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Música clásica
Crónica
Texto informativo con interpretación

Leipzig era una fiesta

El director letón Andris Nelsons se convierte en el 21° Kapellmeister de la Gewandhaus que celebra también su 275º aniversario

Andris Nelsons, dirigiendo a la Orquesta de la Gewandhaus, el pasado viernes en Leipzig.
Andris Nelsons, dirigiendo a la Orquesta de la Gewandhaus, el pasado viernes en Leipzig.Gert Mothes
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Impresionante calistenia musical
Un Brahms centroeuropeo

Son varias las ciudades alemanas que pugnan por el título de “pequeña París”, pero Leipzig es la única que cuenta con el aval de Goethe y su Fausto. La ciudad sajona, que viera las correrías universitarias del poeta alemán, entre 1765 y 1768, reclama su meritorio lugar como centro cultural de prestigio. Para ello apuesta, una vez más, por su gigantesca tradición musical. Leipzig fue la ciudad de Bach, Mendelssohn y Schumann; aquí nació y creció Wagner, Grieg estudió y publicó sus composiciones e incluso trabajó el joven Mahler. Pero también contó, desde 1743, con una pionera sociedad de conciertos que incluía una orquesta. Treinta y ocho años después, esa orquesta estableció su sede en un loft de la Casa de los Pañeros de la ciudad, de la que tomó su nombre (Gewandhaus) y creó la figura de su responsable musical (Kapellmeister) con Johann Adam Hiller.

En estos días, Leipzig está de celebración musical por partida doble. No solo se va a conmemorar el 275 aniversario del primer concierto de su orquesta, el próximo 11 de marzo, sino que además el pasado viernes, 23 de febrero, nombró al director de orquesta letón Andris Nelsons su 21º Kapellmeister. El acto, que tuvo lugar en el antiguo ayuntamiento renacentista de la ciudad, el mismo lugar donde Bach fue investido Cantor de la Thomasschule, se abrió con un cuarteto para cuerda de Carl Reinecke, otro Kapellmeister de la Gewandhaus. Siguió la intervención del alcalde de la ciudad sajona, Burkhard Jung (SPD), con una vívida descripción de las señas musicales de Nelsons. Recordó nombres de algunos antecesores (Felix Mendelssohn, Wilhelm Furtwängler, Kurt Masur, Herbert Blomstedt o Riccardo Chailly) y le instó a engrandecer ese legado: “La tradición debe ser un desafío, no una parálisis”, afirmó.

Tras dos intervenciones protocolarias, Thomas Angyan, director de la Sociedad de Amigos de la Música de Viena, pronunció la laudatio. Reivindicó la creatividad del intérprete, por medio de una anécdota de Brahms en Leipzig (cuando descubrió detalles insospechados de su Cuarta sinfonía tras escucharla interpretada por Arthur Nikisch al frente de la Gewandhaus), y ensalzó el papel de Leipzig como centro musical. Terminado el acto, y después de la comida, Eberhard Spree, contrabajista de la Gewandhaus, insistía en esto mismo durante una visita guiada por la ciudad sajona con varios periodistas: “Viena es la ciudad de la música, pero Leipzig también”. Nos mostró lo único que queda en pie de la Gewandhaus original, la puerta de entrada, un lugar emblemático donde se produjeron, hasta 1884, los estrenos absolutos del Concierto Emperador, de Beethoven, la Sinfonía Grande, de Schubert, los Conciertos para violín, de Mendelssohn y Brahms, la Sinfonía Primavera, de Schumann o la obertura de Los maestros cantores, de Wagner, entre otras obras fundamentales. “Contra lo que pudiera pensarse, la Gewandhaus tiene una enorme tradición en estrenar la música más moderna de su tiempo”, concluyó Spree.

Por el contrario, de la segunda sede de la Gewandhaus no ha quedado absolutamente nada. Se construyó a partir de 1860, en las afueras de la ciudad, y sirvió como modelo para el Concertgebouw de Ámsterdam. Pero terminó destruida por un bombardeo aliado, en febrero de 1944, y demolida años después. La actual Gewandhaus (la tercera) se alza imponente y modernista en la Plaza de Augusto, frente al edificio de la Ópera. Fue inaugurada en 1981, gracias al apoyo de Kurt Masur, y tuvo un protagonismo determinante en las manifestaciones pacíficas que condujeron a la reunificación alemana. A pesar de sus enormes diferencias, las tres sedes cuentan con un curioso denominador común en forma de lema que proviene de Cartas a Lucilio, de Séneca, que hoy preside el escenario, en el órgano, aunque en el pasado estaba estampado en la puerta principal: “Res severa, verum gaudium”, una afirmación que representa el propósito que tiene la orquesta de proporcionar el deleite a su público al más alto nivel, pero manteniendo la tradición y el compromiso con lo nuevo.

Andris Nelsons parece profundamente comprometido con esta idea de tradición y modernidad. “Queremos mirar al futuro con los ojos del pasado”, afirmó a EL PAÍS, ayer sábado, en su oficina de la Gewandhaus. El director letón (Riga, 1978) comentó el programa de su primer concierto como Kapellmeister del día anterior que emitió en directo el Canal ARTE. “Quise incluir algo de Mendelssohn, como su Sinfonía escocesa, que estrenó aquí en 1842, pero también otra obra nueva de un compositor actual de Leipzig, como Steffen Schleiermacher”, reconoció. El estreno absoluto de Relief inició la velada. Una especie de concierto orquestal, lleno de virtuosismo, contrastes dinámicos, juegos tímbricos y ostinatos, que sirvió para tomar contacto no sólo con el alto nivel de la orquesta sajona, sino también con la maravillosa acústica de la Gewandhaus, con esa ideal mezcla de transparencia y calidez. En las notas al programa, Schleiermacher reconoce que compuso su obra pensando en que iba a ser escuchada antes del Concierto para violín “a la memoria de un ángel”, de Alban Berg, que trata de enlazar por medio de un cavernoso final que representa la soledad de la muerte.

La violinista letona Baiba Skride, una habitual colaboradora de Nelsons, fue la solista del concierto violinístico de Berg. “Esta obra solo funciona bien si se toca honestamente e incluso con tono romántico. Debes evitar poner tu ego delante y sentir la tragedia de esa joven Manon que inspiró la obra”, aclaró Nelsons, que dirigió una versión exquisita. Especialmente elevado resultó el adagio final, escrito a partir del coral de la Cantata nº 60, de Bach; otro guiño a la tradición musical de la ciudad. Skride disolvió su sonido con la orquesta e incluso se volvió hacia el concertino en los pasajes que compartían juntos. Al final, la violinista tocó como propina la Imitazione delle Campane, de la tercera sonata, de Johann Paul von Westhoff, un violinista sajón del siglo XVII, cuyas composiciones sirvieron como modelo a Bach.

Pero el mejor Nelsons llegó en la Sinfonía escocesa, de Mendelssohn, con esas coreografías imposibles sobre el podio para precisar cada frase y cada dinámica. Fue impresionante la construcción del primer movimiento, donde todo deriva del motivo de Holyrood, que el compositor esbozó durante su visita a Edimburgo, pese al error que supuso renunciar a repetir la exposición. “Simplemente siento que necesito seguir adelante, me lo pregunto y una voz dentro de mí dice que no repita, aunque a veces decido lo que voy a hacer en el último momento”, aclaró Nelsons con esa humildad que le caracteriza, ayer durante nuestro encuentro. Imponente sonó esa representación del alborozo popular en el vivace non troppo, pero también el tono guerriero del allegro vivacissimo final con imponentes luchas contrapuntísticas entre secciones. Lo más maravilloso de la noche fue eladagio, esa construcción a medio camino entre el lamento y la marcha fúnebre por María Estuardo, que Nelsons elevó hacia el infinito.

El director letón comentó proyectos con Gewandhaus, pero también con su otra orquesta, la Sinfónica de Boston, e incluso acerca de su colaboración con la Filarmónica de Viena. Como artista exclusivo de Deutsche Grammophon está inmerso en la grabación de ciclos sinfónicos, respectivamente, de Bruckner, Shostakóvich y Beethoven; precisamente, acaba de publicar la Cuarta sinfonía, de Bruckner con Gewandhaus combinada con el preludio de Lohengrin, de Wagner. “Mi sueño es grabar las sinfonías de Mahler con la Sinfónica de Boston, aunque tengo dudas con la Décima que no siento mahleriana”, afirmó Nelsons, que es hoy uno de los mejores intérpretes de ese compositor.

De momento tiene por delante tres semanas de conciertos dentro del festival por los 275 años de la orquesta y su nombramiento como Kapellmeister. Dirigirá la Octava sinfonía, de Shostakovich, y el Concierto para trompeta, de Bernd Alois Zimmermann, con Håkan Hardenberger como solista. Pero también Muerte y marcha fúnebre de Siegfried, de Wagner, junto a la Séptima sinfonía, de Bruckner, que será el contenido de su próximo disco en DG. También estrenará la nueva composición de Jörg Widmann, Partita, que esta temporada es el compositor residente de la Gewandhaus.

Nelsons se embarcará, en abril, en su primera gira europea como Kapellmeister de la orquesta sajona (Viena, Múnich, Hamburgo, Ámsterdam, Bruselas, Baden-Baden, Colonia, Dortmund, Luxemburgo y París) que culminará en Madrid con dos conciertos en los ciclos de Ibermúsica, los días 5 y 6 de mayo.

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