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Si las paredes de la Aljafería hablasen

Un historiador localiza y estudia los dibujos grabados durante siglos sobre las paredes del monumento zaragozano

El historiador Alejandro Martín muestra los grafitos del palacio de la Aljafería.Vídeo: DAVID ASENSIO
Manuel Morales

Una raya, dos, tres, cuatro… hasta siete, otra semana más. La cuenta de los días pasados entre esas paredes, que hoy parece un juego de niños, fue realizada probablemente por algún reo que ansiaba salir de la prisión que, durante siglos, fue el palacio de la Aljafería, en Zaragoza, hoy sede de las Cortes de Aragón y, en su origen, fortaleza árabe. Ese tosco grafito es uno de los 1.583 que ha localizado y estudiado el historiador zamorano Alejandro Martín López (1983). En las paredes, suelos y columnas de este monumento, patrimonio Mundial de la Unesco, hay 89 barcos, castillos, una virgen, un cadalso con guillotina, animales, enormes jarras de cerveza, firmas… todos realizados con algún objeto con punta, una moneda, un punzón, un botón... rastros de lo que él llama "la intrahistoria" de un edificio, para testimoniar quién pasó o penó por allí.

La mayoría de los grafitos se encuentra en la zona más antigua del conjunto palaciego, la torre del Trovador, del siglo IX, cuya misión fue hacer de vigía. Entre los turistas, que miran curiosos, Martín ilumina con su móvil las paredes donde hay dibujos, a veces difíciles de ver. Por ello, él se tomó la molestia, durante dos meses, en el verano de 2010, de rastrear palmo a palmo la Aljafería y, cuando hallaba un grafito, colocaba sobre él un soporte transparente para poder calcarlo. Martín es experto en arquitectura naval medieval, el tema de su tesis. Llegó a la Aljafería buscando las galeras talladas sobre la piedra de las que había oído hablar, pero como encontró mucho más, decidió catalogarlo todo. A ello le ayudó el también historiador Luis Miguel García Simón.

Uno de los grafitos y abajo a la derecha el calco en papel.
Uno de los grafitos y abajo a la derecha el calco en papel.Alejandro Martín

"Hasta hace pocas décadas, la historiografía no mostraba interés por los grafitos, pero hoy se le da el valor de ser una información sin censura, porque se hacían de forma oculta o en sitios poco visibles", dice. Sin embargo, hasta hoy ninguna institución se ha mostrado interesada en publicar el estudio de Martín, salvo una revista británica especializada, en la que escribió sobre las galeras. "Son los grafitos más interesantes, con sus velas desplegadas... hay hasta un barco con un corte axial para explicar su interior, de lo que se deduce que sus autores eran expertos marinos". Ahora, ha publicado un artículo en la web Canal Patrimonio, de la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, en la que es técnico de investigación, para contar su paciente trabajo.

La Aljafería fue una residencia de recreo que el rey moro de la taifa local levantó en el siglo XI, alrededor de la torre del Trovador, para hallar más fresco que en el caluroso interior de Zaragoza. Con la Reconquista de la ciudad, en 1118, el rey Alfonso I el Batallador lo eligió como palacio. Martín explica que es un conjunto arquitectónico que "siempre ha tenido función militar, adaptándose a las tecnologías bélicas para defenderse de posibles enemigos”. Fernando el Católico lo reformó y Felipe II añadió a su carácter militar el ser sede de la Inquisición. "Es entonces cuando se hacen más grafitos, por ser cárcel". La mayoría de los que hay están relacionados con ello, como los cientos de líneas de cómputo temporal de los presos, aunque también hay "caricaturas de los que debían de ser los carceleros, con el rostro deformado". Con los Borbones, el edificio se reconvirtió en cuartel y los franceses lo usaron como base y cárcel en la Guerra de Independencia. La historia del edificio, junto a las referencias escritas y detalles como las vestimentas o barcos, hacen pensar a Martín que los grafitos datados más antiguos son del siglo XVII, "pero hay otros que, estilísticamente, podrían ser anteriores, aunque no están documentados".

Grafito de una jarra de cerveza en una pared de la Aljafería.
Grafito de una jarra de cerveza en una pared de la Aljafería.David Asensio

Al mirar con detenimiento estas paredes, se descubre que un tal Miguel ¿Colás? dejó escrita su procedencia, "Ambel", localidad cercana a Zaragoza, y que en 1609 era un "mancebo de 22 años". O la firma de un cirujano inglés, "J. Bold, surgeon from the city Limerick". Hay curiosidades como una batalla a flechas entre dos castillos, tableros de juego para las damas y las tres en raya, ¿los hicieron soldados que en su vigilancia mataban el tiempo?… y en la zona árabe del edificio se aprecian animales, aves y caballos, sobre todo.

En el siglo XX, durante el franquismo, la Aljafería sufrió la restauración historicista del arquitecto Francisco Íñiguez Almech, "con un criterio que ya estaba en desuso". En aquella intervención desaparecieron muchos grafitos. Los más recientes son las típicas citas amorosas de cuando el edificio estaba sin uso. Y como parece que el descubrimiento de un grafito llama a algunos a hacer otro, Martín recuerda que durante su investigación se encontraron uno nuevo en una pared que habían estudiado el día anterior y donde no había nada. Alguien había escrito una palabra árabe.

Al calor de la oscuridad

El historiador Alejandro Martín tiene casi memorizados los lugares donde están todos los grafitos del palacio de la Aljafería, “realizados fundamentalmente sobre la cal, pocos están hechos en la piedra”, subraya. Muchos de los rastros dejados sobre el material alcalino aparecen en parte ennegrecidos, porque los espontáneos autores se ayudaban con una vela para ver. “Probablemente los hacían de noche, cuando nadie podía verlos, o en zonas poco iluminadas, y la cal, al contacto con el fuego, se quema”.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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