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Garfias, un olvidado del 27

El poeta despuntó y desempeñó un papel importante de joven como miembro de la vanguardia ultraísta, de la que se alejó con una poesía neopopular

El poeta Pedro Garfias.
El poeta Pedro Garfias. M.GRACIA (EFE)

Hace medio siglo, en 1967, moría en Monterrey (México) el poeta Pedro Garfias. Sus restos están enterrados en esa capital bajo una lápida que, además de su nombre y las fechas de nacimiento y muerte, reproduce los dos primeros versos de un poema, escrito en una servilleta de bar, encontrado en su habitación: “La soledad que uno busca / no se llama soledad; / soledad es el vacío / que a uno le hacen los demás”. Un poema desesperanzado, escrito por un hombre enfermo y necesitado al que el exilio, después de alejarle para siempre de su país, le acabó alejando de la alegría y de la vida.

En Monterrey la memoria de Garfias sigue viva. Quedan bastantes personas, jóvenes entonces, que lo conocieron y admiran. La Universidad Autónoma de Nuevo León, donde trabajó, ha reeditado De soledad y otros pesares, el libro que se publicó allí en 1948 y que recoge buena parte de su obra. Unos días antes de la conmemoración me escribieron del periódico regiomontano El Norte para hacerme unas preguntas sobre la poesía de Pedro Garfias en España: “¿Es leída, reeditada? ¿Es valorada? ¿Se le considera parte de la generación del 27? ¿Qué tan vigentes están los poetas del exilio allá? ¿A quién más pudiéramos incluir en este grupo que goce de aprecio? ¿Considera que sus restos debieran volver a España? ¿Sabe usted si se realizará algún evento conmemorativo? Acá se le considera que está en el olvido, ¿es así?”.

Contesté lo poco que sabía al respecto: que no tenía noticias ni creía que se fuera a conmemorar en España su muerte, y que su obra era relativamente conocida y publicada, aunque no tenga la difusión o la fama que muy probablemente merece.

El poeta despuntó y desempeñó un papel importante de joven como miembro de la vanguardia ultraísta, de la que se alejó con una poesía neopopular

Garfias fue un poeta que despuntó y desempeñó un papel importante en su primera juventud como miembro de la vanguardia ultraísta, de la que se alejó en los años veinte escribiendo una poesía neopopular, y renació como poeta al estallar la Guerra Civil. En el amplio despertar poético que avivó el conflicto en el campo republicano, Garfias tuvo un papel muy destacado, colaborando en todo tipo de publicaciones y recitando sus poemas en los frentes de combate, al igual que su compañero y amigo Miguel Hernández. Su libro Poesías de la guerra, publicado en Valencia en 1937, recibió el año siguiente el Premio Nacional de Literatura de un jurado formado por Antonio Machado, Enrique Díez Canedo y Tomás Navarro Tomás.

Tras la derrota, escapó por Francia y pasó a Inglaterra, donde escribió su mejor libro, Primavera en Eaton Hastings. Poema bucólico con intermedios de llanto, que fue publicado en Veracruz (México) el mismo 1939, nada más desembarcar del Sinaia, el barco repleto de artistas e intelectuales que el general Lázaro Cárdenas fletó para acoger en su país a los exiliados. Durante el viaje, en el que combatieron el dolor de la separación forzosa con creatividad e imaginación, Garfias ideó unos versos que resumían lo que todos ellos sentían: “España que perdimos, no nos pierdas; / guárdanos en tu frente derrumbada, / conserva a tu costado el hueco vivo / de nuestra ausencia amarga”.

Como sus compañeros de exilio, Garfias fue muy bien acogido en México, donde encontró trabajo y amigos. En México publicó, entre otros, en 1953 Río de aguas amargas, un libro que ya en el título mostraba la amargura con que el exilio lo iba socavando. A partir de entonces, y hasta su muerte, Garfias irá cobijando su poesía, su tristeza y su abandono de cantina en cantina hasta el deterioro final.

A los mexicanos de El Norte les respondí que la obra de Garfias, sin tener la repercusión de la de algunos de sus contemporáneos, ha sido reeditada en España en varias ocasiones. De hecho, entre 1989 y 1997 se publicaron tres ediciones diferentes de sus Poesías completas, y la editorial Renacimiento ha publicado su Prosa reunida, un facsímil de Héroes del Sur, poemas de guerra ilustrados por Martínez de León, y Alas del Sur, una amplia antología de su poesía. José María Barrera y Francisco Moreno Gómez se han encargado de difundir su vida y su obra. Pero siendo Garfias, como es, un poeta muy valioso, tampoco debemos extrañarnos de que muchos no lo conozcan. La poesía rara vez es difundida por los medios de difusión.

Todo poeta es irrepetible y su aportación al patrimonio común ocupa un lugar propio e insustituible. A Garfias no se le incluye en el grupo del 27 aunque nació en 1901, pero eso no afecta a su poesía. Primavera en Eaton Hastings es tal vez el mejor libro de poemas del exilio. El firmamento de la poesía española del siglo pasado es amplio y hermoso, y en él titilan muchos astros con voz propia. Garfias es uno de ellos. Leámoslo. Quien lee a Pedro Garfias no lo olvida.

Y que los mexicanos, que conservan sus restos y su memoria, lo conmemoren como propio, porque también lo es, al igual que Cernuda, Prados, León Felipe, Xirau, Rejano, Concha Méndez y tantos otros a los que aquella república les devolvió mucho de lo que habían perdido con la derrota de la nuestra y los acogió en vida y en muerte. Descansen todos en paz en tierra mexicana.

Jesús Munárriz es poeta, traductor y director de la editorial Hiperión.

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