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crítica | Algo celosa
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El arquetipo bajo el yugo

Pese a la falsa pista del título, no es esta una comedia sobre los celos patológicos, sino un retrato masculino de la cincuentona percibida como vector avinagrado

Dara Tombroff y Karin Viard (derecha), en la película.
Dara Tombroff y Karin Viard (derecha), en la película.

ALGO CELOSA

Dirección: David y Stéphane Foenkinos.

Intérpretes: Karin Viard, Dara Tombroff, Anne Dorval, Thibault de Montalembert.

Género: comedia. Francia, 2017.

Duración: 102 minutos.

Entre el teatro de Molière y algunas comedias francesas de última generación, el arte de explotar las potencialidades de un arquetipo, de aislar un rasgo caracterológico para sumar una nueva pieza a la comedia humana que permita entender algo sobre nuestra naturaleza ridícula, se ha devaluado considerablemente, salvando las honrosas excepciones que encarnan modelos tan distintos como las comedias de Antonin Peretjako, Sébastien Betbeder o del tándem Agnés Jaoui y Jean-Pierre Bacri. En Algo celosa, David y Stéphane Foenkinos han llegado a la conclusión de que la mejor manera de abordar una crisis femenina de mediana edad consiste en colocarle a una actriz tan versátil como Karin Viard un yugo expresivo –el de la borde sistemática, rebotada inmisericorde a tiempo completo- y ponerla a andar.

Pese a la falsa pista del título, no es esta una comedia sobre los celos patológicos, sino un retrato inconfundiblemente masculino de la cincuentona media percibida como vector avinagrado sin matices. Los hermanos Foenkinos creen en la fuerza transformadora de los manuales de guion como si fueran los nuevos grimorios para una alquimia de lo emocional: hace falta una fe realmente ciega para creer que la colocación estratégica de un giro dramático y la mecánica resolución de todos los conflictos abiertos en la última media hora de metraje bastan para obtener una verdad. Y no bastan. Este crítico no dejó de acordarse de 50 primaveras (2017), de Blandine Lenoir, una película que, usando materiales cercanos, se parecía a esta como el día a la noche.

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