La fantasía interminable de Skyrim
En realidad virtual, en versión portátil y remasterizado. El clásico de Bethesda, siete años después, sigue eternamente joven
Skyrim podría ser a la industria del videojuego lo que Marvel al cine. Una superproducción cuyos efectos, en mayor o menor medida, repercuten en el gran espectador con cada movimiento, cada actualización. Hablamos de una la de las comunidades de jugadores más numerosa y fértil en ideas, pues los mods (modificaciones que comparten los jugadores aportando novedades, tanto gráficas como jugables) han constituido uno de los soportes más interesantes en la actualidad. Es por esto, por este afán por revisitar un videojuego que sobrepasó estándares desde su estreno en 2011, que Skyrim se resiste al olvido.
The Elders Scrolls es una saga de fantasía desarrollada por Bethesda, un titán del videojuego que no teme al vacío; no teme a sus tendencias barrocas y se ha granjeado la fidelidad de una extensa comunidad de jugadores. En su concepción, allá por 1994 con Arena, el proyecto se alzó como una ejemplificación en el mundo digital de una mitología fantástica tan extensa y ambiciosa como El señor de los Anillos o La rueda del tiempo. Y granjeó una fama creciente a lo largo de sus encarnaciones, ampliando un mundo y un folclore propio que poco tiene que envidiar a las grandes sagas de fantasía.
Morrowind, Tamriel...y, en 2011, Skyrim. El lanzamiento de este quinto capítulo de la saga (casi estoy tentado de hablar de quinto libro de la misma), supuso sin embargo una conmoción. No a nivel jugable ni en cuanto a su profundidad; no estamos hablando de algo comparable a lo que supuso para la industria y su futuro obras del calado de Shadows of the Colossus o Dark Souls, pero estamos ante un gigante de los mundos abiertos con unos valores de producción, una atención al detalle y un plan de marketing que ha supuesto la envidia de los más grandes. Y es que durante siete años, el juego ha seguido vivo. ¿Es esto casual? Tratándose de Bethesda, nada sucede porque sí.
Lo más sorprendente de la extensión de Skyrim, que ha pasado por todas las consolas de sobremesa desde su año de lanzamiento, edición especial tras edición especial, parece haber tocado techo (en el mejor sentido) con sus dos últimas grandes actualizaciones. Gracias a Nintendo Switch, Skyrim se puede disfrutar ahora de forma portátil. En la híbrida de Nintendo, que no parece tenerle ningún miedo a los mundos abiertos tras el despliegue que supuso en su lanzamiento Zelda Breath of the Wild, el título de Bethesda cobra una dimensión que, como jugador, no sabía que necesitaba. La posibilidad de disponer de una superproducción ajena a Nintendo con todas las capacidades de las que ya gozara en PC y consolas. Más allá de la importancia de negocio y el reconocimiento que ello merece, Skyrim demuestra que los nipones padres de Mario no le temen al barroco en el videojuego. Nintendo Switch no necesita demostrar que puede: puede mover y vender un coloso como la fantasía reciente que más calado en el público mainstream ha logrado. Un Marvel, que huye de la experimentación del cine de autor, que no se afana en demostrar que la innovación y el riesgo son las únicas claves para establecer un legado perenne.
Hay mucho más que Zelda y Mario en la pequeña híbrida. Y sí, no me es ajeno lo paradójico que supone hablar de un videojuego que no deja de ser remake sobre remake y sobre remake para vender una consola cuyas capacidades se ponen en tela de juicio desde su lanzamiento. ¿Por qué es interesante rejugar Skyrim en esta consola? Por dos motivos: primero por la posibilidad de jugar a todas sus expansiones en una edición adaptada a los controles y características de Nintendo; pero sobre todo, por la posibilidad de salir del hogar. A título personal, no llegué a terminar el juego en su día. Es inmenso. Está lleno de detalles, de historias, de localizaciones y de secretos. Pero ha sido ahora cuando lo he disfrutado y he podido jugarlo en profundidad. Un viaje en metro se convierte en una misión rápida; la espera en la cola del banco es una excusa perfecta para jugar. Y es que Nintendo Switch no oculta que su atractivo resulta en poder llevarse el juego a donde quieras: Skyrim es potente, aunque tenga ya unos años a sus espaldas, y la pequeña consola no se amilana.
Sin embargo, pongámonos serios. Lo que realmente ha hecho que Skyrim vuelva a ser relevante, es su versión en VR. La realidad virtual es algo que aún nos sorprende; una tecnología a la que apenas nos hemos asomado; cuyas capacidades creativas y fascinantes aún están por descubrir. La sensación al jugar al nuevo Skyrim VR es abrumadora. Si el gran problema al que nos enfrentamos como consumidores es la falta de grandes aventuras en esta tecnología (cuyos motivos no procede ahora defender o vilipendiar), Skyrim VR viene a dar un golpe en la mesa. Un golpe que no debe pasar desapercibido. El año pasado el dispositivo de Sony, Playstation VR, ya estrenó el notable Resident Evil 7, que se podía jugar de forma integral en formato de realidad virtual. Esto supuso la primer gran producción para esta tecnología, pero Bethesda ha ido un paso más allá. El mundo de Skyrim se rinde ahora a la inmersión del jugador de una forma que nunca antes habíamos podido disfrutar. En una mano, nuestra espada; en la otra nuestro escudo. El mundo de fantasía se despliega a nuestro alrededor con la soltura de una gran adaptación al dispositivo mencionado. Jugar a The Elders Scrolls siendo parte de su mundo, sintiendo la vibración de los mandos cuando nos asaltan unos bandoleros en el camino; agacharnos y escondernos para que el fuego del dragón no nos convierta en cenizas; correr entre la nieve, lanzar nuestra magia, luchar contra criaturas del imaginario de Bethesda...Skyrim VR me ha obligado en más de una ocasión a detenerme y respirar.
Un mundo tan grande como el que se presenta y poderse recorrer con nuestras gafas VR, de momento disponible únicamente en Playstation VR, es lo que estaba esperando como jugador. Como periodista, entiendo las dificultades que esto entrama. Para los neófitos, la tecnología de realidad virtual requiere un proceso de adaptación para no sufrir los temidos y mareos; sin embargo, las opciones en cuanto a movimiento de la cámara y fluidez de los movimientos se agradecen y Bethesda ha atendido, como ya nos acostumbra, al mínimo detalle para que la experiencia sea cómoda para el jugador. Recuerdo la primera vez que me sumergí en un mundo de realidad virtual: la sensación fue tan asombrosa, tan sobrecogedora, que no tengo palabras para describirla. Encontrarme ahora ante un mundo tan inmenso y poderlo recorrer con total libertad... Ahora me he podido sentir parte de un mundo totalmente imaginario. Inmerso en una odisea fantástica de dragones y clanes oscuros en los que mi cerebro ha confundido a mis sentidos. De pronto, he creído sentir el frío de Ventalia; he temblado de miedo ante las catacumbas cercanas a Oakwood y noté el rocío de la mañana mientras navegaba por las aguas de Windhelm.
Si hablamos de realidad virtual, hablamos de sensaciones.
Skyrim puede que no llegue a ser estudiado como revolucionario en el género. Puede que no tenga detrás a un Hideo Kojima o Hidetaka Miyazaki. Puede que no sea un juego de autor; una obra que nace de la absoluta pasión artística. The Elders Scrolls V: Skyrim es una pura obra mainstream: nos aporta horas y horas de exploración, combate y farmeo. Despliega unos valores de producción y una obsesión por la cantidad y el deslumbramiento de sus gráficos y diseños. Es un Marvel. Pero, igual que el gigante de Disney, sabe qué darle al público, cómo metérselo en el bolsillo. Y lo hace estando siempre al día: aportando siempre una novedad, exprimiendo cada nueva tecnología, resistiéndose al paso del tiempo. Tal vez este haya sido siempre su plan. Quizás es cosa del azar: de huir hacia delante mientras Bethesda sigue trabajando en el sexto libro de la saga. Pero el caso es que Skyrim ha elevado su saga a estándares de épica y ha irrumpido en la consola de Nintendo y en la realidad virtual sin perder un ápice de la fuerza de antaño. Y ese hecho en sí es tan épico como su universo.
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