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Feria de Julio de Valencia

Impresionante pureza y valor heroico de Ureña, cogido dramáticamente

Injustamente tratado por la presidencia, solo cortó una oreja, al igual que López Simón

En el segundo toro de la tarde rondó la tragedia. Fue al segundo intento con el que el diestro murciano Paco Ureña trató de estoquear a su oponente. Primero fue un pinchazo en lo alto, luego otro, también en lo alto, pero el toro hizo por él, lo levantó por el muslo y con saña lo zarandeó cuanto quiso y como quiso. Un pelele Ureña en los pitones astifinos del toro. El valiente torero murciano salió como pudo del trance, dio unos pasos y se desplomó en la arena. Impresión de que estaba herido de gravedad. Se lo llevaron las asistencias, pero antes de llegar a la enfermería volvió Ureña al ruedo. Maltrecho. Esperó a que el puntillero -que marró más de la cuenta- acabara con el astado y por sus medios, también con la plaza en pie y en medio de una gran ovación, se puso en manos del equipo médico.

Antes de ese drama, a un paso de la tragedia, Ureña se puso firme con el toro de Algarra. Trató de gobernar un molesto cabeceo, hasta que descubrió que por el pitón izquierdo el toro tenía su baza. Por ahí pasó todo lo bueno que tuvo la faena, que fue bastante. Probado el toro por ese lado y robado algún natural en las dos primeras series, Ureña se plantó y tanta insistencia dio su fruto. Lo metió en la muleta, en fin. Despatarrado, compás muy abierto, los naturales se sucedieron con garra y pureza al mismo tiempo. La fe del torero movió montañas; su insistencia, también. Con el triunfo en la mano, sobrevino la cogida. Y también el milagro. A Ureña lo despidieron como a un héroe. Se lo merecía. Pero había un punto y seguido…

Cuando apareció Ureña una vez arrastrado el quinto, la plaza fue un clamor hacia el torero murciano, que se vio obligado a saludar. Con un apósito en la frente, pero aparentemente recuperado de la paliza, Ureña recibió a pies juntos al toro que cerraba la corrida. Hubo más con el capote: un racimo de verónicas, pierna adelantada, y la media enroscada. Llegó la faena y Ureña se vació. En la boca de riego: tres estatuarios, un natural y el de pecho. A partir de ahí una lección de buen toreo, de toreo puro. Buen toro el de Algarra. Noble y con calidad, también justo de fuelle, pero excelente. Muy suave el toreo. Primero sobre la derecha, con muletazos muy cálidos; luego, sobre la izquierda, de la misma guisa. Pureza y verdad. Toro entregado a una causa, a una lección de pundonor y torería. La estocada fue certera, fulminante, dejando que los pitones del toro le llegaran al pecho. Y la plaza explotó. No se comprende que el presidente solo concediera una oreja. El público reaccionó a favor del torero y en contra de un presidente inepto, que estuvo a punto de provocar un conflicto de orden público. No se recuerda una plaza de Valencia tan volcada con un torero, que lo despidió a gritos de ¡torero, torero!

ALGARRA / PAQUIRRI, UREÑA, L. SIMÓN

Toros de Luis Algarra Polera, bien armados, desiguales de presencia y manejables de juego. El sexto, con clase.

Rivera Ordóñez Paquirri: pinchazo y estocada baja (silencio); dos pinchazos (silencio).

Paco Ureña: dos pinchazos _aviso_ (gran ovación); gran estocada (oreja y mayoritaria petición de la segunda).

López Simón: _aviso_ estocada (oreja); dos pinchazos, tres descabellos _aviso_ y dos más (silencio).

Plaza de Valencia. 22 de julio. Tercera de Feria. Menos de media entrada. Paco Ureña fue asistido en la enfermería de un traumatismo craneoencefálico leve y una herida en la frente, región interciliar, y contusiones varias. Corrido el turno, salió a matar su segundo en sexto lugar.

El toro que abrió plaza, grandón, engatillado de pitones, fue bien servido por el picador de turno. Paquirri banderilleó, después de dos primeras pasadas en falso, con facilidad y buena colocación de los palos. También fácil con la muleta, la faena nunca alcanzó nivel. Paquirri recorrió todo el perímetro del ruedo, en busca de algo que nunca encontró.

El cuarto se estrelló contra el burladero de capotes y pareció quedar inservible para los restos. Pero no. Se repuso y continuó la lidia. Luego lo cogió el picador de turno y le dio para dar y vender. Una masacre en toda regla, que dejó al de Algarra con escaso resuello para la muleta. Paquirri anduvo entre probaturas y precauciones en una labor que no tuvo sentido.

Protestón en el caballo el tercero, tampoco tuvo entrega en la muleta. Pero encontró un López Simón dispuesto a lo que fuera con tal de salir ganador de la pelea. Valiente, con mucha voluntad pero irregular de acierto, la faena de López Simón fue tan larga como insistente. Los recursos y las cercanías finales, con las manoletinas de frente, levantaron una labor de torero valiente, sobre todo.

Corrido el turno para dar más tiempo a la recuperación de Ureña, el llamado para sexto saltó en quinto lugar. No fue toro para grandes logros, ni mucho menos. Mansito en varas, llegó molesto y algo descompuesto a la muleta. Sin pasar, muy corto de embestida, apenas le dio opción a López Simón. La cosa terminó en combate nulo.

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