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Resurrection Fest
Crónica
Texto informativo con interpretación

Contigo empezó todo

Megadeth y Scorpions emocionan al público en la tercera jornada del Resurrection Fest

Un momento del concierto de The Scorpions en el Resurrection Fest.
Un momento del concierto de The Scorpions en el Resurrection Fest.OSCAR CORRAL
Rafa Cabeleira

La escena encierra todas las bondades del realismo mágico: un adolescente pidiendo audiencia con el alcalde porque se le ha antojado ver a su grupo favorito, Sick of it all, sin necesidad de dormir fuera de casa. A Melchor Roel, que había pasado tres años en la cárcel uruguaya de Punta Carreta por motivos políticos, formó parte del sindicalismo español en los ochenta y vivió de cerca los años inquietos del bipartito gallego, todavía le faltaba una cosa por ver. Un cáncer de pulmón se llevó al alcalde de los sueños imposibles pero la banda de hardcore neoyorquina regresa a Viveiro, al Resurrection Fest, una vez más para gozo personal de Iván Méndez —el muchacho con el que empezó todo— y toda la fanaticada que arrastran tras de sí los hermanos Koller.

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Las dudas y el respeto se entremezclan cuando uno pregunta por los grandes nombres del cartel: Scorpions y Megadeth. Sarah, una chica de Dublín que aprovecha el mediodía para recopilar rayos de sol en una terraza de Covas, cuenta que no habría venido desde tan lejos para ver a Mustaine ni corear una balada de los germanos pero admite que sus trayectorias merecen el reconocimiento de las grandes mayúsculas y el escenario principal. Lleva una camiseta de Paradise Lost, a Betty Boop tatuada en el antebrazo derecho y este es su tercer año en el Resurrection: “Galicia es como Irlanda pero sin tanta música tradicional”, dice. Se me pasa por la cabeza mentarle a Manuel Fraga Iribarne y sus investiduras, rodeado de centenares de gaiteiros, pero decido que ninguno de los dos está preparado para abrir ese melón.

En los escenarios del campo de fútbol de Celeiro brillan los Rise Of The Northstar, una de las bandas con más acólitos dentro y fuera del recinto. Queda menos de una hora para que Megadeth invada el escenario principal y la gente aprovecha para hidratarse en las barras del festival. Mustaine aparece como de costumbre, con su camisa sin planchar, sus altas muñequeras y el rostro escondido tras una melena que miente sobre su verdadera edad. Su voz suena a lamento pero su guitarra nos recuerda por qué se le considera uno de los grandes dentro del trash-metal. Todos esperan los primeros acordes de Simphony of Destruction para desatar a la bestia y rendir pleitesía al chico malo de La Mesa, California: aguante, Megadeth.

Leprous nos devuelve momentáneamente al presente del metal y, casi de inmediato, comienza la actuación de Scorpions. Se afanan por demostrar que han sido mucho más que una banda especializada en baladas poderosas y uno, que no les guarda un especial aprecio, no puede menos que rendirse al virtuosismo que acreditan sus manos arrugadas. Paradise Lost encandila a una legión de admiradores, incluida una Sarah a la que distingo desde la distancia por su piel brillante: el sol del mediodía no ha podido con su naturaleza celta. Luego llega el turno de los albaceteños Angelus Apatrida, una de esas bandas que no faltan a la cita de Viveiro año tras año, ya sea como protagonistas o como público. Juegan en casa y eso se nota. Tan solo los rigores horarios impiden que su actuación se prolongue hasta el día siguiente. Abandonan el escenario mirando al cielo de Viveiro, el mismo en el que se inspiró Iván Méndez para parir este monumento anual al rock: contigo, amigo, empezó todo.

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