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Columna
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El tiempo

La serie alemana ‘Dark’ desconcierta al espectador con sus continuos saltos temporales en los que “el pasado influye en el futuro y el futuro influye en el pasado”

Ángel S. Harguindey

Lo dijo Rafael El Gallo: “Hay gente pa tó”, y es cierto. Según la plataforma Netflix, su primera producción alemana, Dark, ha sido un éxito de audiencia en Estados Unidos, Brasil, Italia, Turquía, España y Francia. Cerca de diez horas de una historia en la que lo natural y lo sobrenatural se entremezclan con constancia; en la que las desapariciones de varios niños en el pequeño pueblo de Widen permiten intuir un cierto tono de thriller; en la que la presencia, casi omnipresencia, de una central nuclear podría alentar al ecologimo más radical y en la que, sobre todo, las reflexiones sobre el tiempo, “ese enorme campo de batalla”, permiten a su guionista, la actriz y escritora Jantje Friese, desconcertar al espectador con sus continuos saltos temporales en los que “el pasado influye en el futuro y el futuro influye en el pasado”, hacen de Dark una serie densa que hay que afrontar con paciencia y, si es posible, tomando apuntes. Insisto: “hay gente pa tó”.

Formalmente muy correcta y con una producción notable, quizá lo más destacado sea el casting: encontrar actrices y actores que posean ciertas similitudes en sus aspectos pese a que tienen que desempeñar los mismos personajes con 33 años de diferencia —la acción transcurre en 1986 y 2019— no debió de ser fácil. En realidad, todo es correcto, aunque, probablemente, diez horas de relato sea un exceso en la por lo general sobria Alemania. Ya se está rodando una segunda temporada.

Y si en Dark “el pasado influye en el futuro y el futuro influye en el pasado”, está claro que en España el pasado es el que influye en el presente y el presente trata de influir en el pasado. Basta comprobar en los informativos los saltos temporales de la derecha política respecto a la exhumación de los restos de Franco: sí, no, me abstengo, o el reverdecer del nacionalismo proteccionista en lo cotidiano con esa profusión de etiquetas de “lo nuestro” o “fet aquí” en los supermercados catalanes. Viajamos al pasado.

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