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Columna
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Eutanasia

‘Mary me mata’ plantea el derecho a la muerte digna no desde la política institucional, sino desde la práctica individual de una doctora de Urgencias

Ángel S. Harguindey

La estupenda serie canadiense Mary me mata (#0, en Movistar) plantea uno de los temas sociales más interesantes de este siglo: el derecho a la muerte digna, una cuestión que, mal que bien, va siendo aceptada en los países desarrollados y que se ha convertido en una de las últimas reivindicaciones de la libertad individual.

Hay pocos sucesos más lamentables y significativos de la derecha en el poder como el caso del doctor Montes: coordinador del Servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, fue denunciado y cesado en 2005 por Manuel Lamela, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid —la de las “ranas” de Esperanza Aguirre—, a raíz de dos denuncias anónimas en las que se le acusaba de sedaciones en dosis elevadas a enfermos terminales. La caverna se cebó en él por más que, después, su caso fuese archivado. El doctor Montes fue presidente federal de la Asociación Derecho a Morir Dignamente desde 2009 hasta su muerte, en 2018.

En marzo de 2017, la Asamblea de Madrid aprobó por unanimidad la proposición de ley de derechos y garantías de las personas en el proceso final de la vida, que reconoce el derecho a recibir cuidados paliativos integrales que incluyen el tratamiento del dolor y la sedación paliativa, y a elegir recibirlos en el propio domicilio. Años antes, en 2013, el exconsejero Lamela fue imputado por cohecho y prevaricación por su política de privatizaciones de la sanidad pública. Cuestión de estilo.

Mary me mata, creada por Tara Amstrong e interpretada por Caroline Dhavernas, plantea la cuestión no desde la política institucional, sino desde la práctica individual de una doctora de Urgencias que ayuda al buen morir de los enfermos terminales que se lo solicitan, sin discursos morales ni subterfugios de los biempensantes, aunque, eso sí, mezclado todo ello con las investigaciones policiales de quienes persiguen lo que, de momento, es considerado ilegal. Son seis los capítulos de la primera temporada de una de las series más interesantes de las exhibidas este caluroso verano.

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