco títulos hasta la fecha y su presencia en Documenta 13. Más tarde llegó el programa Método Móvil como forma de intervención en comarcas rurales en resistencia, como la próxima que se celebrará en Liébana, Cantabria, de la mano de Fluent. En 2016 el proyecto recaló en la Bienal de Estambul o la Whitechapel de Londres, produciendo filmes, cerámicas, microarquitecturas, vestuario o performances. Fue entonces cuando se formó Inland, un grupo de nueve componentes que trabajan en una doble voluntad de producción cultural y agraria, con espacios en red en el campo y la ciudad y una apuesta por pedagogías experimentales como Nuevo Currículum, apoyado por la Fundación Carasso y que pusieron en marcha este verano con nueve universidades y comunidades rurales. Desde hace unos días, además, tienen casa en Madrid, un espacio cedido por 10 años por la Comunidad: el Centro de Acercamiento a lo Rural.
Coloquialmente lo llaman CAR y no deja de ser simpático en su reclamo de una ciudad lenta, a paso de peatón y bicicleta. Entre sus tareas está activar talleres de autoedición, una estación de radio o un centro de documentación y residencias. Trabajan tanto con el Centro de Humanidades de la Cabrera, en la Sierra norte de Madrid, como con la Serpentine Gallery de Londres, Matadero Madrid, el Pompidou de París y el PEI del Macba. Quien habita el territorio, en simbiosis, como la figura del pastor, es referente en tanto que persona con un sofisticado conocimiento del territorio para el provechamiento sostenible de sus recursos. De hecho, parte del trabajo de Inland es promover y coordinar una Red Europea de Pastores donde trabajan junto con los pastores de renos del pueblo sami, la única cultura indígena en Europa. “Crear un movimiento social desde lo subalterno, como operación entre arte útil y conceptual, implica ensayar estrategias culturales de mitificación del pastor como forma de empoderamiento”, añade García Dory.
Aunque en la base del proyecto está repensar la piedra angular del sistema del arte: lo que entendemos por transmisión del arte, el papel del artista y los modelos de producción. “El arte actual es un lenguaje complejo cuyas estéticas no siempre alcanzan diferentes grupos sociales. Nuestra voluntad es que esos lenguajes culturales no existan sólo para el consumo de élite, máxime ahora que los populismos se extienden. Ensayamos nuevas formas de producción que combinan un conocimiento agroecológico ancestral que corre el riesgo de desaparecer a medida que la última generación del campo envejece, con la sensibilidad contemporánea. Y de ahí poder crear prácticas localizadas, formas mestizas y agencias híbridas de artista-campesino-indígena que puedan servir de sustrato cultural para espacios inclusivos de posibilidad, de sostenerse, de revitalizar ciudad y campo. Más que un arte acelerado y ensimismado, un arte que nutra”.
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