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Una delgada línea separa la venganza y la justicia

'La Orestiada' abre el Festival de Teatro Clásico de Mérida

En primer término, Ricardo Gómez como Orestes; detrás Amaia Salamanca en el papel de Electra, el martes durante el último ensayo de 'La Orestiada' en el teatro romano de Mérida.
En primer término, Ricardo Gómez como Orestes; detrás Amaia Salamanca en el papel de Electra, el martes durante el último ensayo de 'La Orestiada' en el teatro romano de Mérida.Jero Morales
Rut de las Heras Bretín
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“La palabra es lo único que tenemos: el cuerpo y la palabra”, sentencia Clitemnestra en uno de los momentos finales de La Orestiada, la tragedia de Esquilo que abrió ayer el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Son palabras de la reina griega, pero podrían ser de cualquiera de los actores que se suben a esta escena histórica. De hecho, son las que usa José Carlos Plaza, director de la obra, al elegir con qué quedarse: “Hay que escuchar el texto, habla de la vida, del alma que hemos hecho carne”.

El que ha acercado las palabras de Esquilo al verano emeritense es el poeta Luis García Montero, cuya adaptación ha reducido el original a poco más de dos horas. Ha buscado los puntos clave de la reflexión que el dramaturgo griego hizo sobre la condición humana en el siglo V antes de Cristo: rencor, pasión, celos, vanidad, democracia adulterada, venganza que engendra venganza, abuso de poder, dioses, manipulación, mentiras públicas... ¿Algún parecido con la actualidad?

García Montero ha tenido en cuenta que cada época tiene su manera de evocar estos sentimientos y ha creado un texto que los espectadores entienden desde el primer momento, a pesar de la complejidad del argumento: un padre mata a su hija, la madre de esta la venga y acaba con la vida de ese padre, que es su marido. El hijo de ambos asesina a su madre como manera de honrar y hacer justicia por la figura paterna. Todo entre dioses, guerras, golpes de Estado ocultos... Los distintos filos de la justicia y la venganza y la delgada frontera entre ambas van a sobrevolar, como sobrevuelan las palomas y los murciélagos —ambos literalmente—, hasta el 9 de julio, las noches de este teatro construido entre los siglos I y II.

Un momento de 'La Orestiada', obra que abre el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Un momento de 'La Orestiada', obra que abre el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.Jero Morales

La carne, los cuerpos, los pone un elenco de 31 actores. El coro es, en palabras del siglo XXI, ese Pepito Grillo al que algunas artimañas consiguen vencer. Y que los protagonistas se dejan la piel en la arena se demuestra cuando Electra, interpretada por Amaia Salamanca, u Orestes, al que da voz Ricardo Gómez, se quedan con tierra pegada en la cara tras retorcerse en el suelo de ira y dolor. O cuando la actriz Ana Wagener (Clitemnestra) no era capaz de terminar la escena final en los ensayos porque se le saltaban las lágrimas, según contó a EL PAÍS García Montero, y ella confirmó. Sobre el escenario, Clitemnestra, la madre en “la madre de todas las tragedias”, en palabras del director, no llega a quebrarse en la catarsis final, pero no deja impasible ni a la estatua de Ceres que preside el escenario.

Entre el equipo hay una broma que dice que si a Shakespeare le hubieran dado un Oscar, hubiera sido a guion adaptado y no original, porque tanto el Bardo, como Calderón u otros beben de tragedias griegas como esta.

Veteranos y novatos

José Carlos Plaza ya abordó La Orestiada hace 27 años. "De aquella queda la base", dice. Él ha cambiado: "Entonces creía en la justicia y en la democracia. Ahora, no". Plaza es uno de los puntales en los que se han apoyado las debutantes en Mérida: la veterana Ana Wagener y la joven Amaia Salamanca, que confesó no haber estado más nerviosa en su vida, "con un puñal en el estómago". Otro nuevo en estos lares es Ricardo Gómez, que deja a su televisivo Carlitos y parece que nunca fue hijo de los Alcántara y siempre lo fue de Clitemnestra y Agamenón.

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