Perdidos en el espacio
Una comedia humorística y sentimental de Denise Despeyroux, en el Teatro Español
UN TERCER LUGAR
Autora y directora: Denise Despeyroux.
Intérpretes: Sara Torres, Vanessa Rasero, Pietro Olivera, Jesús Noguero, Lorena López, Giovanni Bosso. Música: Pablo Despeyroux. Espacio sonoro: Mariano García. Vestuario: Paola de Diego. Luz: Pau Fullana. Escenografía: Eduardo Moreno. Madrid.
Teatro Español, hasta el 17 de diciembre.
Una bonita comedia sentimental. Denise Despeyroux, su autora, es una dialoguista hábil, proclive a poner a sus criaturas en situaciones absurdas hilarantes. Otras veces, se le va la pólvora en mascletás. En esta ocasión, ha pergeñado con maestría la paleta de colores, formas, ritmos e intensidades de explosión de su variado castillo pirotécnico, que entretiene de principio a fin.
Los protagonistas de Un tercer lugar buscan todos el amor con ahínco, mientras distraen sus anhelos hablando de teorías filosóficas y de los achaques de la psique. No sabemos de ellos más que por lo que dicen desear: nada conocemos de sus circunstancias, salvo una anécdota o dos. Matilde, por ejemplo, es el arquetipo de la mujer enamorada, como El Odioso Señor de Tres sombreros de copa lo es del prepotente que no gasta saliva en prolegómenos, solo que Despeyroux no mira a su criatura con ironía, como Mihura observa a la suya, sino con compasión.
Nos conmueve, y de qué modo, Lorena López, su intérprete, en el sentido y veraz monólogo que le sirve la autora, pero no Matilde, que parece ente literario o proyección de un estado del alma más que personaje cierto, pues termina la obra y seguimos ignorándolo todo de ella, salvo que padece. De igual modo, Carlota, por mucho que se presente como abogada, es una psicóloga de sainete: tiene enorme gracia el equívoco permanente que produce la distancia entre lo que hace y lo que dice ser.
Quizá a una comedia humorística y sentimental solo haya que pedirle que nos haga reir y que su interpretación nos conmueva, pero cuando ambas cosas se consiguen con personajes tridimensionales, llenos de aristas y sujetos a circunstancias que expliquen lo que sin ellas parecen comportamientos arbitrarios, todo produce efecto de más alcance y deja otro poso.
Los actores llevan el texto en volandas: Jesús Noguero llena de verdad los ingeniosos diálogos que la autora le sirve, Lorena López le da la réplica desde una acción interna hipnótica, Pietro Olivera nos tiene pendientes de un hilo con su bruñida encarnación de la esperanzada víctima propiciatoria, Sara Torres le da empaque y ambigüedad a la sibilina Carlota, y Vanessa Rasero y Giovanni Bosso le imprimen a esa pareja en ciernes un halo de rareza ensimismada, como de buscadores de ovnis a punto de ser abducidos.
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