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Parálisis permanente

Presupuestos congelados, centros de arte cerrados y un modelo institucional caduco que lleva a los museos a la deriva. En España estamos en un fin de ciclo

Vista de la instalación 'Double Bind', de Juan Muñoz, en Planta, Lleida.
Vista de la instalación 'Double Bind', de Juan Muñoz, en Planta, Lleida.

Apareció de noche y con espíritu de queja, y se ha convertido en una de las consignas del año. Desde el 11 de septiembre cuelga de la fachada del Marco de Vigo una pancarta con ese Winter is coming que se ha convertido en el mantra del momento. Llegó como reacción a la sugerencia del Concello de Vigo de convertir el museo de arte contemporáneo en un espacio cultural para usos todavía poco claros, y la denuncia no ha parado desde entonces. Hace unos días eran artistas, comisarios y coleccionistas gallegos quienes ocupaban la escalinata del museo reclamando respeto para uno de los mejores y más sensatos proyectos museísticos del país. Lo avanzó justo hace un año el hasta ahora director, Iñaki Martínez Antelo, anunciando que este 2017 dejaba el proyecto. Denunciaba ya la especulación de la cultura y clamaba por la independencia de gestión de una institución hoy gestionada por políticos, sin identidad ni rumbo, y sin intención alguna de convocar un concurso público. Es el gran problema de muchas otras instituciones, una súplica que se ha colado entre líneas en otra pancarta colgada en la fachada de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, donde leemos Marco libre. Lo que es lo mismo: por favor, autonomía.

El frío invernal marca no sólo la situación del Marco, sino el cambio climático que se ha instalado en la geografía artística y en la política cultural. La crisis es una razón pero también una excusa. El colapso de las estructuras y estrategias de centros de arte y museos es, seguramente, la mayor crisis en el campo del arte desde hace décadas. Y el problema es el modelo de museo. Hay que remontarse 15 años atrás, cuando se impuso el modelo de cultura centrada en lo espectacular y basada en el evento y en una temporalidad que no planteaba la posibilidad de que ese modelo cultural perdurase. Sólo así puede entenderse la deriva de muchos de nuestros museos, por ejemplo, LABoral Centro de Arte de Gijón, que en su décimo aniversario, celebrado este año, ha decidido cerrar tres meses (enero, febrero y septiembre) y varios días a la semana por su mala situación económica. También optó por cortar horario y presupuesto el Museo Esteban Vicente, que, desde el despido de Ana Martínez de Aguilar, sigue bajo la dirección de uno de los gerentes y la conservadora. El DA2, en Salamanca, casi ni tirita. Mientras, el CGAC en Santiago de Compostela resiste, con menos exposiciones internacionales, pero con más debate crítico, y el CAAC de Sevilla se ha convertido en el altavoz del arte contemporáneo en Andalucía. En muchos de los centros y museos la programación es casi inexistente y, sobre todo, poco significativa, cada vez menos cultural y más social y, por supuesto, con menos presupuesto. Salvando todos los esfuerzos que hacen, pienso en la Fundación Barrié, Casal Solleric, CAB de Burgos, EACC de Castellón… La Conservera, en Ceutí, Murcia, ha echado el cierre definitivamente y el Cendeac no parece tener mejor destino.

Aunque también hay proyectos que han nacido este año y con éxito, al margen de conflictos políticos. En junio se inauguró la Fundación Botín en Santander, que dirige Benjamin Weil, y, a los pocos días, Bombas Gens en Valencia, con Nuria Enguita al mando. También ha visto la luz el C3A de Córdoba, que cuenta con la dirección artística de Álvaro Rodríguez Fominaya. En Santiago, David Barro ha puesto en marcha la Fundación Didac buscando generar algo más de contexto, al tiempo que Rafael Doctor era elegido por concurso para dirigir el Centro Andaluz de la Fotografía en Almería, reavivando así su tímido ritmo en su 25º aniversario. Hay nueva dirección también en el Museo del Prado, con Miguel Falomir sustituyendo a Miguel Zugaza, y en la Fundación Joan Miró con Marko Daniel, el hasta ahora jefe de programas públicos de la Tate, que se incorpora a la vuelta de año.

Fachada del Marco de Vigo
Fachada del Marco de Vigo

En unos días llegarán, también, los nuevos directores a los centros culturales del Ayuntamiento, entre ellos el Conde Duque, Medialab Prado, CentroCentro o Matadero, que hace unos meses firmaba también el convenio de colaboración con la coleccionista Patrizia Sandretto, que durante 50 años ocupará una de sus naves para crear su fundación en Madrid. En otra de ellas, la conocida hasta ahora como Nave 16, antaño abierta a exposiciones, se ha convertido en un nuevo Centro de Residencias Artísticas, una de las iniciativas más celebradas de este año. También lo es la apertura de Planta, el nuevo espacio de la Fundación Sorigué en Balaguer, Lleida, que a falta de proyectar un espacio mayor donde ubicará toda su colección, se adelanta presentando por primera vez completa la mítica instalación Double Bind, de Juan Muñoz, creada en 2001 para la Sala de Turbinas de la Tate. De lo mejor del año. En el otro extremo está el experimento de Cai Guo-Qiang en el Museo del Prado. Humo vende y en humo se queda.

Entre los aniversarios, hemos celebrado el Año Murillo, los 20 del Gug­genheim y los 80 del Guernica en el Reina Sofía. Hemos despedido al galerista Antoni Estrany, al fotógrafo Joan Colom y al artista Carles Santos. También al fondo de Art & Language que el coleccionista Philippe Méaille había depositado en el Macba y está por ver la deriva que coge el centro Arts Santa Mónica en Barcelona, tras anunciarse la intención de convertirlo en un centro de arquitectura. También seguimos sin saber de qué viven los artistas ya que sólo el 15% lo hace del arte. Es la conclusión del estudio que este año lanzaban Marta Pérez Ibáñez e Isidro López-Aparicio. El texto está lleno de datos desconcertantes y una absoluta prioridad: un estatuto para el artista ya. Y a punto de cerrar el año llegó una buena noticia: la galería Hauser & Wirth despejaba las dudas sobre el futuro del Chillida-Leku. El museo reabrirá a mediados de 2018.

Si el frío es habitual en museos y centros de arte — también del Reina, pues la queja se oye desde el Palacio de Cristal—, muchas de las galerías viven bajo cero. Las ferias internacionales son la esperanza para entrar en calor y la expectativa es grande ante la próxima edición de Arco, que el próximo año despide al país invitado para pensar esa idea de futuro a la que se aferra el ánimo general. Un futuro que será, sin duda, femenino. Ellas son las protagonistas de los premios nacionales este año: Ángela de la Cruz, de Artes Plásticas; Cristina de Middel, de Fotografía, y Concha Jerez, del Velázquez. Y si algo ha sido determinado estos meses es la liberación y lucha contra la opresión, la ideología patriarcal y la violencia hacia las mujeres que hasta la revista Time ha llevado a su portada como personajes del año, elipsis visual incluida, con ese brazo anónimo que simboliza a todas las que no pueden dar la cara. El año 2017 pasará a la historia como el de la sororidad, del #metoo, del Abuse of Power Comes As No Surprise, la mítica obra de 1982 de Jenny Holzer que se ha convertido en la otra gran consigna. Nunca antes ha habido una denuncia pública similar desde la esfera del arte, tanto en el ámbito nacional, con colectivos como La Caja de Pandora, como internacional, con manifiestos publicados en la prensa de todo el mundo.

Todo clama un fin de ciclo. Hay parálisis permanente, sí, pero también hartazgo, rebeldía y entusiasmo por el cambio.

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