Sonidos para la revolución mental
Nightmares on Wax presenta su último disco. Un tratado de electrónica reflexiva aderezada con música negra y mucho contenido social entre líneas
La primera vez que George Evelyn salió de Inglaterra fue para aterrizar en Ibiza. El músico de Leeds, legañoso y risueño a sus 48 años esta mañana en la recepción de un hotel madrileño, recuerda aquella experiencia con asombrosa lucidez. “Acababa de cumplir la mayoría de edad, y fui con un amigo. Cumplimos a rajatabla lo que se conoce como el verano del amor. La primera noche fuimos a bailar a la discoteca Amnesia, y a los dos días ya estábamos arruinados. Pero daba igual. Fue una semana alucinante, iniciática”.
No fue la primera vez que el alma máter de Nightmares on Wax, una banda que estira las posibilidades de la electrónica en todas las direcciones imaginables y estrena nuevo disco el 26 de enero, tuvo contacto con la música que inspiraría su carrera. “En los ochenta explotó la escena rave en Inglaterra. Había fiestas por todos lados que no terminaban nunca, muchas ilegales y todas con una música increíble que nunca habíamos escuchado antes: house de Chicago, techno de Detroit... Yo no sabía entonces lo que era, a todo le llamábamos música de club, pero me cautivaba. La policía intentaba impedir esas fiestas, pero era imposible: a veces éramos más de 10.000 personas. Fue una auténtica revolución, porque aquello sucedía en la era Thatcher, cuando la recesión, el paro, las huelgas... Nosotros nos rebelábamos contra la represión a través de esa música. Cuatro noches a la semana, sin pasar por casa”.
Su último disco, Shape the future, podría tomarse como la culminación de aquel primer impacto de su adolescencia después de un recorrido de casi 30 años, 10 álbumes e infinitas sesiones por todo el mundo como Dj EASE, su otro álter ego con el que, por cierto, recala cada verano en Ibiza. Evelyn recupera en este álbum los sonidos de club y les engarza soul, hip hop y dub, a veces orquestados con instrumentos originales, otras tirando de samplers y arreglos sintéticos. El resultado es música electrónica para el deguste más que el baile desenfrenado, un disco reflexivo para hacer balance de su enorme bagaje, lejos ya de las saturnales de los locales londinenses. También de su adolescencia como bailador callejero y virtuoso de breakdance. “Me dio la vida, pero hace tiempo que dejé de bailar. Hay que estar en forma. Solo bailo cuando estoy borracho, concretamente, con mezcal. Y al día siguiente me arrepiento, porque me duele todo el cuerpo”.
Evelyn no se moja a la hora de definir un estilo para su música poliédrica: “Diría que es honesto. Viajo por muchos lugares que me dan diferentes sonidos. Y los uso para contagiar un debate. Un debate de cambio”. No es un disco político, pero su título (moldea el futuro) tiene un enfoque muy social. “Vivimos en una realidad bastante terrible, en la que todo cambia rápidamente, y mucha gente lo está pasando mal. Y da igual en qué parte del mundo estés, que todo se resuelve de la misma manera. Venezuela, Estados Unidos, el Brexit... Son gobernantes inaprensivos que quieren hacernos creer que tomaremos el control separándonos del resto. ¿El resto es el enemigo? Paso cada año por todos los continentes y no he hecho un solo enemigo en toda mi vida, al contrario. El único cambio auténtico es el de los individuos, no el que pretenden hacernos creer los Gobiernos”.
Si uno rasca en la capa de sonido excelso que recubre su último disco, encuentra una llamada a la revolución: la de la mente. “Hay que responder a experiencias reales, no a las que ofrecen las noticias de internet o la televisión”, reclama Evelyn, “en tus relaciones, en tu casa, con tu familia... Cuida a los tuyos, cuida tu entorno, sé responsable con lo que compras. Puedes comprar comida a un productor local o ir a una gran superficie. La decisión es tuya, y esa es la manera de cambiar las cosas. El problema es que, cuando vivimos como sociedad una etapa de desilusión como ahora, tendemos a buscar esa ilusión en un nuevo líder. Es una trampa en la que caemos una y otra vez”. Y zanja: “El sistema no funciona, está roto. Hay que cambiarlo”.
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