Katie Mitchell, en el lado de la sombra
El debut dramático en España de la directora británica ha sido una filigrana portentosa
Quizás uno de los mejores espectáculos que han pasado por el Grec sea Sombra (habla Eurídice), de 2016, basado en la obra de Elfriede Jelinek, visto en el Lliure, el pasado 12 y 13 de julio, con gran acogida. El debut dramático en España de la directora Katie Mitchell es una filigrana portentosa. Entrelaza dos realidades: una versión actual del mito de Orfeo y Eurídice, y cómo se convierte en excelente película ante nuestros ojos a cargo de un equipo de magos de la Schaubühne de Berlín. Todos deslumbran (y son una veintena), así que destacaré los nombres de Ingi Bekk (vídeo), Melanie Wilson (sonido), Nils Haarmann (dramaturgia) y Alex Eales (escenografía). En una cabina de doblaje, Cathlen Gawlich es la voz (monólogo interior) de Eurídice, a quien Jule Böwe encarna en pantalla y escenario. Orfeo es Renato Schuch y Cerbero es Maik Solbach.
La historia se cuenta en clave feminista y desde el punto de vista de Eurídice, una escritora que rechaza seguir a Orfeo, rockero posesivo y voluble, y decide quedarse en el lado de la sombra: la muerte como refugio, como aquella “habitación propia” que anheló Virginia Woolf. Los pasajes del infierno son las callejuelas de la ciudad nocturna, que recorren con un Volkswagen (y luego en ascensor). No me parece buen negocio que para liberarse haya que morirse antes: como texto prefiero Eurídice, de Sarah Ruhl, pero como puesta, teatral y cinematográfica, Sombra es puro virtuosismo.
Charlotte Higgins, de The Guardian, llamó a Katie Mitchell “la reina en el exilio”. Lo del exilio es discutible, pero Higgins quizás quería hermanarla con Peter Brook y Deborah Warner, grandes talentos británicos que renacieron en Europa tras sufrir el desentendimiento con las instituciones, la crítica o el público. El de Katie Mitchell fue, cuenta Higgins, con Nicholas Hytner, director del National Theatre (NT), que había apoyado su carrera hasta que le pareció que tomaba rumbos demasiado experimentales. Esto coincidió con una lluvia de propuestas artísticas, sobre todo en Alemania (la primera, del Schauspiel de Colonia). Se afianzó entonces su vínculo artístico con el cineasta Leo Warner: mano a mano comenzaron a practicar ese género a caballo entre el cine y el teatro, y que a ambos les daría éxitos como Waves (2006, NT) y Miss Julie (2010, Schaubühne), dos aclamadas reinvenciones de Woolf y Strindberg.
En 2016, la “reina en el exilio” hizo tres montajes en Londres: volvió al NT, ahora bajo el mando de Rufus Norris, para dirigir Cleansed, de Sarah Kane; llevó al Barbican The Forbidden Zone, que hizo con Leo Warner y Duncan MacMillan para el festival de Salzburgo, y en el Royal Court presentó Ophelia’s Zimmer, una lectura feminista de Hamlet a cargo de Alice Birch, que también firma la adaptación de Sombra. Y para enero de 2019, Cate Blanchett y Stephen Dillane protagonizarán, a las órdenes de Mitchell, la nueva obra de Martin Crimp en el NT: su largo título es When We Have Sufficiently Tortured Each Other: Twelve Variations on Samuel Richardson’s ‘Pamela’.
Babelia
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