Manifesta: una memoria inacabada
Palermo, Capital Italiana de la Cultura 2018, acoge la 12ª edición de la exitosa bienal artística de experimentación de transformaciones sociales y ambientales
No hay mejor ocasión para escapar de la banalidad y el academicismo del arte actual que visitar Manifesta. La bienal europea itinerante es una compañera de vida casi perfecta: cosmopolita y ambiciosa, trabaja cooperativamente y sobre el terreno, no usa maquillaje ni tiene caprichos millonarios y su desagrado por las etiquetas la contiene de definirse como feminista y socialista, pero de hecho lo es. Prácticamente nada de lo que anuncia es trivial, no escucha al mercado ni lo necesita, es enérgica, descarada y su único gesto de vanidad aparente es cambiar de fecha y lugar de nacimiento.
Durante cuatro meses, 50 artistas y arquitectos roturarán Palermo para crear su Jardín planetario, con esa idea medieval (animales y plantas como una red íntegra de símbolos) y universal de recuperar los depósitos culturales, experimentar con nuevas especies, estudiar las transformaciones sociales y relacionarse con lo no-humano. Parafraseando uno de los títulos de Leonardo Sciascia, Manifesta 12 es el lugar de la futura memoria, si es que la memoria tiene futuro. El escritor de Racalmuto (Agrigento, 1921-1989) había vislumbrado en la grandilocuente y trágica capital del antiguo reino de las dos Sicilias, con sus mercados árabes, sus iglesias barrocas y sus catacumbas de espanto (!), una gran plaza pública que ya empezaba a emitir las señales para el prospecto del futuro global: la idea de la política como delito y el poder como acto criminal. “Los científicos dicen que la línea de la palmera, que es el clima adecuado para el crecimiento de la palma, se mueve hacia el norte, cincuenta centímetros al año, y de ese norte al sur de otros nortes. Empieza la era de los monstruos y los fantasmas. Que el cielo nos ayude”, relata en El día de la lechuza (1961), su primera novela sobre la Mafia.
Para las primeras exploraciones y trabajos de campo, los comisarios Bregtje van der Haak, Andrés Jaque, Ippolito Pestellini y Mirjam Varadinis recurrieron al cielo, sí, a esa nube filosófico-pragmática que es la Office for Metropolitan Architecture (OMA). Los arquitectos y sociólogos de la oficina holandesa, con bases en medio planeta, eran conscientes de que debían trabajar sobre un avispero, sigilosamente, y con la imagen in mente del hombre desnudo que aparece en el escudo de Racalmuto, que hace el signo del silencio frente a una torre hermética sobre un lema en latín que invita a callar: “En el silencio me fortifiqué”. Si la omertà había borrado las barreras de lo permitido, el arte las volvería a colocar casi como si se tratara de una vendetta.
La bienal europea itinerante es una compañera de vida casi perfecta: cosmopolita y ambiciosa, trabaja cooperativamente y sobre el terreno
El resultado es el volumen Atlas Palermo, que recoge estadísticas sin paliativos de un “nudo geográfico de flujos incontrolados, bienes, personas, datos, semillas y gérmenes”. El informe ha servido a los artistas para articular palabra e imagen, dando momentos “artísticos” de clarividencia a partir de la información sobre espacios abandonados, infraestructuras incompletas, espacios degradados, zonas de vigilancia militar y localizaciones cinematográficas.
Así, no es extraño que los artistas hayan optado por traducir a lenguajes muy directos la tinta de azufre de la corrupción con la que se ha escrito la historia de la ciudad. La Mafia y sus víctimas, el capitalismo corporativo y la militarización son el ovillo de cuyos hilos tiran Tania Bruguera, Laura Poitras, Yuri Ancarani y los colectivos Rotor, The Peng! y Forensic Oceanography. Estos últimos exhiben muy oportunamente sus investigaciones sobre la “economía de la muerte” en el Mediterráneo, evidenciando los “patrones” europeos de no-asistencia en las aguas y la criminalización de los rescates a cargo de las ONG.
Uno de los atractivos de Manifesta 12 son los espacios de exhibición. Muchos edificios están en estado ruinoso o en proceso de rehabilitación: el muy shakespeariano teatro Garibaldi, el rotundo Palazzo Butera o el Oratorio di San Lorenzo, presidido por la reproducción 2.0 del caravaggio Natividad con san Lorenzo y san Francisco de Asís (el original fue robado hace medio siglo), testigo mudo de la instalación sonora de Nora Turato sobre el poder transformador de la feminidad exclusiva en el violento entorno del cruel matriarcado palermitano. En la Casa del Mutilato, Cristina Lucas firma una videoinstalación sobre el sueño de volar y sus pesadillas convertidas en estadísticas de civiles fulminados desde el aire. Jordi Colomer actúa desde un lugar en suspensión, en una caleta cercana a la Casa de la Caridad Padre Massina, con el vídeo New Palermo Felicissima, donde desentraña los nódulos de las gentes que vacilan al borde de la invisibilidad.
La clave final del evento se halla en la Pinacoteca Nacional. Hay que alcanzarla —aunque el sitio no esté incluido en el recorrido— y llegar a la pintura Vista de Palermo (1875), de Francesco Lojacono, una tranquila escena rural donde se aprecian diferentes especies botánicas, pero ¡ninguna de ellas originaria del campo siciliano! El jardín planetario era, y es, la memoria futura.
Fuera ya del museo, notaremos cómo el ritmo de la bienal nos obliga a descartar para siempre el silencio, un silencio que nunca fue el de sus muertos.
‘El jardín planetario. Cultivar la coexistencia’. Manifesta 12. Palermo, Sicilia. Hasta el 4 de noviembre.
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