El toreo como oficio
Protestada vuelta al ruedo de Juanito en una aburrida novillada en Madrid
Mientras el reloj de la plaza de Las Ventas marcaba las nueve y cuarto de la noche, Adrien Salenc muleteaba al sexto y último novillo del festejo. En los tendidos, más de 4.000 almas presenciaban en silencio la labor del joven torero. Como ensimismados, absortos en el aburrimiento, allí nadie decía ni pío. Bueno, sí, los miembros de la cuadrilla del propio Salenc eran los únicos que jaleaban los numerosos muletazos del francés y le animaban con los “bieeenn” de turno.
Y no se le puede reprochar al chaval el afán y las buenas intenciones, pero su faena fue una muestra del toreo como oficio. Aquel ayuno de clase, pellizco y hondura. Ese toreo lineal y reiterativo, que en vez de conmover, despierta, únicamente, indiferencia. Una suma de derechazos y naturales que no transmiten ni la más mínima emoción. Y si a esa falta de estética y pasión por parte del torero se le suma la falta de casta y bravura del toro -novillo en este caso-… apaga y vámonos.
Ese sexto fue un buen ejemplo del conjunto del encierro lidiado por Castillejo de Huebra y José Manuel Sánchez, dos hierros de la misma ganadería salmantina, de encaste Murube. La suya fue una novillada muy desigual de presentación que se comportó también de forma desigual en los caballos y que evidenció falta de casta, poder y clase en el último tercio. Novillos nobles, pero de escaso recorrido y a la defensiva, que transmitieron una sosería insoportable.
El más potable del conjunto fue el cuarto, un animal serio y cuajado, que tuvo mucha nobleza, fijeza y calidad, pero al que no le sobraba fuerza ni casta. Un buen toro para el torero que no terminó de aprovechar Jorge Isiegas. En su trasteo, muy irregular, hubo de todo, desde los muletazos ejecutados fuera cacho y rematados hacia afuera, hasta algún que otro redondo o natural más ceñido conseguido con cierto arrebato. Antes, frente al primero bis, un manso sobrero de Sánchez Herrero que dio varias vueltas al ruedo barbeando las tablas y que intentó saltar al callejón, el zaragozano lo intentó y tras comprobar las nulas opciones de triunfo, abrevió. ¡Aleluya!
Castillejo de Huebra, Sánchez / Isiegas, Juanito, Salenc
Tres novillos de José Manuel Sánchez y tres de Castillejo de Huebra (el primero devuelto por flojo), muy desiguales de presentación, nobles y faltos de casta y clase en general. Muy terciados los primeros y más serios los tres últimos. Y un sobrero (1º bis) de Sánchez Herrero, correctamente presentado y manso.
Jorge Isiegas: estocada caída (palmas y sale a saludar); dos pinchazos _aviso_ otros dos pinchazos y un descabello (palmas, sale a saludar y es protestado).
Juanito: media estocada trasera y tendida, un descabello _aviso_ y otro descabello (silencio); estocada trasera (vuelta al ruedo protestada tras leve petición de oreja).
Adrien Salenc: estocada trasera y desprendida (saludos); media estocada _aviso_ y tres descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. Domingo, 6 de mayo. Menos de un cuarto de entrada (4.822 espectadores, según la empresa).
Valiente y firme anduvo toda la tarde Juanito, que estuvo cerca de cortar una orejita del quinto. Aunque su faena no fue nada del otro mundo, como la espada entró a la primera y fue suficiente, algunos espectadores quisieron animar el ambiente y sacaron a relucir sus pañuelos. La petición, minoritaria, no fue atendida por el presidente, que irritó al novillero. Con la mirada clavada en el palco presidencial, el joven torero nacido en la localidad portuguesa de Monforte, esperó la decisión del usía y al comprobar que éste no sacaba el pañuelo, mostró su disconformidad y se sentó, visiblemente decepcionado, en el estribo.
Y aunque su actitud fuera, en parte, lógica y comprensible; también es una evidencia del escaso espíritu autocrítico que poseen los que se visten de luces. ¿Acaso no debería ser consciente Juanito de que sus méritos no fueron, ni mucho menos, suficientes como para cortar una oreja en la primera plaza del mundo? Aún así, y aunque algunos aficionados reprocharon el gesto, se dio una vuelta al ruedo. Antes, en su primer turno y ante un astado noble, manso y de poca casta, se mostró firme y despierto, pero a su toreo le faltó mayor pureza y hondura.
Cierta codicia y movilidad mostró el tercero, que sin embargo tuvo el defecto de llevar la cara a media altura y de embestir con poca clase. Ante él, Adrien Salenc puso voluntad, pero toreó en línea y sin gracia. Otra muestra más del toreo como oficio; del trabajador, en vez del artista.
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