Que te cuenten cuentos toda tu vida
La editorial Yacaré une literatura clásica con dibujantes como Javier Olivares en sus libros ilustrados
Llega un momento en nuestra madurez en el que abrazamos la realidad. Ya nos sentimos adultos y cínicos, y, por lo tanto, dejan de contarnos cuentos. Mejor dicho: dejan de contarnos esas historias de castillos, aventuras, animales y moralejas, de terror y aventuras. Esas que narraban nuestros padres en voz alta antes de que cerráramos los ojos. Los cuentos del mundo de los adultos son mucho menos agradables. Pero no deberían. Hay cuentos que podrían acompañarnos toda nuestra vida. Eso es lo que piensa Felipe Samper, responsable de la editorial Yacaré, que empezó en marzo a publicar sus primeras fábulas ilustradas, y que busca lanzar 13 cuidados tomos anualmente, mezclando obras para niños con otras para niños más mayores: "Siempre deberíamos tener al lado alguien que nos cuente un cuento".
Los cuentos clásicos de Yacaré no solo se leen o escuchan, sino que también se ven. Javier Olivares, ilustrador de Las Meninas, premio nacional del cómic 2015, se encarga por ejemplo de dibujar la historia de Schalken, el pintor de Joseph Sheridan Le Fanu, un relato de 1839 muy acorde con su pluma, renacentista, oscura, misteriosa, con fantasmas. Cada estilo va emparejado con su clásico. Cada uno es distinto. Cada uno cuadra. "Te pones a leer la historia, y piensas quién lo podría escribir. Miras muchos portafolios y piensas: Si la unión parece clara, es el éxito", explica Samper. Así, cada tomo tiene su propia identidad. De los colores llamativos y estilo abstracto de El desván de Saki, ilustrado por Eduardo Ortiz, a la suciedad del Gaspar Ruiz de Joseph Conrad, por Inma Serrano. "Al ser independiente, se atreven a hacer cosas que las editoriales grandes no nos dejarían. Hay propuestas gráficas como amarillo y negro que no sé si hubieran tenido cabida", reflexiona Ortiz. Sus conclusiones son claras: "Si un ilustrador se lo pasa bien, el lector disfruta. Yo doy libertad total", responde Samper: "Quiero que sean piezas de coleccionistas, me interesa el producto, aunque trato de limitar el precio y mantenerlos en torno a los 20 euros [el más caro cuesta 24,85 euros]".
A partir de ahí nace todo un tomo alargado marca de la casa, cuidado para que se pueda leer en alto y donde las ilustraciones se mezclen con las letras, pero nunca pisándose. "No me gustan esos cuentos infantiles que tienen hojas y hojas de texto y luego, de repente, un dibujo. Quiero que se lea al mismo ritmo que se mire, que correspondan las imágenes y el texto, que pase algo si te saltas las imágenes. Nos fijamos, además, en cosas tan básicas como que ninguna línea termine en artículo o preposición y que el tamaño sea el adecuado, para los niños y también para los que tengan presbicia. La lectura de seguido tiene que ser exitosa y que se pueda hacer en voz alta. Queremos que el formato físico sea disfrutable. Buscamos tres patas: la belleza literaria, el goce del disfrute; la belleza visual y la belleza del diseño, que hace todo más fácil y que te predispone a entender. Un cuento tiene que estar hecho para usarse", apunta Samper, que cuenta con dos líneas, una de adultos y otra de niños.
Samper, que tiene experiencia en otras editoriales como coordinador de diseño en gigantes como Gran Angular y Barco de Vapor, gestó la idea junto a su socio, doctor en filología hispánica e inglesa. Juan Gorostidi quería publicar literatura clásica, libre de derechos (todas las historias son de autores que se murieron hace más de 80 años), y él, libros ilustrados. Uno elige los textos, mientras que el otro se encarga de la parte pictórica. Así nació la propuesta, para la que se entregan en cuerpo y alma y con la que recorren España vendiendo librería a librería y tratando de hacer el negocio productivo, sacar beneficio en un mercado —y unos niños— que no parece tan dispuesto a que le sigan contando cuentos de papel. "Si quieres la librería nacional, vete al digital. Si quieres el placer, sigue apostando por el papel", sentencia Samper.
Babelia
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