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El ‘rock and roll’ de los bares de aceitunas y carajillos

La reedición de 'Camino Soria' y un libro de memorias sobre la grabación del exitoso disco ponen en valor a Gabinete Caligari

Gabinete Caligari, en una imagen promocial de 'Camino Soria' en 1987.
Fernando Navarro

Nunca hubiese sido lo mismo, o a lo mejor sí, quién sabe: Camino Cuenca. Jaime Urrutia (Madrid, 1958) ríe antes de recordarlo: “Fue la idea inicial, pero no tenía la rima. Soria era mejor y nos parecía el sitio perfecto. Me inspiró leer la revista Primera Línea en la furgoneta durante una gira. Había un artículo que hablaba de la vida nocturna de Soria”. De esta forma, la ciudad a orillas del río Duero, que hechizó tiempo atrás a Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado, dio nombre a uno de los discos más emblemáticos del pop español: Camino Soria. “Fue la síntesis perfecta de todo lo que fue Gabinete Caligari”, afirma Edi Clavo (Madrid, 1958), baterista del grupo. “Fue nuestra obra cumbre”, apostilla Urrutia, quien, con su particular deje chulesco como cantante, dotó de una personalidad incomparable a la banda.

Con motivo de su 30 aniversario, Camino Soria (EMI – Warner) se reedita el próximo 9 de marzo, acompañado de un libreto con fotografías y textos de Urrutia, Clavo, Ferni Presas –bajista de Gabinete Caligari-, Pablo Sycet Torres -responsable del diseño gráfico de la edición original del disco-, David Ruiz –pianista y arreglista- y Loquillo. Coincide con la publicación del libro de memorias sobre la gestación de ese disco escrito por el propio Clavo para la editorial Contra. “Uno de los acicates de ponerme a escribir este libro era revaluar al grupo en su justa medida”, asegura Clavo, quien rememora en las primeras páginas la tarde en la que en Las Ventas Jaime Urrutia amenazó con lanzarse al ruedo de espontáneo para salir en los periódicos y, de esta manera, hacer publicidad a la salida del disco. Tanto él como Clavo iban “anestesiados por la caraja”, esa mezcla de alcohol y vigilia festiva.

No hizo falta que a Urrutia lo cornease un astado para que Camino Soria llegase a convertirse en un éxito con más de 300.000 copias vendidas y transformase a los miembros de Gabinete Caligari en auténticas estrellas del pop español. “Pasamos de tocar en la sala Rock-Ola con un equipo malo a viajar con un tráiler con luces”, recuerda Urrutia. El salto lo habían dado un poco antes cuando dejaron la discográfica independiente Dro para fichar por una multinacional como EMI tras el fenomenal ruido que venían haciendo con discos como Cuatro Rosas, publicado en 1984, y Al calor del amor en un bar, que dejó canciones en el número uno en 1986. “El cambio era necesario y natural”, concluye Urrutia ante algunas críticas que recibieron de sus coetáneos por ese fichaje.

Cuatro Rosas y Al calor del amor en un bar ya habían anticipado que Gabinete Caligari eran un rara avis en la movida madrileña. Un grupo sin prejuicios, capaz de mezclar el pasodoble con el rock y formado por unos tipos que les gustaban los toros y habían hecho la mili escuchando a Los Chunguitos. “Había tíos en el Rock-Ola que no hubiesen tenido nada que hacer en el cuartucho del cuartel”, afirma Urrutia, quien reconoce que eran “bastante cazurros” en comparación con el modernismo que se propugnaba en aquellos años ochenta. “Nos gustaba responder a todo el cosmopolitismo español”, añade. Allí donde Mecano se iban a Nueva York en No hay marcha en Nueva York o La Unión lo hacían a París en Un hombre lobo en París, ellos situaban Soria en el centro del mapa, al tiempo que su imaginería y lírica castizas y canallas llegaban al acervo cultural, sonando por ejemplo a gloria la cita de Machado con la palabra “ganapán”. “Siempre quisimos llevar el casticismo al sonido del rock and roll. Nuestro universo estaba en los bares mordientes, de aceitunas y carajillos”, explica Clavo.

Camino Soria supuso también un viaje sonoro hacia el pasado. De aquella banda que se dio a conocer a principios de los ochenta bajo el magnetismo de la nueva ola y la influencia de Joy Division o The Cure, se pasó a unos Gabinete más centrados en los Beatles, Bob Dylan o The Kinks, que planean en la canción que da título al álbum. La composición, que comienza con el célebre verso de “todo el mundo sabe que es difícil encontrar en la vida un lugar”, es un himno nostálgico, con ese órgano de reminiscencias góspel y tristeza otoñal, reforzado por un calíope –órgano de feria- consolidando la sensación de marcha y evocaciones ocres. “La grabación del disco fue muy bonita aun coincidiendo en una época melancólica”, cuenta Urrutia, al que le había dejado su pareja y vio morir a su amigo Ulises, el saxofonista al que el grupo dedicó la vigorosa Tócala, Uli, perteneciente al álbum.

Hoy Gabinete Caligari es un bello recuerdo del pasado, pero sin ninguna ilusión de futuro. No hay reclamo, por muy grande que sea, capaz de unirlos tras su separación en 1999 por “desavenencias musicales”, según su cantante. Los miembros de la banda llevan 18 años sin juntarse y, de hecho, las entrevistas para este artículo transcurren por separado y en días distintos. A la pregunta de la reunificación, tanto Urrutia como Clavo responden lo mismo: “No”. Tal vez sea mejor así, toda vez que el camino a Soria queda en la memoria.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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