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Feria de la Magdalena

El Juli y Talavante, a hombros en la gran fiesta del toreo y el toro moderno

José María Manzanares dejó detalles ante una corrida azucarada y de escasas fuerzas

Alejandro Talavante, al natural, ante el sexto de la tarde.
Alejandro Talavante, al natural, ante el sexto de la tarde.Ángel Sánchez (EFE)

Fue la gran fiesta del toreo moderno. Toro del siglo XXI y toreo del siglo XXI. Toros blandos, cogidos en alfileres, algunos como el tercero y el quinto. Y otros, como primero y sexto, de esos azucarados que de tanto azúcar parecen empalagosos. En varas ninguno rindió honores a la bravura, aunque el primero derribara casi sin pretender. Y alguno apuntó clara mansedumbre en varas, caso del cuarto que salió huyendo del caballo. Y los hubo hasta incómodos, como el segundo, que metió la cara como a regañadientes. Y otro, el quinto, que iba y venía con tanta docilidad como vulgaridad. En cualquier caso, toros que se apuntaron a la fiesta y que, en su mayoría, fueron correspondidos por toreros -Juli, Manzanares y Talavante- duchos y expertos en esta materia ganadera.

El Juli salió como se va a la guerra cuando se quiere ganar por la vía rápida: al ataque. Al azucarado primero lo toreó como y cuanto quiso. Toro cómodo de cara, recogido de pitones, protestado de salida porque renqueaba. Pero fue toro a más, cada cosa en su sitio, y en la muleta recuperó el resuello que de salida no parecía tener. El de Garcigrande fue todo un aliado a la ambición casi desesperada de un Juli que lo toreó a placer. La faena tuvo poso y reposo, con el toro siempre muy embebido en la muleta. Faena colorista y profunda. Inspirada también. Y larga. En resumen, se diría que el toro fue como un juguete en las manos de El Juli. Tumbó al toro sin puntilla y la gente lo celebró a lo grande.

Al manso cuarto le hizo un quite por ‘lopecinas’, con el remate de tres medias enroscándose al toro a la cintura, que enloquecieron al personal. Con la muleta, sin más preámbulos, El Juli hincó las rodillas en la arena y le dio hasta ocho muletazos seguidos de tal guisa. No contento con ello, también de hinojos tres naturales. Ya de pie, el del desprecio. Y la gente, bramando en los tendidos. Un Juli al ataque y atacado. Algo crispado también. Cuando la faena pedía más calma, el toro se volvió más remiso. Le costó ya tomar la muleta, pero la superioridad del torero continuó siendo aplastante. Forzó mucho Juli a que el toro tomara la muleta, y consiguió su objetivo con un coraje desmedido.

GARCIGRANDE, HERNÁNDEZ / EL JULI, MANZANARES, TALAVANTE

Toros de Garcigrande, los tres primeros, y Domingo Hernández, desiguales de presentación. Blandos en líneas generales, pero muy boyantes para el último tercio.

El Juli: estocada pasada sin puntilla (dos orejas); media pasada que basta (oreja).

José María Manzanares: estocada trasera (saludos); estocada pasada (oreja).

Alejandro Talavante: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (dos orejas).

Plaza de Castellón, 9 de marzo. Cuarta de la Feria de La Magdalena. Prácticamente lleno.

El segundo de la tarde fue algo incómodo y Manzanares no logró centrar la faena. Hubo muletazos sueltos de calidad. Academicismo y elegancia, pero la cosa no fue más allá. Faltó acople menos en una serie final con la derecha, la más ligada de faena con altibajos. El quinto, uno de los más serios de la corrida, pero muy justo de fuerzas. Fue y vino a la muleta sin mayores compromisos y sin gran clase. Los muletazos no llegaron en racimos, sino sueltos. Pero los hubo, sobre todo los naturales, que desprendieron indudable clase. Tampoco daba para mucho más un toro dócil, pero también de los que no plantean problemas más allá de sus escasas fuerzas. A sus dos toros Manzanares los mató, con gran seguridad, de dos formidables estocadas aunque algo pasadas.

Se agradeció la brevedad de Talavante con el tullido tercero. Un tremendo volatín del toro nada más iniciar la faena determinó su estado. Antes de tal desaguisado, Talavante lo había recibido con el capote de la forma más variada y luminosa posible: verónicas, chicuelinas, una larga…repertorio a lo grande. Pero el toro dijo basta tras la costalada y Talavante abrevió como manda la lógica en estos casos.

El sexto, otro de los toros más serios, fue recibido por Talavante con lances a una mano. Escena de otros tiempos, con el toro de estos tiempos. Gesto, en todo caso, que se agradece. Un buen toro, sin duda este que cerró la fiesta. Talavante se abrió de muleta de la manera más original e inspirada posible: un cóctel de derechazos en redondo en combinación con las clásicas arrucinas, con el remate de uno del desprecio. Para entonces la plaza ya volvía a ser un clamor. Con el toro muy entregado, la faena recorrió mucho ruedo pero tuvo como principal argumento el toreo al natural. Largos, muy estéticos y mandones. Para que la balanza no pesara más de un lado, sobre la derecha destacó el empaque en todas las acciones posibles. Y la gente, loca de contenta. Ya con la faena muy cumplida, el toro hizo amagos de marcharse a tablas. Para entonces ya estaba todo el pescado vendido. Una buena estocada puso el colofón a la gran fiesta del toro y toreo moderno.

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