_
_
_
_

Materias no siempre oscuras

El autor selecciona algunos libros de regalo para estas fiestas de "consumo interclasista"

Manuel Rodríguez Rivero
Fotograma de 'Cuentos de Tokio', de Yasujiro Ozu.
Fotograma de 'Cuentos de Tokio', de Yasujiro Ozu.

1. Melazas

El 95% del universo está formado por sustancias (suponiendo que pueda llamarlas así) que no vemos ni conocemos. La parte del león de esa ignorancia que nos hace aún más insignificantes se la llevan dos asuntos a los que los científicos han bautizado como “materia oscura” (un 27%) y “energía oscura” (un 68%). La primera, al parecer, es la que tiende a mantener unido el universo; la segunda, a desmembrarlo. Pensé en esos sombríos conceptos durante la resaca moral de la Nochebuena poselectoral y familiar, mientras me preguntaba qué es lo que podría mantener unidos (bueno, de alguna manera) a los pueblos que —aún— constituyen naciones, o a las familias que se reúnen con el pretexto de festejar lo que a menudo ignoran o han olvidado, y ello a pesar de las energías oscuras que pugnan por desmentir la omnipresente melaza estacional y nostálgica que tendemos a relacionar con Dickens. El gran G. K. Chesterton se refiere indirectamente a ello en la recopilación El espíritu de la Navidad (Espuela de Plata), un librito que recomiendo a los fanáticos de las celebraciones. Ahora, mientras finalizamos el tramo medio de las comilonas, los bebercios y el gigantesco potlacht de consumo interclasista, y selecciono para quién sabe quién (que quizás esté ahí, al otro lado de esta página) algunos libros de regalo, releo un fragmento del artículo de D’Alembert sobre la bibliomanía, incluido en la antología (compilada por Gonzalo Torné) de La Enciclopedia, publicada por Debate, a propósito de la falsa creencia que hace importantes a todos los libros e imprescindible la lectura: “Son tantísimos los mediocres, por no hablar de los tontos” —afirma el philosophe­— “que han escrito libros que podemos estar seguros de que bibliotecas enteras apenas sirven como registro histórico de la ceguera y la estupidez de la humanidad. De todo ello se deduce que cuando el amor a los libros no está guiado por una mente iluminada constituye una de las pasiones más ridículas”. Tomemos nota.

2. Regalos

Hay quien cree que en estas fiestas los libros que se regalan tienen que tener especial apariencia: empaque lujoso, papel cuché, ilustraciones llamativas. Bueno, el coffee-table book siempre es una opción, aunque no tiene por qué ser la mejor ni la más adecuada a quien lo recibe. Para quien desee que su regalo “impresione”, he seleccionado cuatro libros que me han agradado y cuyo precio no supera el listón de los 50 euros. En primer lugar, El libro del agua, de Leonardo da Vinci, en el que Juan Barja y Patxi Lanceros han recopilado —incluyendo dibujos y esquemas— un buen número de textos dispersos del gran polímata florentino en torno al agua y su lugar en la física y la vida (Abada; 32 euros). Otras opciones interesantes son Carmen, la nouvelle (1845), de Merimée, sobre la gitana homónima, universalizada como arquetipo de femme fatale por la ópera de Bizet, que ha ilustrado Benjamin Lacombe para Edelvives (29,90). Para los amantes de Roma, Taschen ha publicado (49,99) Roma. Retrato de una ciudad, un gigantesco vademécum trilingüe (inglés, italiano, español) de 490 páginas y más de cuatro kilos de peso, en el que Giovanni Fanelli ha recopilado centenares de placas de grandes fotógrafos —desde Giovanni Cavana hasta William Klein— que, en conjunto, componen un completísimo retrato de la ciudad a través del tiempo. Por último, para los fans de J. K. Rowling recomiendo la edición ilustrada (por Olivia Lomenech Gill) de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, el bestiario mítico del mago de Hogwarts Newt Scamander, “rescatado” por la autora de Harry Potter.

3. Filmotecas

Si hay un subsector de la edición en clara vía de extinción es el de los llamados libros de cine. Al contrario de lo que pasa en Francia —donde proliferan las publicaciones relacionadas con el séptimo arte—, las editoriales españolas parecen haber renunciado en bloque a publicarlos, dado su escaso rendimiento. Incluso Cátedra, cuya colección de directores es modélica, parece haber ralentizado la producción. Entre los escasos volúmenes que he recibido en el último trimestre, selecciono tres muy diferentes. Universo Almodóvar, de José Luis Sánchez Noriega (Alianza), es un utilísimo vademécum ilustrado para incondicionales del cineasta manchego. Elogio del amor, de Jean Luc Godard, publicado por la argentina interZona, es una reconstrucción literaria ­—e incluso poética— del conjunto de proyectos, tentativas y esquemas que le llevaron a filmar (2001) la película homónima, un filme, según JLG, “con comienzo, medio y fin, pero no necesariamente por ese orden”. Muy lúcidos, por último, me resultan algunos de los escritos sobre cine incluidos en La poética de lo cotidiano (Gallo Nero), de Yasujiro Ozu (1903-1963), uno de mis iconos cinematográficos, en cuya tumba en el cementerio del templo de Engaku-ji, en la comunidad religiosa de Kamakura (donde se recluyó los últimos años de su vida), dejé un par de flores de cerezo hace un par de años. Por lo demás, no quisiera terminar el año sin una mención de los cambios (para bien) que han tenido lugar en la Filmoteca Española (cine Doré), a la que alguna vez he criticado desde este Sillón de Orejas. Se nota que en la Secretaría de Estado de Cultura se han tomado la institución un poco más en serio. Su subdirector y responsable absoluto de la programación, Carlos Reviriego —antiguo crítico de la revista Caimán, persona de confianza del sucesor de José María Lassalle—, ha dado a su trabajo un nuevo dinamismo, con programaciones y ciclos oportunos (ahí tienen los de Bellocchio o Regueiro), presencia de autores y una información mucho más eficaz y personalizada. Aún estamos lejos de parecernos no ya a instituciones “hermanas” como la Cinémathèque Française —solo su página web es para salivar—, sino —más cerca— a la de Cataluña. Pero bueno, los primeros pasos son esperanzadores. Ánimo, y a conseguir la autonomía. Seguiremos observando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_