De dioses y hombres
La poesía de Alejandro Krawietz avanza hacia una vía purgativa que no siempre escapa a la calcificación estética, pero en la que se adivina el resplandor de la iluminación
Hace casi tres lustros desde que Alejandro Krawietz (Tenerife, 1970) saltara al ruedo editorial como coartífice de la antología La otra joven poesía española, que proponía un canon alternativo en el tupido bosque de la lírica primisecular. Para un dios diurno ofrece ahora una muestra de la faceta creativa de Krawietz, pues recopila un ciclo que comienza con La mirada y las támaras (1994) y culmina con el título que da nombre al conjunto, Para un dios diurno (2004-2014), publicado por primera vez en este volumen. Como el autor sugiere en su ‘Nota final’, nos hallamos ante una escritura situada en una permanente tensión dialéctica entre el régimen diurno y el régimen nocturno, según la terminología de Gilbert Durand. En estas páginas se dan cita la celebración del mundo y la intemperie existencial, la indiferencia de los dioses y la orfandad de los hombres, la desnudez del verso y la exuberancia de la prosa. Asimismo, la dimensión ritual del paisaje insular, la búsqueda de una precisa textura pictórica y la indagación en el sentido y la pervivencia de la palabra constituyen los tres vértices en torno a los que se organiza la epifanía contemplativa.
Si en La mirada y las támaras se prefiguran los ingredientes esenciales de este universo —la ondulación del mar como trasfondo de la reflexión, la pulsión visual sintetizada en 9 “kodaks ciegas que ya nadie mira”—, en Memoria de la luz (2001) se observa la plenitud de un estilo, tanto en los poemas que adoptan el formato de tablillas votivas como en las estampas en prosa de ‘Diario de la Punta de Saint-Mathieu’, que reflejan la orografía anímica de la Bretaña francesa. Finalmente, En la orilla del aire (2000-2005) y Para un dios diurno profundizan en la recurrencia simbólica de un huis clos exterior que es solidario con la ascesis del recinto psíquico: “Muros, casas, terrazas, palmas pitas, sombras (…). Poética pictórica. Arquitecturas circulares de la isla anular. Gramática fija”. Poeta con Ítaca, Krawietz se ha ido desprendiendo del primer influjo tutelar de Sánchez Robayna para avanzar hacia una vía purgativa que no siempre escapa a la calcificación estética, pero en la que se adivina el resplandor de la iluminación.
Para un dios diurno. Alejandro Krawietz. Idea, 2017. 184 páginas. 15 euros.
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