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El teatro salda su deuda con Buero Vallejo dos años después de su centenario

Mario Gas dirige en el CDN ‘El concierto de San Ovidio’, una parábola sobre la explotación y el poder frente a la dignidad y el compromiso

Rocío García
Ensayo de 'El concierto de San Ovidio', de Antonio Buero Vallejo, en el Centro Dramático Nacional.
Ensayo de 'El concierto de San Ovidio', de Antonio Buero Vallejo, en el Centro Dramático Nacional. MARCOSGPUNTO

La amargura de las notas que se escuchan del adagio de Arcangelo Corelli no surge solo del violín. Resuena también la tristeza de ese músico ciego y ya anciano que toca el instrumento por las calles de París. Son los ecos pasados de un relato triste plagado de humillaciones y explotación, pero también de dignidad y compromiso. Con los ecos de la historia de El concierto de San Ovidio, el Centro Dramático Nacional (CDN) salda de alguna manera la deuda que arrastraba con Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 / Madrid 2000), un autor esencial en la dramaturgia española y caído en el olvido de los escenarios teatrales durante demasiado tiempo. Mario Gas dirige este conmovedor y abrumador montaje, el primero de Buero Vallejo en sus más de cincuenta años de oficio, que se estrena el próximo viernes en el Teatro María Guerrero, de Madrid, y que estará en cartel hasta el próximo 20 de mayo.

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La obra completa de Antonio Buero Vallejo

Catorce intérpretes sobre la escena, José Luis Alcobendas, Alberto Iglesias, Javivi Gil Valle, Lucía Barrado y Mariana Cordero, entre otros, dan vida a esta dramática parábola de un grupo de ciegos desheredados en el París de 1771, poco antes de la Revolución Francesa, una época donde el hambre y los negocios corren paralelos. “La obra habla de actitudes constantes en los seres humanos y en las sociedades occidentales de hoy en día que siguen perviviendo. Desgraciadamente, el neoliberalismo actual nos ofrece demasiados ejemplos”, asegura Mario Gas (Montevideo, Uruguay, 1947). El concierto de San Ovidio, que incluye escenas audiovisuales y música en directo, narra el engaño que sufren seis mendigos ciegos, alojados en un hospicio, el Hospital de los Quince Veintes, cuando un negociante busca aprovecharse de su condición de invidentes y sacar beneficio económico a costa de su ridiculización en una feria en París.

Un autor a revisitar

El manto de silencio que ha sufrido para muchos el teatro de Buero Vallejo, autor de obras esenciales como Historia de una escalera, El sueño de la razón, Tragaluz o Un soñador para un pueblo, no es ajeno al que también sufren algunos dramaturgos de su generación, como Alfonso Sastre y otros, en los años cuarenta y cincuenta en plena dictadura franquista. Mario Gas lo tiene claro: "Vivimos en un país muy desmemoriado, pero está claro que el tiempo los vuelve a poner en su sitio. Los dramaturgos de aquella generación se tuvieron que enfrentar no solo a aquella anormalidad política de la dictadura, sino también a la sensación de que sus obras no tenían la carpintería suficiente o que estaban demasiado ligadas a su época. Lo que está claro es que hace falta una revisión a fondo de todos estos autores y más que de esos autores, de algunas de sus obras. Buero Vallejo es un escritor paradigmático, un hombre con una visión teórica muy profunda del hombre, de la sociedad y del teatro. Su teatro, claramente realista, se va enriqueciendo con doctrina personal y con ánimo de especulación sobre el ser humano y las ideologías. Es un autor que merece ser revisitado".

Mucho tiempo ha pasado Buero Vallejo en el olvido. Fue en 2003, hace ahora quince años, cuando el CDN representó Historia de una escalera, la última obra de Buero Vallejo que se montó en este teatro público, y casi cuarenta desde que El concierto de San Ovidio, obra estrenada en 1962, viera la luz de la mano de Miguel Narros en el Teatro Español en 1986. Más que hablar de deuda pendiente con Buero Vallejo, el actual director del CDN, Ernesto Caballero, prefiere poner el foco en la política de la institución de ir levantando el manto de silencio sobre este y otros muchos autores de la última mitad del siglo XX en España, considerados ya unos clásicos. “Está claro que Buero y otros autores de repertorio con grandes elencos han estado en el olvido en los teatros públicos. Afortunadamente estamos superando esa fase. No estoy muy apegado a las conmemoraciones, pero lo que está claro es que Buero tenía que estar en la programación del CDN con un espectáculo ambicioso, sin rebajas presupuestarias, ni cortapisas”, explica Caballero, que confía en que este autor, víctima de la dictadura franquista, que recuperó la tragedia para el teatro en España y retrató la situación política que le tocó vivir, sea definitivamente recuperado para la escena.

Un gran retrato de Buero Vallejo ha presidido, en la sede de la Real Academia Española, la presentación de este montaje teatral, que ha contado con la presencia de Dario Villanueva, director de la institución, y el hijo del autor, Carlos Buero, que también ha incluido una exposición en la biblioteca con textos del escritor que calificó su teatro de “realismo simbólico” y fue elegido académico en 1972. Se respiraba claramente una atmósfera de reconocimiento y de homenaje a Buero Vallejo, no exenta de un cierto toque de mala conciencia por parte de las instituciones.

Pero Mario Gas está alejado de todo eso. No tiene la sensación de saldar ninguna deuda, sino de llevar a cabo un proyecto con el que lleva obsesionado desde que, con 15 años vio El concierto de San Ovidio en el Teatro Calderón de Barcelona, largamente acariciado, incluso en su época al frente del Teatro Español, y que ha pasado por muchas vicisitudes. “No pretendo realizar ningún homenaje. Con este texto, Buero Vallejo nos pone frente a una historia muy potente que nos habla de la marginación, del escarnio, la dominación, la humillación y el sentido trágico de la vida. Es un texto de gran sabiduría escénica que profundiza en la miseria del ser humano como colectivo y como entidad social ideológica”, dice el director, para quien la obra, ambientada dieciocho años antes del violento derrocamiento de la monarquía francesa, rejuvenece con el tiempo y permite realizar una reflexión sobre la época actual. “El concierto de San Ovidio es una de las cuatro o cinco obras que más me gustan de Buero. Siempre lo he tenido en ese cajón de sastre que todo director tiene pendiente de montar. Es un gran texto que habla de la explotación del hombre por el hombre, del amor mal entendido, de la marginación, del escarnio sobre los más débiles y de la dignidad de alguien que busca ser libre”.

Y mientras suena el triste adagio de Corelli se escuchan las esperanzadoras palabras que proclamó, treinta años más tarde, Valentin Haüy, un pionero de la integración de los invidentes en la sociedad. “Yo haré leer a los ciegos y ejecutar conciertos armoniosos

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