‘Crashing’, juventud perdida en un hotel abandonado
Como en casi toda comedia británica, 'Crashing' camina en muchas ocasiones en los límites del humor y traslada los estereotipos sociales un paso más allá


Phoebe Waller-Bridge es un valor en alza en la televisión británica. Lo es desde que la temporada pasada deslumbró con la comedia Fleabag. Las alabanzas a esta producción con humor oscuro y toques dramáticos se extendieron por todo el mundo seriéfilo. A España tardó un poco en llegar de la mano de Amazon Prime Video.
Pero antes —aunque muchos hemos llegado a ella después— fue Crashing, ahora disponible en Netflix. Con ella Waller-Bridge no llega a las cotas que alcanza en Fleabag, pero sus seis capítulos de poco más de 20 minutos de duración son entretenidos, divertidos y muy maratoneables. Un grupo variopinto de personajes que atraviesa, de una forma u otra, una crisis existencial y que conviven mientras ejercen como guardeses de un hospital abandonado son los protagonistas de esta historia, que arranca con la llegada de Lulu (Waller-Bridge) para reencontrarse con Anthony, amigo de toda la vida que comparte techo con su novia.
Una loca fiesta con búsqueda del tesoro sirve de pistoletazo de salida a una sucesión de disparatadas vivencias protagonizadas por un puñado de personajes inmersos en amores imposibles, búsquedas de la propia identidad y triángulos amorosos. El grupo está formado por la irresponsable e imprevisible Lulu, el sensato Anthony, comprometido con la perfeccionista Kate, el obsesionado con el sexo Sam, el rarito Fred, la artista Melody y el recientemente divorciado Colin. Todos perfiles bien identificables y bien dibujados que dan vida a este peculiar cuadro. Poco en común entre ellos, pero al final, una familia sin vínculos de sangre que debe convivir bajo el mismo techo.
Como en casi toda comedia británica, Crashing camina en muchas ocasiones en los límites del humor y traslada los estereotipos sociales un paso más allá. Su gran baza son diálogos ingeniosos y rápidos, un reparto joven y personajes con los que es fácil empatizar, a pesar de sus múltiples rarezas. Lo previsible de algunas de las tramas no quita gracia y mérito al total, que esconde también una potente crítica social como reflejo del desencanto de la juventud en nuestra era. Pero sobre todo, una comedia muy entretenida, más que la mayoría de las series que pueblan el saturado panorama televisivo actual.
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