La gran historia criminal de EE UU en clave de novela negra y jazz
Ray Celestin publica la segunda entrega de su ambiciosa tetralogía y se confirma como una de las grandes voces nuevas de la novela negra
El escritor londinense Ray Celestin tiene cara de ser el más listo de la clase y modos de tipo tímido que titubea un poco antes de soltar una frase contundente cargada de historia, que esconde su discurso tras nerviosos movimientos de manos. Celestin es británico pero se ha empeñado en hacer una historia criminal de los EE UU desde los años 20 hasta los años 50 del pasado siglo a través de cuatro novelas, cuatro ciudades, cuatro tramas criminales, dos detectives y un hilo conductor: la música y Louis Armstrong. “El único miedo que me ha acompañado en la escritura es el que me genera utilizar personajes históricos”, comenta a EL PAÍS con toda naturalidad cuando se le pregunta por los peligros de su ambiciosa tetralogía, de la que en España se han publicado Jazz para el asesino del hacha y la reciente El blues del hombre muerto (ambas en Alianza).
El detective blanco Michael Talbot y la investigadora negra Ida Davis son los protagonistas de las dos novelas, el sustrato común de ambas narraciones. Si en la primera estaban en la Nueva Orleans de 1919, con toda su historia sureña de segregación racial, música y violencia, en El blues del hombre muerto la acción se traslada al Chicago de 1928, territorio dominado por Al Capone y las mafias convertidas en grandes empresas delictivas gracias a la Ley Seca. Ida es amiga de Louis Armstrong, que aparece aquí a su vez como amigo de Capone. “Ahí no he cambiado nada. Eso ocurrió. Cuando utilizas personajes reales puedes cambiar algo lo que dicen y también lo que hacen siempre que no te inventes nada que perjudique su imagen. Esa es la línea roja”, explica.
La idea de que trabaje con un detective blanco de moral casi irreprochable tenía como objetivo mostrar a la sociedad de la época en su mayor amplitud. “Los clásicos no van tan lejos y yo quería subrayar el tema de la raza y la desconfianza que había entre unos y otros”.
¿Por qué usar la música como elemento conductor? “Porque le gusta a todo el mundo y así la historia entra mejor. También porque el jazz y la mafia tienen historias hasta cierto punto parejas. El jazz nace en Nueva Orleans y Armstrong se traslada a Chicago en la época grande de Capone, luego va a Nueva York durante la década de los cuarenta y termina en Las Vegas en los cincuenta, justo cuando la mafia se empieza a instalar allí”, cuenta anticipando también la localización de las dos próximas novelas.
Violencia para hacer justicia
Talbot es un hombre íntegro en un mundo en plena descomposición moral y Davis es la idealización de la mujer negra que lucha por tener un espacio. ¿No tuvo miedo de hacer dos personajes demasiado buenos para ser reales? “Sí. Por eso intento que cometan errores a menudo. Así son más interesantes que James Bond o esos personajes del estilo que lo hacen todo bien” defiende tras darle una buena pensada. “Para ser bueno tienes que ser vulnerable. Si haces el mal para luchar contra el mal harás más daño a largo plazo” resuelve para explicar la complejidad moral de algunos de los personajes secundarios que recorren estas dos novelas llenas de policías corruptos, mafiosos, músicos, pobres hombre y familias ricas y hechas polvo.
Ya había gentrificación en el Chicago de la década de los veinte. Es un proceso inevitable
Celestin no esconde nada a la hora de reconocer sus propias lagunas. “No viajo nada para investigar. Soy muy malo para eso. Me empapo del material (música, películas, libros) en mi casa” asegura sobre el proceso de investigación que ha llevado para reproducir con la meticulosidad que lo hace esa época en EE UU. “El estilo de Michael Chabon me ha influido mucho, sobre todo en la primera novela, en la que al principio no sabía muy bien qué estaba haciendo” reconoce antes de afirmar su devoción por la oscuridad de los personajes de James Ellroy y la prosa de James Lee Burke, influencias que se notan en sus libros.
Para ser bueno tienes que ser vulnerable. Si haces el mal para luchar contra el mal harás más daño a largo plazo
“Ya había gentrificación en el Chicago de la década de los veinte. Es un proceso inevitable” responde cuando se le pregunta por un término intermedio entre la decadencia luminosa y caótica de las ciudades que retrata en sus libros y la progresiva uniformación de las actuales. “Es un momento increíble”, cuenta con emoción cuando se le pregunta por el Chicago de El blues del hombre muerto. “Millones de personas pasan del sur al norte y del campo a la ciudad en uno de los mayores movimientos migratorios de la historia. La mayoría eran negros y el poder, blanco y racista, no sabía y no quería tratar el problema así que los hacinan en guetos, no les dan trabajo, les suben el alquiler y luego les acusan de no ser civilizados”.
Por el tono de voz que se usa no se podría decir que Celestin es pesimista, pero sus frases nos desmienten. “Sí, cuando lees a Don Winslow o estás un poco atento a la actualidad te das cuenta que la brutalidad policial que había en la época de mis novelas, la desigualdad racial y otros problemas no han cambiado mucho”.
Babelia
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