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Feria de San Fermín
Crónica
Texto informativo con interpretación

Durísimo cierre de Miura

Una complica corrida del hierro sevillano impidió el lucimiento de una terna entregada

Rubén Pinar, en un momento de apuro ante su segundo toro.
Rubén Pinar, en un momento de apuro ante su segundo toro.Villar López (EFE)
Antonio Lorca

Una durísima corrida del legendario hierro de Miura cerró la feria de San Fermín, cinco toros de otra época, muy serios, de impresionante arboladura, pero muy complicados, imposibles para el toreo actual, de embestida descompuesta, broncos, violentos, repartidores de derrotes, gañafones y cabezazos por doquier… Y un cuarto toro de Fuente Ymbro, una mole de carne de 620 kilos de peso, que no podía con su alma.

Frente a todos ellos una terna de toreros modestos, de los que de verdad necesitan una oportunidad de oro para seguir adelante, Rafaelillo, Rubén Pinar y Pepe Moral, que ofrecieron una verdadera lección de responsabilidad, y hicieron gala de una extraordinaria preparación física y absoluta entrega para cumplir con tan exigente compromiso. Bueno será que la Casa de Misericordia lo tenga en cuenta y vuelva a contratarlos para el próximo año. Si no cortaron orejas no fue por su culpa. No es nada fácil estar más dispuestos que estos tres hombres frente a seis toros que les buscaban el alma para lanzarla por las nubes. Es esta otra imagen del toreo del siglo XXI, muy alejada del pellizco artístico, pero real; es otra visión del torero, pero igualmente admirable.

Impresionante la arboladura del sexto de la tarde, y temible ante Pepe Moral, que sorteó como bien supo los derrotes infames de un animal dispuesto a llevárselo por delante ante el menor descuido, y que no le fue fácil mandarlo al limbo de los toros; muy exigente el tercero, de gran movilidad cargada de extrema dificultad, muy incómodo durante toda la lidia y decidido a agotar -como así ocurrió- a su matador.

MIURA/RAFAELILLO, PINAR, MORAL

Cinco toros de Miura, bien presentados, mansos, violentos, broncos, durísimos; y uno -el cuarto- de Fuente Ymbro, gordinflón, descastado y hundido.

Rafaelillo: casi entera y cuatro descabellos (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Rubén Pinar: casi entera perpendicular y caída (ovación); estocada _aviso_ y un descabello (vuelta al ruedo).

Pepe Moral: estocada (ovación); dos pinchazos, casi entera y dos descabellos (silencio).

Plaza de Pamplona. Octava y última corrida de la feria de San Fermín. 14 de julio. Casi lleno.

Áspero y violento el segundo de la tarde, al que Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez banderillearon con torería, pero que ofreció nulas posibilidades a Rubén Pinar, quien aguantó cómo el correoso quinto le puso los pitones en la cara con intención de robarle el corbatín.

El primero de la tarde ya anunció de salida las peligrosas intenciones de toda la corrida, y lanzó despiadados derrotes y cabezazos al menudo cuerpo de Rafaelillo, que se vio obligado a sudar de lo lindo para salir ileso del envite; menos genio malo demostró el representante de Fuente Ymbro, pero su obesidad mórbida fue un impedimento para el lucimiento.

Total, que los tres toreros se emplearon a fondo, y orgullosos deben estar de haber vuelto al hotel sanos y salvos, aunque esta feliz circunstancia no los reconforte.

Los tres se lucieron con el capote. Rafaelillo recibió al primero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y lo mismo hizo ante el cuarto, con el añadido de varias verónicas también de hinojos. Pinar se lució a la verónica en su lote y en un par de chicuelinas ceñidas; y Moral también optó por las largas cambiadas de rodillas en el tercero, y airosas verónicas en sus dos toros.

Y eso fue todo. Los mismo toros que permitieron una mínima esperanza a poco de salir de chiqueros cambiaron de repente su comportamiento y decidieron, todos a una, que el toreo de hoy no estaba hecho para ellos.

Así las cosas, las peñas cantaron y bailaron más que ninguna otra tarde, y el presidente escondió su pañuelo cuando le pidieron la oreja del quinto para Pinar. Y no es que la mereciera, pero se han dado tantas…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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