Feria de San Isidro o el protagonismo de un largo y aburrido tercio de muleta
Acudieron 619.570 espectadores a los 33 festejos y se concedieron 36 orejas y un rabo
San Isidro ha sido la feria del agua, -por lo mucho que ha llovido-, la de los graves errores presidenciales, la de los toros mansos y descastados, la de otros muchos que se marcharon con las orejas colgando, la del triunfo de los banderilleros, la de la ausencia de la suerte de picar, la de la manifiesta comodidad de las figuras, la del recuerdo de algunos (peligrosos e interesantes) hierros toristas, la del rabo que cortó el rejoneador Diego Ventura…
No es fácil resumir en cuatro palabras 33 festejos (desde el 8 de mayo al 10 de junio), -26 corridas de toros, 4 espectáculos de rejoneo y 3 novilladas con picadores-, en los que ha habido de todo, pero todos han confirmado que la tauromaquia ha entrado de lleno en un nuevo ciclo: el protagonismo de un largo y aburrido tercio de muleta, empujado por un reducido grupo de cómodas figuras, el liderazgo de un público triunfalista, jaranero y orejero y la ausencia manifiesta de aficionados exigentes.
En primer lugar, los datos:
Se anunciaban 34 festejos, pero la corrida del día 28 de mayo fue suspendida a causa de la lluvia. O eso se dijo oficialmente, aunque no quedó claro. Estaban anunciados toros de Partido de Resina para los matadores Sánchez Vara, Javier Castaño y Thomas Duffau, que perdieron una oportunidad, quién sabe si fundamental para sus vidas.
Se concedieron 36 orejas -19 para los matadores, 15 y un rabo para los rejoneadores y 2 para los novilleros-, se abrió seis tardes la puerta grande: dos para Diego Ventura, y una para Alejandro Talavante, López Simón, Sebastián Castella y el rejoneador Andy Cartagena.
De todos los que hicieron el paseíllo destaca el papel sobresaliente del caballero Ventura, que cortó siete orejas y un rabo, que le convierte en el primer rejoneador de la historia que pasea los máximos trofeos en Madrid.
La empresa Plaza1, que gestiona Las Ventas ha informado que se han vendido 619.570 entradas, que la asistencia media ha sido de 18.775 espectadores diarios, lo que supone un 80 por ciento del aforo, y que en siete días se ha colgado el cartel de ‘no hay billetes’ (23.624 espectadores). En total, se vendieron unas 8.000 entradas menos que el pasado año. Asimismo, la feria comenzó con 15.482 abonados, 776 menos que en mayo de 2017.
En segundo lugar, el problema.
El toreo de capa ha brillado por su ausencia. Han sido contadísimos los quites; y se recuerdan más los providenciales que los artísticos.
Ha desaparecido el tercio de varas, se mantiene -no siempre- el de banderillas gracias a una amplia pléyade de grandes toreros de plata, y toda la lidia se reduce a la muleta, que se convierte, por lo general, en un largo y aburrido trance de muletazos soporíferos.
Es llamativo que en 33 festejos solo se recuerden no más de cuatro picadores: Agustín Navarro, Guillermo Marín, Héctor Vicente y Agustín Romero.
Imposible sería destacar todos los grandes pares de banderillas que se han clavado en la feria; en nombre de todos los toreros, destacan Fernando Sánchez, sobresaliente durante varias tardes, David Adalid, autor de un par extraordinario ante un toro de Dolores Aguirre, y Vicente Ruiz, que se jugó el tipo ante otro de Saltillo.
En tercer lugar, el escenario y sus circunstancias.
La plaza de Madrid causa mucho respeto a los toreros porque muchos de ellos deciden en su arena el curso de la temporada y, a veces, la trayectoria de su vida profesional. A pesar de todas sus deficiencias, Madrid sigue siendo un alto tribunal difícil de convencer, y no ya por el veredicto de los tendidos, sino por el tipo de toro que se lidia y las exigencias artísticas de la tauromaquia moderna.
Ello explicaría en parte el creciente número de toros que han ofrecido posibilidades de triunfo y que no han sido aprovechadas por sus lidiadores. En el lejano recuerdo quedan ejemplares de Fuente Ymbro, Baltasar Ibán, Las Ramblas, Puerto de San Lorenzo, Núñez del Cuvillo, Alcurrucén, entre otros.
En cuarto lugar, los triunfadores.
Alejandro Talavante ha sido declarado triunfador de la feria; actuó tres tarde, cortó tres orejas, y dibujó, es cierto, momentos estelares, pero ante los toros nobles, dulzones y bondadosos de Núñez del Cuvillo, ganadería triunfadora del ciclo precisamente por esas tres razones.
Con toros del mismo hierro se recuperó López Simón, que dejó atrás su etapa anodina y salió a hombros; eso sí, tras una voltereta que amansó al público.
También destacaron El Juli y ‘Licenciado’, un toro de Alcurrucén, brillante hijo de su época, colaborador imprescindible para el éxito.
Luis David Adame cortó una oreja a ‘Obú’, un artista de Juan Pedro Domecq, y otra paseó Ureña de ‘Cuba II’, de Puerto de San Lorenzo.
Pepe Moral mató mal a ‘Chaparrito’ de Adolfo Martín -toro triunfador de la feria- y se cerró la puerta grande.
Sebastián Castella salió a hombros tras una muy sentida faena a ‘Juglar’, un noble ejemplar de Garcigrande, que le propinó una espantosa voltereta cuando manejaba el capote de la que salió milagrosamente ileso.
Cayetano se mostró como un torero de raza, valiente y entregado, la tarde del 1 de junio ante un toro de Victoriano del Río.
Fortes no cortó trofeos el 11 de mayo por una decisión presidencial gravemente errónea; Javier Cortés, valiente, resultó herido por un toro sobrero de José Luis Marca, y la misma mala suerte tuvo El Cid ante un toro de Adolfo Martín.
Un nombre muy destacado de la feria de San Isidro ha sido Octavio Chacón, un modesto torero que se agigantó la tarde de los ilidiables ‘saltillos’, sorprendió y emocionó a todos por su valor, oficio, profesionalidad y responsabilidad.
En quinto lugar, los hierros toristas.
Diez ganaderías ‘duras’ -Partido de Resina no lidió- se presentaron al examen de San Isidro, y todas demostraron que es posible otra tauromaquia basada en el toro fiero, agresivo y complicado. No son toros para el toreo moderno, no admiten la faena de redondos y naturales, pero encierran una emoción indiscutible.
Y el rabo…
Diego Ventura, el número uno del rejoneo actual, hizo historia el sábado 9 de junio al cortar las dos orejas y el rabo a un toro de Los Espartales. Al margen de polémicas, ahí queda el triunfo inapelable.
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